Sobre tropezones y porrazos
Jusid habla del fracaso de su película "Bajo bandera" Fueron a verla sólo 40.000 personas Después, realizó "Un argentino en Nueva York", que logró 1.750.000 espectadores
Jusid sabe de éxitos comerciales: sus tres últimas películas -"Papá es un ídolo", "Esa maldita costilla" y "Un argentino en Nueva York"- son una prueba. Pero también sufrió fracasos. Tropezones, como él dice, que le enseñaron a comprender mejor las apetencias del público. Porrazos, como también los califica, sobre los que además reflexiona con sinceridad.
-"Bajo bandera" fue un fracaso de público. ¿A qué lo atribuiste?
-Fue una apuesta fuerte y también una frustración muy grande. La película fue producto de que el autor y yo habíamos quedado muy conmocionados por el caso del soldado Carrasco. Nos pareció que revelaba todo un orden de sometimiento y de autoritarismo que estaba latente en la sociedad argentina, pese a que vivíamos en democracia. Y me pareció que, básicamente, lo que ocurría en ese cuartel tenía que ver con lo que sucedía en algunas sociedades de fomento, escuelas o consorcios, donde había brotes de autoritarismo que no tenían que ver con la realidad democrática hacia la que uno quería ir marchando. Y creí que esa película era representativa. Lo que posiblemente pasó fue que lo que nosotros veíamos no coincidía con lo que en ese momento la sociedad argentina quería ver o estaba esperando. Tampoco -esto es lo llamativo- la sociedad española ni la italiana. Esos países aún tienen servicio militar obligatorio, hubo caso denunciados de muertes de soldados por descuidos o accidentes. Y en ambos la película fue igualmente rechazada por el público, con una crítica desmesuradamente elogiosa en España. Pasó lo mismo que acá. El film fue muy bien tratado por la crítica, ganó premios en varios festivales, y sin embargo... el tema, lo que la película contaba, no era convocante. Esa película -además, yo era uno de los productores- nos dejó muy mal a todos, con una gran frustración económica, porque se perdió todo el costo del film, y anímica. Para un director que pretende establecer un diálogo con la gente (jamás hice películas de espaldas al público, y si me salieron fue a pesar mío), no hay nada más espantoso que una sala vacía. Es una experiencia terrible que el circuito de la comunicación con el público no se concrete.
-¿Este fracaso te marcó el camino por donde pasaba el cine por realizar?
-Ocurrió algo que en términos objetivos es conmocionante: "Bajo bandera" se estrenó un 22 de agosto, y nueve meses después, también un 22, se estrenó "Un argentino en Nueva York". Un film fue visto por 40.000 personas, y el otro, por un millón setecientos cincuenta mil espectadores. Esto a un director lo deja esquizofrénico (sonríe), porque es como un salto. Y los fracasos generan inmovilidad en los directores. Son muchos, acá y en todo el mundo, los que tuvieron un porrazo y estuvieron largo tiempo sin filmar. Yo tuve la suerte, gracias a la propuesta que en ese momento me hicieron Carlos Mentasti y Luis Scalella, de poder producir un hecho, y sacarme de encima ese fantasma del fracaso. Pero aquello fue una señal importante para mí.
-¿Qué aprendizaje extrajiste de una experiencia tan contradictoria?
-Comprendí que cuando hicimos "Bajo bandera", de alguna manera estábamos de espaldas a la realidad. Era un tema que nos interesaba a un grupo de gente, pero no era compartido masivamente. Y cuando uno trata de generar hechos masivos, es bueno tener en cuenta esto. Uno siempre puede hacer lo que quiere; puede caminar hacia su fracaso por decisión propia. Pero creo que hay veces en las que uno se confunde. A pesar de la experiencia dolorosa, pude avanzar y empezar a descubrir que no es la condición personal de uno la que provoca el fracaso, sino que claramente hay cosas que la gente está dispuesta a escuchar o ver, mientras que otras generan un rechazo más allá del deseo que pueda tener uno de inculcarlas.
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