Película para que se luzcan autos sofisticados
"Rápido y furioso" ("The fast and the furious", Estados Unidos/2001). Dirección: Rob Cohen. Con Vin Diesel, Paul Walker, Jordana Brewster, Michelle Rodriguez y Ted Levine. Guión: Gary Scott Thompson, Erik Bergquist y David Ayer. Fotografía: Ericson Core. Música: BT. Edición: Peter Honess. Duración: 107 minutos. Apta para todo público.
Nuestra opinión: regular.
Tras la exitosa "60 segundos" y la aquí inédita "Driven", Hollywood insiste con películas destinadas principalmente al público tuerca en las que los automóviles de última generación son los verdaderos protagonistas.
Es cierto que este film está salpimentado con situaciones de corte policial (una banda de piratas del asfalto que roba electrodomésticos) y una veta romántica, pero es difícil que esos conflictos, que dicho sea de paso son tratados con una simplificación y superficialidad pasmosas, puedan cautivar a alguien que no vaya a buscar en "Rápido y furioso" escenas de coches con poderosos motores turbo alcanzando velocidades insólitas en picadas clandestinas o en persecuciones urbanas llenas de maniobras osadas, trompos, frenadas y vuelcos.
El director Rob Cohen ("Corazón de dragón" y "Sociedad secreta") intentó -especialmente durante la primera mitad del metraje- dotar a la película de algún plus dramático, estético y estructural a la mera sucesión de carreras por las calles de Los Angeles y sus alrededores. Los fantasmas de dos grandes películas como "Calles de fuego", de Walter Hill, y "Punto límite" asoman para generar alguna expectativa, pero se trata de ilusiones que rápidamente se desvanecen.
Aquí, al igual que en el film de Kathryn Bigelow, hay un agente encubierto que se infiltra, se mimetiza y se encariña con algunos integrantes de una banda dueña de atractivos y desafiantes códigos propios (en aquel caso se trataba de surfistas asaltantes de bancos y, en éste, de fanáticos de la velocidad) para concluir en un dilema existencial en el que la responsabilidad y la ley entran en colisión con la lealtad y el honor.
Pero el principal problema de este sorpresivo éxito de taquilla en los Estados Unidos (costó 38 millones de dólares y recaudó 145 millones sólo en cines) no es que su trama, su estética y sus jóvenes actores remitan al cine de clase B más naïf y ramplón. Lo peor de "Rápido y furioso" es su trasfondo ideológico: el protagonista es un carilindo galán rubio (Paul Walker), mientras que todos los personajes de las minorías aquí representadas (latinos, negros y especialmente asiáticos) son inevitablemente tontos, vulgares, violentos y traicioneros.
Si esa mirada social coquetea en varios momentos con la xenofobia y el racismo, no resulta mucho más gratificante el lugar que le queda reservado a la mujer en este film de misoginia exacerbada: además de mostrar sus prominentes curvas marcadas por ajustados pantalones y musculosas, a ellas sólo les queda prometerles a sus novios una noche de lujuria siempre y cuando ganen la carrera o, como ocurre con Mia (Jordana Brewster), el objeto del deseo del protagonista, cocinar y lavar los platos mientras los hombres se ¿divierten? viendo películas de acción con Sylvester Stallone.
En ese contexto de situaciones previsibles, descripciones rudimentarias y diálogos que resultan involuntariamente risibles, las actuaciones tenían pocas oportunidades de éxito. Los encargados del casting no eligieron precisamente a los intérpretes jóvenes más expresivos del nuevo cine norteamericano (más bien todo lo contrario), pero resulta penoso ver el lugar que, por ejemplo, le han reservado a Michelle Rodriguez. La misma actriz que cautivó como la boxeadora de "Girlfight, golpe de mujer" es aquí el estereotipo de una chica dura con un único gesto adusto y la mirada cruzada.
Así, con el fondo de una omnipresente banda sonora dominada por el hip hop y la música electrónica, sólo queda disfrutar de las adrenalíticas escenas de máxima velocidad editadas como si se tratara de videoclips automovilísticos. Los amantes de los fierros, agradecidos. Para el resto, mejor correr hacia otros destinos.
lanacionar