Provocaciones de dos maestros
CANNES.- Dos grandes directores norteamericanos (uno canadiense y el otro estadounidense) impactaron ayer en la Competencia Oficial con sendas tragicomedias de fuerte espíritu provocador que contaron con los aportes de notables elencos: David Cronenberg con Maps to the Stars y Bennett Miller con Foxcatcher. Cronenberg -un "abonado" del festival- trajo una despiadada sátira a la industria del cine en la que se burla de los egos, las miserias, el universo new age, la cienciología, la obscenidad, el cinismo, la hipocresía, la codicia y el desprecio de las estrellas (tanto preadolescentes como adultas) de la fauna hollywoodense.
El director de Crash: Extraños placeres propone en Maps to the Stars -recibida con críticas divididas- una estructura coral, aunque con la inmensa Julianne Moore como el eje de la narración en el papel de una actriz neurótica y desesperada por conseguir papeles que ahora suelen obtener colegas más jóvenes. Mia Wasikowska (como una chica inocente que llega a Los Ángeles y desatará el caos), Robert Pattinson (un conductor de limusinas con aspiraciones artísticas), John Cusack (un millonario y excéntrico gurú espiritual) y Evan Bird (un astro de 13 años a lo Justin Bieber) son otros de los personajes que desfilan por esta comedia negrísima, sin red, que incluye sexo, escatología, perversiones, diálogos chocantes y hasta explosiones propias del gore más explícito.
Entre Ciudad de ángeles, de Robert Altman, y el Todd Solondz de Felicidad, el desenfrenado trabajo de Cronenberg resulta una experiencia despareja, es cierto, pero con algunos inspirados momentos que tienen el sello de un director que sigue haciendo gala de una libertad y de una audacia asombrosas para el cine contemporáneo.
En la conferencia de prensa -en la que estuvo acompañado, por Moore, Pattinson, Wasikowska, Cusack y Sarah Gadon-, Cronenberg sorprendió al decir: "La película no es un ataque directo a Hollywood; para mí, decir eso sería reducirla, ya que hay situaciones similares respecto de la búsqueda desesperada de poder y dinero en otros lugares, como Wall Street, Silicon Valley o Washington".
Mayor consenso obtuvo Foxcatcher, nuevo film del ascendente director Bennett Miller. Experto en biopics e historias basadas en casos reales (venía de hacer Capote y Moneyball: El juego de la fortuna), presentó en Cannes un film en el que reconstruye la extraña relación que se estableció en los años 80 entre el multimillonario John Eleuthère du Pont (notable trabajo de Steve Carell) y dos hermanos campeones de lucha libre (Mark Ruffalo y Channing Tatum).
Así como en Moneyball exploraba la trastienda del negocio del béisbol, aquí Miller expone en detalle la experiencia física de los luchadores, las tensiones entre estos dos hermanos, y luego las contrasta con el universo del excéntrico filántropo y referente del poderoso emporio químico obsesionado por convertirse en entrenador del equipo (al que llama Foxcatcher) que se prepara por competir en los Juegos Olímpicos de Seúl en 1988. No conviene adelantar nada más de la trama (aunque una búsqueda en Internet puede convertirse en un spoiler), concebida por el director y sus tres extraordinarios actores con una amplitud de recursos y matices (desde la comedia hasta el melodrama) que no suelen abundar en el cine mainstream norteamericano, sobre todo a la hora de reflejar las contradicciones entre clases sociales tan opuestas. Ya hay "rumores" (y lobbies) de cara a la próxima entrega de los premios Oscar. No sería extraño verlo a Carell entre los nominados. Se lo merece.
Aplausos para El ardor
CANNES.– El cine argentino demostró en esta edición del festival su versatilidad, así como la habilidad para asociarse en coproducciones con presupuestos importantes y estrellas de relieve internacional. Tras Relatos salvajes, comedia negra de Damián Sizfron; Jauja, fuerte cambio en la carrera de Lisandro Alonso, y Refugiado, melodrama de Diego Lerman, llegó ayer el turno de Pablo Fendrik con El ardor, western encabezado por el mexicano Gael García Bernal y la brasileña Alice Braga.
Presentada fuera de concurso (García Bernal integra el jurado oficial), El ardor fue rodada en la selva mesopotámica más profunda y describe la historia de Kai, un héroe solitario con algo de chamán, que decide enfrentarse a unos mercenarios que trabajan para poderosos intereses que intentan quedarse cada vez con mayores extensiones de tierra. Más allá de que pueda leerse como un manifiesto "políticamente correcto" en su mirada ecologista que condena la deforestación, El ardor retoma el eterno conflicto entre naturaleza y civilización, entre tradición y modernidad, oponiendo las leyendas ancestrales de la zona (hay algo en este sentido del cine del tailandés Apichatpong Weerasethakul) con el avance de las topadoras de empresarios codiciosos y de cazadores a sueldo con sus machetes y sus balas.
Por lo demás, el talentoso director apuesta al cine de aventuras en la línea de La reina africana, a una subtrama romántica (con escena de sexo bajo la lluvia incluida), algunas explosiones sangrientas propias del género gore y, claro, muchos elementos ligados al western clásico. La idea parece haber salido bien no sólo desde lo artístico, sino, sobre todo, desde lo comercial: ayer se confirmó que El ardor se vendió a numerosos países, desde Alemania hasta Gran Bretaña, pasando por Australia, Grecia y Turquía. Misión cumplida.
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