Otro complot en el Vaticano
Angeles y demonios (Angels And Demons, EE.UU./2009, color; hablada en inglés, italiano, alemán y latín). Dirección: Ron Howard. Con Tom Hanks, Ewan McGregor, Ayelet Zurer, Stellan Sklarsgard, Nikolaj Lie Kaas, Armin Müller-Stahl. Guión: David Koepp y Akiva Goldsman, sobre la novela de Dan Brown. Fotografía: Salvatore Torino. Música: Hans Zimmer. Edición: Dan Hanley y Mike Hill. Presenta Columbia. 140 minutos. Sólo apta para mayores de 13 años.
Nuestra opinión: buena
Quienes hayan salido decepcionados y aburridos de El Código Da Vinci podrán comprobar aquí que a veces un fiasco (artístico, no comercial), puede dejar su enseñanza. Con Angeles y demonios , otro intrincado caso que debe resolver en el Vaticano el experto en simbología Robert Langdon, el director Howard y sus adaptadores renuncian al estatismo y la verborragia que aplastaban su anterior lectura de Dan Brown, restringen los discursos presuntamente polémicos y ponen el acento en la acción. La historia, que Brown concibió antes de su famoso best seller pero el film propone como secuela, vuelve a agitar las fantasías populares en torno de intrigas, secretos y complots que se cuecen en el interior de la Santa Sede, y lo hace para construir un thriller nervioso que generará menos alarma y controversia pero conformará a los que buscan entretenimiento.
Sobre todo a quienes no exijan de la historia verosimilitud ni lógica, sepan perdonar licencias, inexactitudes y hasta algún absurdo próximo al disparate, y se dejen llevar por una acción que progresa con brío y suma subtramas, giros, corridas y vueltas de tuerca como para que no haya tiempo de reparar en su mecánica narrativa. En otras palabras: aunque el film se presente con todas las ínfulas de una reflexión sobre el conflicto entre religión y ciencia, no conviene tomarlo muy en serio. Es un thriller cuyo atractivo reside en la tensión, en la espectacularidad de los escenarios romanos (muchos recreados), el uso de tecnología y el ritmo vivo que impone el montaje.
A la manera del cine detectivesco, la acción progresa a fuerza de enigmas que deben ser descifrados por Langdon para conjurar las amenazas. El momento es crucial: acaba de morir el Papa y es un joven sacerdote que él crió quien se hace cargo del gobierno temporal; cuatro cardenales -los favoritos para sucederlo- han sido secuestrados y serán ejecutados uno a uno con intervalos de una hora hasta que a la medianoche una bomba haga volar en pedazos la Santa Sede; mientras, se descubre que de un laboratorio de Ginebra ha desaparecido un tubo de antimateria, capaz tanto de revolucionar el panorama energético mundial como de hacer realidad la terrible amenaza.
Y aquí entramos en el seductor terreno de las conspiraciones, tan provechoso para Brown como para muchos otros autores (de ficción, historiadores o politólogos): detrás del ultimátum está una logia -los Illuminati- que ha superado las condenas de la Inquisición y sufrido tantos rechazos como para alimentar una venganza que ahora está dispuesta a concretar. Es la hora en que Langdon entra en escena para utilizar su sabiduría y sus dotes de Sherlkock Holmes e intentar desbaratar el complot con la ayuda de autoridades y agentes, además de la bella científica que conoce los secretos de la antimateria. Y ahí va el hombre, entre rostros sospechosos, siguiendo pistas que sólo él parece capaz de descifrar y que lo llevan a recorrer criptas, pasadizos, monumentos e iglesias de Roma. De paso, Tom Hanks muestra que también puede convencer como héroe de acción.
lanacionar