Su lugar en el mundo es la radio, pero llegó a ella gracias a la TV. Claudio Rico era parte del staff de Desayuno, el programa de Canal 7 de Víctor Hugo Morales, cuando un compañero le avisó que Ari Paluch estaba buscando un humorista para El exprimidor. Hizo el casting en un bar: empezó al día siguiente. Y aunque esa experiencia no fue la mejor, desde ahí nunca paró. Su especialidad es el humor; su fuerte, las imitaciones. Ahora, es parte del programa de Eduardo Feinmann en Radio la Red. "Todavía no se avivan y sigo laburando", bromea.
–¿Qué pasó con Ari Paluch?
–Los primeros tres meses trabajé sin cobrar, porque no había presupuesto. Entonces yo avisé que si volvía Desayuno (que había parado por vacaciones), me iba. Cuando me llama Eduardo Metzger para volver a la tele, le digo a Ari que le agradezco la oportunidad, pero que me voy. A la semana me vuelve a llamar y me ofrece un sueldo. Así que ahí arranqué.
–¿Tenías otro trabajo que podías soportar tres meses sin cobrar?
–Sí, me dedicaba al asesoramiento de informática. Armaba equipos de computación, hacía mantenimiento y también shows en algunos café concert. En esa época, estudiaba Medicina y con eso también me garpaba los estudios.
–¿Qué pasó con la carrera?
–Hice dos años. Después, mi viejo tuvo tres ACV, tuvo que dejar el laburo, quedó muy mal. Yo me ocupé de su empresa. Tenía una agencia de remises, pero no la pude sostener y quebramos. Entonces empecé a trabajar por mi cuenta para mantener a mis viejos.
–¿Tu mamá no trabajaba?
–No, era ama de casa.
–¿Tenés hermanos?
–Tenía un hermano con el que trabajé en la empresa de mi papá. Después nos separamos y no pudimos retomar.
–¿Tampoco pudiste retomar Medicina?
–No. Lo que hago ahora me lleva mucho tiempo y me gusta.
–¿Cuándo empezaste con las imitaciones?
–En el colegio. Yo vivía en Ituzaingó, iba al Manuel Belgrano. El primer personaje que hice fue Bernardo Neustadt. También hacía a Chirolita y a Raúl Alfonsín.
–¿Pensaste alguna vez que eso podía ser un trabajo?
–Jamás. Además, era muy cuestionado. No era una cosa muy valorada en mi casa. Mi vieja siempre me decía que me dejara de joder con esas boludeces. Ella veía que todo lo artístico tenía que ver con la falopa, el puterío, qué se yo... Mis padres eran muy conservadores.
–¿Te gustaba ser asesor informático?
–Me encantaba. Entendía mucho lo que pasaba. Ahora hace rato que no leo manejo de equipos. Antes los armaba, les daba garantía, les hacía mantenimiento. Tenía un montón de clientes y me iba bastante bien.
–¿Hasta cuándo viviste con tus padres?
–Me casé a los 26 años. Y a los nueve meses nació Sabrina, mi primera hija.
–¿Seguiste manteniendo a tus viejos después de casarte?
–Mi papá murió y mi mamá se quedó viviendo con una tía. Yo seguí siendo su sostén, junto con mi hermano. Después, él se fue e hizo su historia. Pero yo seguí ayudando a mi madre. Con la jubilación de ella, más lo que yo aportaba, se mantenía. Así fue hasta que murió, hace dos años.
–¿Tu papá se murió por los tres ACV?
–Yo creo que mi papá se murió porque se dejó morir. Cuando le agarró el tercer ACV, ya le costaba hablar. No podía decir casi nada, no quería comer, largó la toalla. "Me quiero morir", me decía y ya no hizo más esfuerzos por quedarse.
–¿Fue traumático para vos?
–Muy traumático. De hecho esos dos años y medio que estuve con mi papá así, no hice humor, no hice imitaciones, no hice nada. Después, retomé en un cumpleaños y a partir de ese día empecé con los eventos. Me fue muy bien.
–¿Qué repertorio tenías?
–En esa época hacía a Verdaguer... Tenía como veinte personajes armados en un show. Hacía sólo las voces y a veces usaba un bigote o un anteojo. Hasta que empecé a trabajar en Videomatch y arranqué con las máscaras.
–¿Cómo llegaste a Videomatch?
–Fue en 2004. El programa de Paluch salía desde el edificio de Ideas del Sur. Un día imité a Raúl Castells y vino un productor de Tinelli a decirme que Marcelo no podía parar de reírse con la imitación, que quería juntarse conmigo a la tarde. Fui a la reunión y me dijeron que les encantaría que estuviera con ellos en Videomatch. Yo me desmayé, me volví a parar y dije "Sí quiero". Estuve en el 2004, 2005 y 2009. El personaje que me popularizó fue Luis D’Elía en Gran Cuñado.
–¿Y al programa de Víctor Hugo como habías llegado?
–En una radio de barrio me crucé con Estelita Montes. Nos pasamos los teléfonos y a los quince días me llamó para avisarme que buscaban imitadores para Desayuno. Entonces fui a una prueba.
–¿Qué tuviste que hacer?
–La prueba consistía en hacerle creer a Víctor Hugo que estaba hablando con Aldo Rico, por teléfono. En realidad, era yo imitándolo. Lo hicimos y Víctor Hugo se recalentó.
–¿Cómo? ¿Él se lo creyó?
–Claro. Después le avisaron por el talk back –que comunica al director y al productor con el conductor– que en realidad no era Aldo Rico y que estaban probando a un humorista. Entonces, me lo presentan y él me dice: "Extraordinario. ¡Entré como un caballo!" Eso fue un viernes, el lunes arranqué. Yo pensaba que estaban totalmente locos. Con esa sola prueba, ya me mandaban al aire. Decidí hablarle a los guionistas: "Nunca hice aire. Es una locura, ya quieren que empiece el lunes", les dije. "No es una locura –me dijeron–. Si vos salís al aire el lunes y te va mal, a la semana nadie se acuerda. Y si te va bien, vas a tener laburo". Evidentemente me fue bien, porque desde esa época no paré. Hice tele con Víctor Hugo, radio con Paluch, con Tinelli y con Fernando Bravo... Hubo un año que arrancaba a las 6 de la mañana con Ari, de 10 a 12 estaba en la radio con Tinelli, de 14 a 18 con Bravo y después hacía Videomatch en Telefé. Durante los primeros seis meses de vida de mi hija más chica la vi siempre durmiendo. Hasta que después renuncié al programa de Marcelo para tener la tarde libre. Me había comprado mi primer cero kilómetro, me quedé dormido y me subí a la vereda. No me pasó nada, pero pensé que esa había sido una señal para parar un poco.
–¿Hablaste con Tinelli cuando renunciaste?
–No. Hablé con Carlos Infante. "¿Cómo le vas a renunciar a Marcelo? A Marcelo no se le renuncia", me dijo. "A mi familia yo no renuncio, a Marcelo sí", respondí. Después, todo bien con Marcelo. Nunca hubo drama.
–¿Tu mujer te reclamaba que no estabas nunca?
–No. Flor siempre se ocupó de la casa, pero también era mi productora y la que me manejaba la agenda con los eventos. Después, incorporé a mi hijo para que me hiciera el sonido. Compramos un equipo de sonido y él es el que me hace las pistas y me las pasa en los shows.
–¿Hasta el día de hoy se mantiene esta estructura?
–Sí. Hasta que él decida trabajar en otra cosa. Él está estudiando arquitectura y le lleva mucho tiempo.
–Pasaste por un montón de radios. ¿Trabajaste con Rial también?
–Rial es el que me trae a La Red en 2010. Ese año decidí dejar a Paluch. Le dije que no quería seguir más. Era una situación insostenible ya.
–¿Por qué?
–Porque cuando empecé a hacerme popular, Ari me sacó del estudio y me dijo que no quería que estuviera más en la mesa. "Quiero que salgas por teléfono desde otro lado", me dijo. Estuve seis meses encerrado en un cuarto y la verdad, me pareció un sometimiento. Lo hablé con mi analista y me dijo que tenía dos posibilidades: o dejaba el análisis o dejaba a Paluch. Dejé a Paluch.
–¿Se enojó Ari?
-No sé, ni me importa.
–Tenés malos recuerdos.
–Sí. No la pasé nada bien. Crecí y aprendí mucho. Pero a veces llegaba a mi casa llorando. Era tanta la presión… Me fui diciéndole a Ari que el combustible espiritual no lo tenía que escribir, lo tenía que leer.
–No tenía problema sólo con las mujeres, evidentemente.
–No sé si era con las mujeres. Sí sé que en algunos momentos los tratos no eran los mejores. Me enfermaba cuando trabajaba con él. Me agarraba bronquitis, bronquitis, bronquitis, bronquitis... Somatizaba.
–¿Nunca lo pudiste hablar?
–No me interesó. El problema era de él. Él podría haber sacado provecho de mi popularidad, yo ya estaba en Videomatch... Sin embargo, parecía que no le gustaba mi crecimiento. Y a partir de que me fui, empecé a crecer de una forma exponencial.
–¿Qué pasó?
-Fue como que me liberé. A la semana me llamaron de Radio Continental para trabajar con Magdalena Ruiz Guiñazú. Cuando estaba casi cerrando con ellos, me convoca Jorge Rial para La Red. "¿Firmaste ya? ¿Arreglaste plata?", me preguntó. Le dije que recién la semana siguiente me iba a juntar por la plata, entonces me manda a La Red. "No te preocupes por la plata que arreglamos lo que quieras", me dijo. Me tomé un taxi desde Continental a La Red, me reuní y ahí: "Jorge te quiere, la radio te quiere así que poné el número vos". Me acuerdo que arreglé un muy buen número, firmé y desde 2010 que estoy en La Red. Trabajé primero con Rial, después vino Majul y ahora, Feinmann.
–Supiste aprovechar el auge de los imitadores.
–La verdad que sí. Yo creo que el humor es necesario. Si no amenizas lo duro de lo cotidiano... Nosotros ahora innovamos con algo en radio que no hace nadie: hago las imitaciones caracterizado. El pase del programa se hace por Facebook Live. ¡Vos no sabés la gente que escribe agradeciéndonos que hagamos eso!
–¿Cuáles son tus hits?
–Luis D’Elía fue uno de los más conocidos. Y hoy Julio Bárbaro, China Zorrilla, Aníbal Pachano, Javier Milei... Son los que más me piden.
–¿Son también los que más te gustan?
–Sí. Si no disfruto el personaje, no lo puedo sostener.
-¿Con cuál te pasó?
-Con Duhalde. En cambio Guillermo Coppola, por ejemplo, es uno de los que más disfruto.
-¿Cómo ves a la competencia?
-Rolo Villar es un referente. Después, yo distingo lo que es el imitador de radio del que se caracteriza en la tele. Para mí, son dos cosas totalmente distintas. El que imita en radio tiene la fuerza de la voz, que no necesita el de la tele. Vos te ponés una máscara, te caracterizás, ponés dos muletillas y el personaje ya está compuesto. Ahora, vos a esa persona le sacás la máscara, la ponés en radio y pensás: "¿A quién está imitando?"
-Si lo hace mal es un espanto.
-Es que en muchos casos es las voz del actor y la máscara. Entonces yo sí destaco a Pato Muzzio, a Ariel Tarico, a Nacho Bulián... Todos nosotros trabajamos la voz y lo gestual. Cada vez que hago un personaje en la radio muchos se ríen en la mesa porque tomo la composición desde el cuerpo del personaje.
-¿Quiénes son los que sirven sólo para la tele?
– Freddy Villarreal es un gran caracterizador. Hace una muy buena composición desde lo actoral y desde la caricatura, pero no es el personaje en muchas de las voces. Martín Bossi también. Martín es un carbónico desde lo gestual y desde lo corporal. Pero en las voces... En algunas se parece, en otras no. Hay una chica que hace de Cristina en el programa de Lanata...
–Laura Bruni.
–Bueno, Laura Bruni es una gran imitadora de la Cristina de Martín Bossi. Por eso yo trato de no escuchar otros imitadores. Si vos los escuchás un día para evaluar, está todo bien. Ahora, si escuchás veinte veces a Bossi haciendo a Cristina y vos sos imitador, lo que lográs es que se te pegue el personaje de Bossi. Por eso valoro mucho al imitador de radio. Sin desmerecer al otro.
–Antes dijiste que dejaste trabajos por tu familia. ¿Te arrepentís de eso ahora?
–¡No! Mi éxito es mi familia. Mi mujer, Florencia, con la que estoy casado hace 25 años. Y mis tres hijos: Sabrina, de 25; Matías, de 19 y Camila, de 13. Yo necesito ser un papá presente. Soy recontrafamiliero. Creo que en mi carrera no llegué más alto de lo que podría haber llegado porque prioricé la familia. Si no, yo hoy sería uno de los número uno de la radio o de la tele.
–¿Cómo?
–Le dediqué más tiempo a la familia que a la carrera porque yo sufrí mucho tener un papá ausente. En mi casa no me festejaban los cumpleaños y a mi viejo no lo tenía ni en mi cumpleaños, ni en Navidad ni en Año Nuevo.
–¿Estaba siempre con el remise?
–Sí, siempre. Y después de que murió, me enteré que había otra familia.
-¿Tu papá tenía otra familia?
–Antes de casarse con mi mamá, había tenido otra pareja con la cual había tenido dos hijos. Nunca me enteré que existían. Los conocí hace diez años, de casualidad, en un parque.
–¿Cómo fue?
–Yo me había comprado una cámara digital que se usaba con diskette. Entonces, para amortizarla, le sacaba fotos a la gente, les daba el diskette por dos mangos y les dejaba mi tarjeta con lo que yo hacía. Estaba haciendo eso en el Parque Chacabuco y una señora, cuando lee mi nombre, se pone a llorar "¿Vos tenés un hermano que se llama César?", me pregunta. "Sí", le respondo."¿Y un papá que se llama Luis?", me dice. "Sí". Y se quiebra mal. Le pregunto si se siente bien y me dice que era la esposa de un medio hermano mío. Traté de contener a la señora, que estaba muy consternada. Al rato, llega mi medio hermano y ahí me entero de toda esta historia. Nos vimos un tiempo y después, nunca más.
–¿Por qué?
–No lo sentía y no podía forzar el vínculo.
–¿Tu familia cómo se toma tu trabajo?
–En mi casa me odian un poco. Yo a veces me desvelo. Me despierto a la madrugada. Como no me puedo dormir, lleno la bañera, me pongo los auriculares con el celular y trato de sacar personajes... ¡a los gritos! Mi señora me dice que no sabe qué es lo que genera mi laburo porque cuando suena la música, me transformo. Puedo haber tenido un pésimo día, pero suena la música y me olvido de todo.
–¿Hay algún personaje que no te salió?
–No tuve personajes complicados. Ahora, si me pedís un personaje de un día para el otro, quizás te digo que no. Los personajes los pruebo en casa. Después, en un asado con amigos. Después, los tiro en un evento. Si veo que la gente del evento responde, digo "Listo, está para el aire". Entonces voy, lo tiro en la radio y explota. Son dos o tres meses de trabajo por cada personaje hasta que lo saco. Escucho, copio, voy escribiendo. Lo que dice el tipo, lo escribo en un papel. Y después voy repitiendo arriba del tipo. Me grabo y me escucho, me grabo y me escucho. Donde veo que hay un tono de voz que es parecido, empiezo a practicar directamente con eso. Y después, empiezo con el texto propio. Cuando ya el texto propio me permite usar la voz del personaje, estoy para salir. Es todo un laburo.
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