Ricardo Darín, en Cannes: "Estoy más emocionado por el Chino que por mí"
CANNES.- Si Cannes es una acumulación casi infinita de proyecciones, eventos, negocios, fiestas y encuentros sociales para cualquiera de los 40.000 profesionales que cada año viajan al festival y al mercado que se desarrollan de forma simultánea en este enclave de la Costa Azul, para una figura como Ricardo Darín –protagonista con Penélope Cruz y Javier Bardem de la película de apertura, Todos lo saben, dirigida por el iraní Asghar Farhadi- es una experiencia demencial. "Solo ayer di más de 60 entrevistas grupales a periodistas de los más diversos países. Siempre digo que es la última vez que vengo a Cannes y al año siguiente estoy de regreso; Florencia, mi esposa, se ríe cuando hago esas promesas", afirma el actor, ya relajado y con cerveza en mano, durante la charla con LA NACION en el bar al aire libre del Martinez, el hotel más tradicional, bello y lujoso de la ciudad.
Pasaron casi 48 horas desde que Darín apareció en todas las fotos recorriendo la red carpet de la gala inaugural con Penélope y Javier (así los llaman todos por aquí) y Farhadi, pero él minimiza un poco semejante grado de exposición: "Fui como una especie de invitado de piedra porque lo que importa en Cannes es el director y el glamour, y ellos son individualmente y en pareja algo muy fuerte para los medios".
–Si bien ya viniste varias veces a Cannes e incluso el año pasado estuviste como protagonista de La Cordillera , ¿no sentís que el hecho de que te hayan incluido en ese lugar en la alfombra roja es también un reconocimiento a tu carrera?
–Sí, tengo una buena relación con Cannes y con Thierry (Frémaux, su responsable), pero también fue una decisión de la producción de la película. Son cuestiones de marketing, de protocolo... En el corte final varias de mis escenas más importantes quedaron afuera –algo que entiendo era necesario para priorizar el eje narrativo y de lo que no me quejo– así que en verdad terminé siendo un personaje importante, pero secundario.
–Fue muy emocionante verte preparándote para entrar en la alfombra roja junto al Chino, quien además tiene su propia película (El Ángel, de Luis Ortega) en el festival. Que padre e hijo estén con un proyecto distinto en el principal festival del mundo no es algo de todos los días...
-Sí, y de hecho con Flor nos quedamos unos días más para acompañarlo cuando en pocas horas más presente El Ángel. En lo general, los dos grupos (el suyo y el mío) nos llevamos muy bien y estamos hermanados, anoche por ejemplo cenamos todos juntos. Es una producción de K&S, con quienes vengo de trabajar en Relatos salvajes y La Cordillera. Y en lo particular, estoy más emocionado por el Chino que por mí. No solo es algo inédito para mi sino que además no sé si hay muchos antecedentes de que un padre y un hijo, ambos actores, estén acá con películas distintas. Estoy feliz por él, porque está haciendo un camino propio, de una forma muy amable y auténtica. Le tengo mucha fe a El Ángel, sé que va a impactar en Cannes.
–Y además ahora son socios en una flamante productora...
–Sí, me quemó la cabeza con la idea y acepté después de resistirme un tiempo porque no quería trabajar todavía más (se ríe). Me convenció de apostar por proyectos pequeños que nos gusten. La señal para concretarlo fue que nos enamoramos de una novela como La noche de la usina, de Eduardo Sacheri, y terminamos comprando los derechos. Eso mismo decretó el inicio de una sociedad que aún no estaba conformada de hecho. Para mi es un honor y un placer estar cumpliendo con un sueño de él. ¡Y ahora estoy a cargo yo porque él se queda filmando en España!
–Casi todas tus escenas en Todos lo saben –muy intensas además– son con Penélope Cruz, ¿cómo fue el trabajo con ella?
–Lo de ella fue conmovedor. Es una actriz increíble. Nos citaban siempre a las 7 de la mañana en medio de la sierra y ella –que es madre de dos niños pequeños– no solo llegaba con toda la energía sino además con miles de ideas para cada escena. Y las compartía conmigo a ver si me parecían bien. Con Asghar y ella cuidamos que cada frase, que cada palabra sonara a la perfección, teniendo en cuenta que su personaje es el de una española que vive hace varios años en Argentina.
–Siempre fue un poco menospreciada: que era bella, pero no demasiado talentosa; que no hablaba bien inglés para trabajar en Hollywood... Lo cierto es que lleva todo el peso de la película y está muy bien.
–Estoy completamente de acuerdo con vos. Es un gran trabajo, se cargó toda la película en sus hombros. Desde el cierre del primer acto su personaje tiene una angustia tremenda que no decae hasta el final. Sin embargo, dentro de esa angustia, ella manejó múltiples matices, registros muy distintos.
–¿Y cómo fue la experiencia de filmar con un director iraní dos veces ganador del Oscar por La separación y El viajante?
–No me guío por los premios, tengo bastantes reparos con respecto a las cucardas. Sus trabajos me impactaron siempre por el tratamiento especial con los actores. Es un tipo obstinado y obsesivo en el mejor sentido de ambos términos. También es abierto, generoso, curioso, se permite el espacio de la consulta, tiene muy claro qué no quiere y puede permitirse alguna duda respecto de lo que en principio sí quiere. La verdad, es un maestro. Es un tipo joven que ha hecho de todo, tiene un impresionante camino recorrido. Se supone que todo el mundo espera mucho de uno porque las sabemos todas, pero con Farhadi íntimamente te das cuenta de que lo mejor que podés hacer es aprender. No hubo barrera idiomática. Las charlas proviniendo de culturas con parámetros tan distintos fueron generando un vínculo muy rico, abierto y generoso.
–Y eso que estuviste a punto de no hacer esta película...
–Cuando me ofrecen trabajar en Todos lo saben, fui a una reunión en un hotel de Madrid a la vuelta del Café de las Artes para decirle que no. Tratándose de una figura como Asghar, por respeto a su trayectoria, quise hacerlo en persona, no con un mensaje, que hubiese sido una grasada. Como sabía que no hablaba español fui con el Chino, que maneja muy bien el inglés (yo lo chapuceo y no quería correr el riesgo de darle una mala explicación). Me recibió con un abrazo, me habló de todas las películas mías que había analizado y eso me frenó un poco. Le expliqué que tenía un contrato firmado para hacer una gira de teatro por toda España para las mismas fechas del rodaje. Me preguntó qué obra era y cuando le dije Escenas de la vida conyugal, me confesó que se había dedicado al cine por esa película de Ingmar Bergman. Me pidió ir a verme al teatro (él también tiene formación actoral) y me dijo: "Yo quiero que estés en la película y voy a lograr que la producción arregle las fechas". Pensé que era por un pedido de Javier (Bardem) y Penélope (Cruz), con quienes somos muy amigos y hace años venimos buscando en qué proyecto trabajar juntos, pero el interés era suyo y genuino. Y así fue: terminé trabajando nueve semanas. Conectamos, tenemos intereses similares y terminamos muy amigos.
–En una entrevista que le hice hace unas horas a Farhadi habló maravillas no solo de tu trabajo sino también del cine argentino y, muy especialmente, del nivel de sus actores.
–Sí, me dijo varias veces que quiere ir a filmar a la Argentina. También me repitió que yo tengo que dirigir porque poseo "una mirada especial" y cerca del final del rodaje me llamó para decirme que tiene una historia especial para mi, que está por terminarla y que me la va a regalar para que yo la dirija y la produzcamos entre los dos. Es una máquina de trabajar. Durante las 15 semanas de rodaje terminábamos de filmar y se iba a editar. Ojalá podamos hacer algo más juntos en el futuro.
–¿Veremos entonces pronto a Darín como director?
–Eso sí me entusiasma. No solo por la propuesta de Asghar sino porque me quedé caliente con la dirección. La señal fue un proyecto muy complicado que lo hicimos con Martín Hodara por pedido de los productores y de la familia de Eduardo Mignogna. Pero reconozco que esa ambición sí la tengo para más adelante, creo que puedo aportar mi visión a una buena historia.
–¿Trabajarías en tu propia película?
–Sí, pero en un papel pequeño. No podría estar mucho tiempo delante de cámara si fuese una película mía como director. Quiero que sea una experiencia placentera, no algo agobiante.
–Lo que se percibe en Cannes es que alcanzaste un nivel de reconocimiento que va más allá de Iberoamérica, que es el ámbito en el que desarrollaste tu filmografía. Tras trabajar con un director iraní, ¿coqueteás con la idea de ampliar aún más el alcance de tu carrera?
–No, no lo tengo como fantasía, como ambición ni como meta por varios motivos. En principio, por camino recorrido y por edad. Y disfruto de mis proyectos, de lo particular, de una etapa más calma de la vida. No me interesa "explotar" como lógicamente le ocurre a los jóvenes con sus carreras. Me entusiasma encontrar buenas historias y buenos personajes. Lo demás escapa por completo al control de uno, así que he decidido no preocuparme. Solo me interesa disfrutar, tratar de ser feliz y aprender de los verdaderos maestros como Ashgar.