Un realizador con estética propia
"El hombre sin pasado" ("Mies vailla menneisyyttä", Finlandia-Francia-Alemania/2002). Guión, producción y dirección: Aki Kaurismäki. Con Markku Peltola, Kati Outinen, Juhani Miemelä y Kaija Pakarinen. Fotografía: Timo Saliminen. Edición: Timo Linnasalo. Presentada por Alfa Films. Duración: 97 minutos. Para mayores de 13 años.
Nuestra opinión: muy bueno
Son escasos en el cine contemporáneo los realizadores capaces de imaginar y luego construir en imágenes mundos personales y autosuficientes con un tono, una estética, reglas y hasta una moral particulares. A ese círculo de autores en los que se podría ubicar como ejemplos a Otar Iosseliani, Jim Jarmusch, Emir Kusturica, Abbas Kiarostami, Nanni Moretti, Hou Hsiao-hsien, Todd Solondz, Wong Kar-wai, Tim Burton, Todd Haynes o Takeshi Kitano pertenece el finlandés Aki Kaurismäki.
Un simple plano o un mínimo gesto de uno de sus leales intérpretes alcanza para saber que estamos ante un film del director de "Ariel", "La chica de la fábrica de fósforos", "Nubes pasajeras" y "Juha". Su cine bebe de la rigurosa coherencia y el ascetismo de Yasujiro Ozu y Robert Bresson, del espíritu lúdico chaplinesco, de esa desesperanza y esa devoción por su troupe actoral que tenía Rainer W. Fassbinde y también de los ideales de los viejos anarquistas.
En "El hombre sin pasado", la gran revelación del último Festival de Cannes, Kaurismäki combina los melodramas en Technicolor de los años 50 con el cine de clase B (resulta evidente el homenaje a "El hombre invisible") a partir de una de esas historias clásicas, sencillas y en apariencia superficiales, pero que debajo de sus múltiples capas dejan sedimentos de enorme interés, complejidad e inteligencia.
La anécdota es por demás simple: un hombre del que nada sabemos (ni sabremos casi hasta el final) llega a Helsinki en busca de trabajo. A poco de bajarse del tren, es brutalmente saqueado y golpeado hasta ser declarado clínicamente muerto en el hospital. Sin embargo, desfigurado y amnésico por completo, esta suerte de Víctor Sueiro finlandés se recupera milagrosamente (nunca quedará claro si en la realidad o en forma de sueño) para iniciar una nueva vida.
Artificial e idílica
Es evidente que "El hombre..." no se pretende una película realista sino una oda tan artificial como idílica a los marginados, los perdedores, los olvidados, los caídos del sistema que aquí viven en containers, trabajan como mucho dos días por semana, pero resisten a fuerza de pequeños lazos de solidaridad.
"El hombre..." salta del melodrama a la comedia absurda para recalar finalmente en la épica romántica, ya que el enigmático protagonista (Markku Peltola) encontrará en Irma (la notable Kati Outinen), integrante del Ejército de Salvación, a su ángel de la guarda primero y luego al amor de su vida.
Entre un humor lacónico, diálogos que por momentos bordean el ridículo, caen en filosofía barata de café e inesperadamente alcanzan picos de gran lirismo, Kaurismäki construye un film diáfano y extravangante a la vez, en el que se burla de la burocracia estatal y de la sociedad de consumo, que no conciben que exista un ser humano que vague libre, sin identificación ni referencias concretas.
Con una puesta en escena digna de un maestro que no necesita demostrar su valía, con el aporte de su habitual y talentoso director de fotografía Timo Saliminen, con la conexión casi instintiva que establece con su insustituible grupo de actores y con un permanente fondo musical que fusiona el tango finlandés (todavía más triste y melancólico que el argentino) con el rock, que aquí alcanza un valor redentor, Kaurismäki consigue la película más accesible y disfrutable de su impecable carrera.
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