Un fantasma en la familia
La profecía del no nacido (The Unborn, EE.UU./2009, color; hablada en inglés). Dirección y guión: David S. Goyer. Con Odette Yustman, Gary Oldman, Jane Alexander, Meagan Good, Cam Gigandet, Idris Elba. Fotografía: James Hawkinson. Música: Ramin Djawadi. Edición: Jeff Betancourt. Presentada por UIP. 100 minutos. Sólo apta para mayores de 13 años, con reserva.
Nuestra opinión: mala
En este film que mezcla apariciones fantasmales, espíritus demoníacos, folklore judío, exorcismos en hebreo, perros rabiosos cuya cabeza gira 180 grados y hasta algún eco de los experimentos del doctor Mengele, todo sucede en torno de una protagonista joven, bonita y tal vez no muy despierta, pero convencida de dos cosas: una, lo bien que le sienta la ropa interior; la otra, el poder disuasivo de sus gritos, a los que recurre cada vez que se topa con algún peligro, por muy sobrenatural que éste pueda parecer.
Y lo cierto es que tiene motivos para forzar su garganta: entre las pesadillas que la atormentan, el extraño chico con pinta de recién salido de la tumba que se le aparece en medio del bosque o se le cuela por los espejos, el ojo que le cambia de color, la carga del pasado familiar (la mamá se suicidó), la sorpresiva revelación de que tuvo un hermano mellizo que se ahorcó con el cordón umbilical en el vientre materno y hasta los merodeos de un alma en pena (dibbuk según la mitología judía) que anda buscando un ser vivo donde instalarse, no hay modo de que la chica recupere la tranquilidad. Para colmo, en lugar de un consultar a un psiquiatra, busca asesoramiento en una amiga interesada en asuntos del más allá. Cuando haya otras revelaciones sobre los antecedentes familiares por vía materna y ya no alcancen ni esa asistencia amistosa ni el aporte de un noviecito solidario habrá que recurrir a un exorcista, variación que le habrá permitido a Gary Oldman hacerse de unos dólares en estos tiempos de crisis que aconsejan aceptar cualquier papel.
En fin, que cuantas más explicaciones se suman para entender de dónde viene el desasosiego de la protagonista, más se avanza en el camino que va del absurdo al kitsch. Hay algunos sobresaltos de vez en cuando, pero más son los disparates que dan risa y que no se sabe si fueron involuntarios o deliberados.
Jane Alexander -seguramente, otra víctima de la crisis laboral- hace lo que puede en su papel de la inesperada abuela que introduce el tema de Auschwitz en el cuento. Pero el resultado de la mezcolanza es tan inconsistente que ni siquiera justifica la irritación.
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