Festival Pantalla Pinamar. Una amiga de la casa
La española Mercedes Sampietro repasa su extensa carrera
PINAMAR.- De sus ojos claros y de su sonrisa cordial emanan una enorme calidez que se trasunta en anécdotas de su infancia y de su juventud, en la felicidad por estar nuevamente en tierra argentina y en que "El crimen de Cuenca", uno de los films más representativos de la cinematografía hispana de los años setenta pudo verse otra vez en la primera edición del festival Pantalla Pinamar que culminó anoche.
Ella es Mercedes Sampietro y el diálogo con LA NACION surge espontáneo entre recuerdos de sus inicios artísticos, sus muchos premios obtenidos y, como ella dice, "de ser afortunada en poder escoger personajes sensibles, tiernos o dramáticos que [le] permiten crear una enorme galería de tipos con gran variedad de psicologías". Actual presidenta de la Academia de Cine de España, ella no magnifica tal condición, sino que, con extrema modestia, dice: "Ostentar este cargo es un honor, pero hoy estoy yo; luego estará otra actriz u otro actor, y así habrá una constante rotación que es buena y necesaria... En la Academia de Cine trabajamos mucho, con enorme entusiasmo y sin percibir dinero alguno, aunque sabemos que esa labor redunda en favor de nuestra cinematografía, y con ello ya nos damos por bien pagados".
Los recuerdos de Mercedes Sampietro se trasladan a su adolescencia. "Era -evoca- una secretaria que pensaba con convencimiento transformarse en ejecutiva. Era muy tímida y poco participativa; casi no tenía amigos y en mi barrio barcelonés había un pequeño teatro, uno de esos lugares en los que los aficionados sueñan con ser grandes figuras del escenario. Uno de mis conocidos me convocó para interpretar el personaje de una obra, algo que mi madre, que alentaba mis posibles condiciones de actriz, me sugirió hacer. Así, con enorme modestia, subí a un escenario y hasta hoy no me bajé de él. Yo ya tenía la vocación de actriz e ingresé en el Instituto de Barcelona; comencé a actuar con el grupo Los Cántaros, actividad que seguía alternando como oficinista hasta que en 1970 Gonzalo Pérez D´Olaguer me propuso para sustituir a Julia Peña en la compañía de Juan Diego en la obra «La noche de los asesinos», y en 1971 participé en la pieza «Olvida los tambores», de Ana Diosdado, y ello fue decisivo para mi futuro. Ya me había convertido en actriz y ahora tenía que demostrar que valía."
-¿Cómo fue su paso al cine?
-Otra vez la suerte obró a mi favor. En 1977, el realizador Jaime Chavarri, que me había visto en teatro, me propuso integrar el reparto de la película "A un Dios desconocido", que tuvo un relativo éxito, y un año después rodé "¿Qué hace una chica como tú en un sitio como éste?", de Fernando Colombo. No pasaron muchos meses cuando Pilar Miró, una directora a la que yo admiraba enormemente, me propuso para filmar "El crimen de Cuenca", que se transformaría en un film emblemático de esa década y de las posteriores.
-¿Mientras tanto continuaba haciendo teatro?
-En mí el teatro es un vicio sano. Estuve en los repartos de "La vida es sueño" y "La casa de Bernarda Alba", por ejemplo, aunque el cine seguía convocándome. Así, y otra vez de la mano de Pilar Miró, hice "Gary Cooper que estás en los cielos", y llegaron los premios, más ofertas de trabajo, mi incorporación a la televisión, mis trabajos como dobladora de films extranjeros; en fin, todo lo concerniente a la actuación.
-¿Dónde había quedado aquella chica tímida y poco participativa de su adolescencia?
-Fue devorada por una trayectoria que me llenó de halagos y de satisfacciones. Puedo ponerme en la piel de muchas mujeres; puedo viajar, como ahora a la Argentina, país al que quiero como propio y que me dio la oportunidad de intervenir en el film "Lugares comunes", junto a Federico Luppi y con la dirección de Adolfo Aristarain y, ahora, estar en este festival tan entrañable.
-¿Cuáles son sus próximos proyectos artísticos?
-A mi regreso a España comenzaré el rodaje de "Reinas", con la dirección de Manolo González Pereyra, y posiblemente prosiga con una gira que hasta hace poco hacíamos por toda España con la obra "Danza macabra", de Strindberg, en la que acompañaba a José Sacristán. Espero, con mucha ansiedad, volver a la Argentina para intervenir en alguna coproducción entre nuestros dos países. En lo inmediato, estoy feliz en esta Pantalla Pinamar, que me vuelve a reunir con muchos amigos y colegas y con un público que, felizmente, me conoce y me quiere.
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