Oda a la gran dama del cine italiano
El estreno del documental de Valerio Ruiz, Detrás de los anteojos blancos, y un reconocimiento a su trayectoria ponen en valor la rica cinematografía de Lina Wertmüller
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"Si no has conocido a Fellini, sólo puedo decir «pobre de ti». Al conocerlo me transmitió la sensación de un niño que mete la mano en un tarro de mermelada. Era un gran compañero de juegos, pero su figura era la de un comandante, un general o un almirante. Crecimos, nos convertimos en directores serios y respetados, pero en realidad siempre éramos chicos a los que sólo nos interesaba jugar", contaba Lina Wertmüller a este cronista sobre su experiencia con el director de La dolce vita y de quien fuera asistente de dirección en 8 y medio, una mañana de sol en su departamento con una imponente vista a Piazza del Popolo, y agregaba sobre cómo llegó al cine: "Salté por un golpe de suerte, porque Flora [Carabella, su amiga desde la infancia] se casó con Marcello [Mastroianni]. Y si bien era necesario tener cabeza, debo decir que, en Roma, también era necesario tener culo". Directa y desfachatada al igual que su cine, donde subyacen indudables clásicos como Mimí metalúrgico y Pascualino siete bellezas, Lina es -en rigor- Arcangela Felice Assunta Wertmüller von Elgg Spanol von Braueich, tal el largo abolengo de la cuna aristocrática que la vio nacer el 14 de agosto de 1926 y cuya familia jamás imaginó verla unida a algunas de las reflexiones más contestatarias que entregó el cine.
Lina es una referencia ineludible de la historia del cine italiano y será galardonada el mes próximo con el premio Chiara por una trayectoria que tuvo "en el teatro, en cine y televisión un lugar de primer nivel como autora de los textos y las películas más modernas e irreverentes", tal el fallo que le dará la estatuilla que recuerda al escritor Piero Chiara y que recibieron en pasadas ediciones nombres tan influyentes como Claudio Magris, Ermanno Olmi y Luis Sepúlveda.
Pero ése no ha sido el único homenaje. El próximo jueves, con el estreno del documental de Valerio Ruiz sobre ella, Detrás de los anteojos blancos, el público podrá reencontrarse con su genio, pero fundamentalmente conocer qué piensan sobre ella nombres como Martin Scorsese, Harvey Keitel, Giancarlo Giannini y, lógicamente, la gran Sophia Loren, de quien Lina decía: "Ella es una grandísima actriz dentro del cuerpo de una mujer descomunal. En la vida real, a Sophia su gran belleza física no la hizo dudar en cuanto a la búsqueda de su calidad como actriz. Tiene todo. Alberto Sordi la llamaba el «árbol de Navidad» y dentro de ese árbol hay una gran actriz y una persona extraordinaria".
Desde Amor, muerte, tarantela y vino, pasando por Sábado, domingo y lunes, y por dos obras de madurez como Francesca y Demasiado amor, la amistad entre ambas trascendió el set de filmación: "Ella había escrito un guion hermoso, dramático, y cuando mi marido me lo dijo lo pensé poco, porque tenía un gran deseo de encontrarme en el set con una amiga", confirma en el documental Loren sobre la primera vez que trabajaron juntas. Scorsese añade: "Sus films son hermosos, la iluminación, el encuadre, te recuerdan la belleza de la gente, incluso la belleza grotesca".
Desde La pícara Rita, que Lina firmó como George H. Brown en 1966, gran parte de su filmografía descansó en el protagónico de Giancarlo Giannini. De aquel primer suceso que devino luego en No molesten al mosquito, con Rita Pavone, a las inolvidables Mimi metalúrgico herido en el honor, Amor y anarquía e Insólito destino, con Mariangela Melato; Noche de lluvia, con Candice Bergen, y tres de los cuatro títulos que Loren filmó con Wertmüller lo contaron a él en el set. Al ser consultada sobre tan fructífera unión artística, Lina dudaba: "No sé cómo surgió esa química tan especial. Nos conocimos en la Academia... Él era un actor de teatro que les daba mucha energía a los personajes (...) Giancarlo es uno de los pocos grandes actores italianos que quedan". Y fue también Pasqualino Franfuso, el protagonista de Pascualino Siete Bellezas, por la cual Lina quedó en la historia por ser la primera mujer nominada al Oscar a la mejor dirección.
Mordaz, sus grandes trabajos navegaron por las aguas turbulentas del sexo, la política y la provocación: "...No soy de naturaleza sentimental o romántica, me gusta mucho la ironía. Todo lo que es dulce, en ese sentido, no es parte de mi naturaleza", confirmaba. Los cambios epocales dejaron parte de su cine en el olvido porque ya no escandaliza, pero detrás de esos anteojos blancos se esconde una fulgurante leyenda y de las últimas sobrevivientes del gran cine italiano y que el documental de Valerio Ruiz rescata como una indudable vida de película.
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