Tres películas sobre Proust
Vaya a saber qué asociaciones se agitaron en el espíritu de Céleste Albaret cuando, en la mañana de aquel 18 de noviembre, en el 44 de la Rue Hamelin de París, comprendió que el hombre al que desde ocho años atrás venía dedicando sus cuidados estaba a punto de expirar. Era 1922; Céleste tenía 31 años. La respiración sibilante del enfermo, en su habitación aislada de los rumores externos por planchas de corcho, indicaba que el fin de ese hombre de 51 años estaba próximo. ¿Qué sería de esta mujer cuando el escritor partiera? Por cierto, nunca lo llamó "Marcel"; su trato se había limitado a invocarlo con la misma expresión que, al final de su vida, Céleste supo que era el título con que un editor lanzaba sus memorias: "Monsieur Proust". Ese libro, con el texto que medio siglo más tarde dictó a un grabador esta mujer iletrada, fue publicado en 1973. Sus vivencias fueron traducidas en imágenes por el realizador Percy Adlon, que en 1981 las llevó al cine con el título de "Céleste". Este film, que el Instituto Goethe de Buenos Aires presentó hace unos años en la Argentina, será la vedette del ciclo "Los laberintos de la memoria: Proust en el cine", que Cinemateca Argentina desarrollará en la sala Lugones del Teatro San Martín entre el jueves 20 y el lunes 24.
La intención de trasladar el complejísimo universo de "A la búsqueda del tiempo perdido" al cine quitó el sueño a varios realizadores. La frustración más famosa fue la de Luchino Visconti. Es probable que el proyecto del genial adaptador de "Il gattopardo" no hubiera llegado a buen puerto. La sensibilidad del italiano vibraba con una impostación operística, y de ahí que algunos de sus grandes aciertos respiren con el aliento de la puesta en escena del género lírico, y esto se advierte tanto en "Senso" como en "La caída de los dioses".
La peripecia silenciosa de Proust conforma la confrontación del narrador con la relatividad de la memoria de un "yo" acaso indescifrable. ¿Cómo traducir esta experiencia a la linealidad del relato fílmico?
Historias parceladas
En tren de no renunciar a la tentación de filmar el apasionante mundo de Proust, Volker Schlšndorff (que ya había acometido la proeza de traducir al cine "El tambor de hojalata", de Gunther Grass) se decidió por acotar el campo narrativo a un sector del texto monumental que comienza con "Por el camino de Swann" y concluye con "El tiempo recobrado". El realizador alemán centró su atención en el personaje de Swann y su amor por Odette y focalizó el guión en una de las tres partes que integran el primer volumen: "Un amor de Swann", texto autónomo que suele editarse por separado. Pero la figura de este dandy de origen judío (Swann, centro de atención en la mundanidad del Faubourg Saint-Germain) reaparece en otros tramos del inmenso relato, por lo que el guión (suscripto por Peter Brook y Jean-Claude Carriére) picotea aquí y allá para dar continuidad al personaje central. La debilidad de "El gran amor de Swann" reside en que la "eficacia" narrativa diluye las sutilezas del tono proustiano.
Más feliz resultó el desafío del chileno radicado en Francia Raúl Ruiz, quien, con un elenco excepcional, se atrevió a la complejidad de "El tiempo recobrado", último volumen de la saga de "A la búsqueda del tiempo perdido". Tuvo la astucia de incorporar al propio Proust (con un increíble sosías suyo, el actor italiano Marcello Mazzarella) como personaje "voyeur" que recorre la feria de vanidades del elegante Faubourg y conecta a los personajes fundamentales del vasto fresco. La polémica composición de John Malkovich como Charlus resulta atractiva y divertida. "Céleste" se erigió en el mejor trabajo de Percy Adlon (quien unos años más tarde saltó a la notoriedad con "Bagdad Café"). Pero volvamos al 44 de la Rue Hamelin. Allí, el ama de llaves de Proust, en los últimos meses de vida del maestro, se ha convertido en su confidente. Sola, la muchacha evoca días felices, cuando el señor se calzaba su sombrero de copa para salir, o, al regreso, le narraba las alternativas de alguna soirée (en la que, a veces, espiaba desde una mirilla las alternativas de ciertas perversiones). En las últimas semanas el escritor accede a que -criada de por medio- su médico le administre inyecciones paliativas de su mal. Pero cuando el maestro muere, Céleste no está en la habitación.
Eva Mattes (elegida por Werner Herzog para acompañar a Klaus Kinski en "Woyzeck") compone admirablemente a Céleste Albaret (1891-1984), el ama de llaves que se consagró al genio mayor de la literatura francesa del siglo XX, quien, al morir, le dejó un sutil legado: "Era seguramente su encanto, su sonrisa, su forma de hablar -dice Céleste acerca de Proust-, cuando apoyaba su pequeña mano en la mejilla. El sonido era música en él. Cuando su vida se acabó, también acabó para mí. Pero la música ha permanecido".
- Además: Proust, inadaptable objeto de deseo,por Hugo Beccacece.
Todo lo que hay para ver
Durante cinco días
Esta es la programación del ciclo "Los laberintos de la memoria: Marcel Proust en el cine": el jueves 20, "Céleste" (Alemania Federal, 1981), de Percy Adlon, con Eva Mattes y Jürgen Arndt. Viernes 21, "El gran amor de Swann" ("Un amour de Swann"/"Eine Liebe von Swann", Francia/Alemania, 1983), de Volker Schlšndorff, con Jeremy Irons, Alain Delon, Fanny Ardant y Marie-Christine Barrault. Sábado 22 y domingo 23, "El tiempo recobrado" ("Le temps rétrouvé", Francia/Italia, 1999), de Raúl Ruiz, con Catherine Deneuve, Emmanuelle Béart, Vincent Pérez, John Malkovich, Marie-France Pisier, Marcello Mazzarella y Chiara Mastroianni. El lunes 24 se cerrará con una nueva proyección de "Céleste".
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