Estreno: "Un amor, dos destinos". Redford
En una entrevista con LA NACION, el actor de "El golpe" habla del film que dirigió Lasse Hallström
NUEVA YORK.- Su voz suena ronca y su otrora rubia melena se ha afinado y está casi anaranjada de reiteradas tinturas. Tiene dificultades para oír y la piel salpicada por manchas propias de su edad. No obstante, a los 68 años, Robert Redford sigue dueño de un magnetismo único que hace que su presencia se imponga naturalmente en cualquier salón al que ingrese.
Y allí están, detrás de unos pequeños anteojos redondos y transparentes, esos inconfundibles ojos azules que, durante varias décadas, en la pantalla grande cautivaron a actrices como Jane Fonda, Mia Farrow, Barbra Streisand, Meryl Streep, Demi Moore y Michelle Pfeiffer, y a innumerables mujeres de su constante público en las butacas. Ahora, con "Un amor, dos destinos", del director sueco Lasse Hallström ("Chocolat", "Las reglas de la vida", "Casanova"), le toca compartir cartel con la sensual Jennifer Lopez, aunque la brecha generacional -ella tiene 36 años- los aleja del romance.
En la película, que se estrena el jueves en la Argentina, Redford interpreta a Einer Gilkynson, un resentido padre cuyo hijo murió en un accidente automovilístico, en un vehículo que conducía su nuera, Jean Gilkynson (Lopez). Varios años más tarde, escapando de los golpes que le da su actual novio, Jean decide volver con su pequeña hija, Griff, al rancho de su suegro, a quien todavía le cuesta perdonarla. El siempre brillante Morgan Freeman completa el reparto como Match Bradley, amigo de Gilkynson, a quien éste cuida después de sufrir el ataque de un oso.
El frío neoyorquino es, en cambio, el que ha atacado por estos días a Redford, quien no para de toser cuando entra en la habitación del Essex House de Manhattan, donde está programado un encuentro con la prensa para promocionar su nuevo film. El actor, director y productor es una de las leyendas mayúsculas de Hollywood, pero a pesar de ello ha logrado escapar del feroz circuito comercial de los grandes estudios, y su nombre es sinónimo de películas de calidad. De hecho, para las nuevas generaciones de norteamericanos -esas que ni siquiera han visto sus clásicos como "Butch Cassidy y Sundance Kid", "El golpe" o "Todos los hombres del presidente"- es considerado hoy el padre del cine independiente en los Estados Unidos, luego de que en 1981 fundó el Instituto Sundance, para promover a aspirantes cineastas jóvenes. Cuatro años más tarde, en el pueblo de Park City, en Utah, inició un modesto festival que ha llegado a convertirse en una de las citas insoslayables del cine mundial.
-Resulta raro verlo en una película con Jennifer Lopez, una actriz-cantante-empresaria que tiene un público muy distinto del suyo y explota su popularidad al máximo. ¿Cómo fue trabajar con ella?
-No pensé mucho en eso; no tuve que hacerlo ya que estuvimos filmando en Canadá, en un lugar muy remoto y trabajábamos en calidad de actores, no como celebridades. Ella era Jennifer y yo, Bob. Además, ella no trajo consigo todo el resto de sus asuntos; no interfirieron. Es una actriz talentosa y la disfruté.
-¿Qué cree que aportó el director Lasse Hallström a la película?
-Su propia sensibilidad, con un estilo y un ritmo muy personales. Y eso me gusta de este film y del resto de sus películas. Nos permite respirar, algo que para mí es importante porque la industria tiende a los films que impactan, a utilizar la tecnología y la animación, a las producciones comerciales. Todos estos elementos afectan a este negocio, así que me interesan los directores que hablan de sentimientos, como él hace. Además, tiene una sensibilidad europea que tiene que ver con el lado más humano.
-La pérdida es uno de los temas.
-Sí, es verdad, hay alguien o algo que todos en la película deben perdonar. Empieza de forma lineal pero se mueve hacia un lugar más profundo que tiene que ver con el poder, la fortaleza del perdón. Creo que todo el mundo debe afrontar algo así en su vida. Nos hacen daño, nos llenamos de frustración y bronca, y tenés que perdonar. Tenés que hacerlo, si no, te quedás con la culpa y eso es muy negativo.
-Paul Newman ha dicho que se quiere jubilar, pero antes quisiera hacer una película con usted.
-Sí, estamos hablando de un proyecto. Pero Paul y yo somos muy parecidos y no queremos decir nada hasta que no sea algo concreto. No es que hayamos gastado muchas energías en eso, pero es sorprendente que no nos haya llegado nada en 20 años, considerando el gusto de Hollywood por hacer secuelas, remakes y ese estilo de películas. No pudieron encontrar en todo este tiempo un guión que se nos adapte. Pensaron en hacer una segunda parte de "El golpe", pero llegaron a la conclusión de que no, porque es una película muy buena y hay que dejarla así. Era imposible hacer una secuela de "Butch Cassidy y Sundance Kid" porque ambos mueren en la película; tendría que ser un film espiritual? Y para un film que cuente su historia previa ya estábamos demasiado viejos. Así pasaron todos estos años y las ideas que nos traían eran malas o de mala calidad, pero ahora sí hay algo en lo que estamos interesados y es bueno. La gran pregunta es si Paul podrá recordar sus diálogos.
-¿Entiende que él quiera jubilarse?
-Sí, claro. El tiene otras cosas en su vida y está en una edad en la que no necesita trabajar si no quiere. Además, este negocio ha cambiado muchísimo desde aquel que conocíamos, y con otros intereses en su vida entiendo que quiera dejar de actuar.
-Con una carrera tan larga en Hollywood, ¿cómo ha logrado mantenerse alejado del estilo de vida de otras estrellas, como Jennifer Lopez, que están constantemente en el candelero, en las revistas, en la televisión, en la radio?
-En primer lugar, yo nací y me crié en Los Angeles; las películas para mí eran parte de mi vida, veía el detrás de escena y cómo se hacía esto. No era algo que me fascinara como le podría suceder a alguien de Nebraska o de otra parte del país, que ven a Hollywood como algo mágico. Para mí Hollywood no es algo mágico. Nueva York siempre fue un lugar más mágico para mí. Venir aquí para mí fue lo que para muchos es ir a Los Angeles. En segundo lugar, pese a que no veía el glamour y la gloria de la fama, tuve mucho de ello cuando era más joven, las fiestas y todo eso. Pero cuando quise tener una familia me instalé en Nueva York. Veía a Hollywood como un lugar peligroso si no tienes algo a lo que aferrarte como persona y el lugar donde realmente quería vivir era Nueva York. Los Angeles ya no me interesaba, como sí lo hizo durante la Segunda Guerra Mundial, cuando era chico. Tras la guerra, Los Angeles se cayó casi al mar al expandirse, se volvió un lugar de cemento, con demasiada gente, demasiado tráfico. Nueva York me parece la mejor ciudad, la más fuerte, la más dura, y contrastar eso con vivir en la naturaleza, me parece lo mejor, compartir lo mejor de ambos mundos, la vibración de una gran ciudad y la tranquilidad de la naturaleza. De todas maneras, no soy anti-Hollywood. Vivo en Napa Valley, en el norte de California, y en Utah, donde instalé Sundance, además de Nueva York. Pero viajo mucho a Europa; me encanta pasar tiempo allá. Creo que el mayor impacto en mi vida cuando era joven sucedió en Europa, cuando tenía 18 años; no era feliz en el ambiente en el que vivía y me fui a vagabundear por Europa. Me puse a estudiar arte en Francia e Italia, pero viajé por muchos lugares extraños, España, y creo que fue en Europa donde realmente comenzó mi educación como un hombre joven.
-¿Cuál cree que es el futuro de las películas independientes norteamericanas?
-No sé y tampoco lo sabía cuando comencé el Sundance Institute; sólo tenía esperanzas. Quería crear un mecanismo por el cual fomentar a nuevos artistas, en el que pudieran exponer sus obras sin las presiones del dinero o la competencia. Eso llevó a la creación de un lugar al que podían ir, ya que como categoría estaba un poco muerta, más allá de lo que se pudiera exhibir en las aulas universitarias. Mientras, la industria del cine se fue corriendo cada vez más hacia productos juveniles, que está bien, pero lo hacía a expensas de películas que para mí eran importantes, más humanas. Y fue así como nos apoderamos poco a poco de la categoría de películas independientes norteamericanas. Y tras seis o siete años, nos preguntamos a dónde ir con todo ello, y fue así como creamos el festival, una vidriera de las películas independientes que no existía en el mundo. Mucha gente me dijo que no funcionaría porque no era comercial, pero les expliqué que la idea era trabajar en pos de la diversidad y que tal vez la gente vendría por eso. Así fue y tras 12 o 14 años, tenemos ahora toda una categoría que se llama cine independiente norteamericano. No tenía idea de que se convertiría en algo tan grande, pero no estoy nada decepcionado.
-Más allá de la experiencia cinematográfica que les enseña a los jóvenes a través del instituto, ¿cuál sería su lección de vida?
-Que presten atención y se tomen su tiempo. La forma en la que el mundo se desarrolla, con toda la tecnología alrededor de nosotros, no nos permite digerir la información que nos llega. Uno de los peligros de la nueva tecnología es que no desarrollamos la información que se nos da, nos llega todo rápidamente y muchos films hoy reflejan eso. No se nos da tiempo para pensar y reflexionar sobre cómo nos sentimos. Y eso es peligroso, desarrollamos mentes poco profundas, rápidas pero poco profundas. Y ése es un camino peligroso por el que va este país.
-¿Cuáles son hoy sus mayores miedos?
-Me da miedo cierta clase de gente que tiene una agenda que va más allá de lo que hablan, incluso a veces hasta criminal, y tienes que trabajar duro para averiguarlo. No tengo miedo a lo desconocido. Al revés, me siento atraído. Me gusta el misterio. Me siento amenazado a veces por mis hijos, por su independencia. También por las fuerzas que toman cosas en mi país y las llevan por el mal camino, que creo que es lo que está pasando ahora y no puedo hacer nada; tengo una pequeña voz, pero no significa demasiado. Cuando veo algo que para mí significa mucho y lo llevan hacia un camino de destrucción me da miedo, porque son ignorantes o les falta experiencia. Me da miedo, sobre todo, cuando puedes ver cómo serán los resultados, así que ahora tengo miedo por mi país.