Coherencia interpretativa
Recital del Cuarteto de Cuerdas Buenos Aires, con Claudio Baraviera como cello invitado. Beethoven: Cuarteto Rasumovski Nº 2. Schubert: Quinteto con dos violoncellos. Asociación Wagneriana. Teatro Avenida. Jueves 26 de octubre. Muy bueno
El jueves último, el Cuarteto Buenos Aires presentó a su nuevo primer violín, Haydée Francia, también concertino de la Filarmónica, una orquesta de donde salieron los integrantes del conjunto, cuando se fundó, en 1984. El debut estuvo lejos de ser una mera reunión social, porque el programa contenía dos obras camarísticas claves del temprano siglo diecinueve, cuya interpretación pone a prueba la profundidad de las posibilidades técnicas, expresivas y comunicativas de los ejecutantes.
El Cuarteto Buenos Aires, no sólo salió airoso de este compromiso, sino que, además, demostró su capacidad de percepción estética y emotiva mediante versiones muy dignas, notoriamente por encima de las pautas locales. El tipo de sonoridades exigido por el segundo de los Rasumovski, de Beethoven mostró la coherencia y entendimiento de los cuatro instrumentistas, que consiguieron una clara diferenciación de carácter, irreprochable acentuación y efectivo control sobre la estabilidad de los tiempos. No se excedieron en la vehemencia expresiva ni en el subrayado del dramatismo del segundo movimiento, y desplegaron atractiva riqueza de sonido en el Allegretto. Fue un Beethoven poblado de interesantes momentos interpretativos, mediante una versión bien concentrada, conseguida sin forzar la intensidad ni disimular las rugosidades.
En cuanto a la versión del Quinteto con dos cellos, de Schubert, la cuestionable transparencia polifónica del primer movimiento, no hizo presumir que el Cuarteto Buenos Aires resolvería de manera tan convincente el resto de la obra. De no haber estado precedido por el sólido Beethoven, podría suponerse que el lado fuerte del conjunto queda mejor expuesto en los fragmentos líricos y en las evocaciones poéticas. En los dos movimientos centrales este Schubert, disfrutó precisamente del color y del clima sonoro, sobre todo en el Adagio del segundo, con un notable destaque interpretativo de Haydée Francia.
La intervención del violoncelista Claudio Baraviera tuvo sonoridad densa y redonda, además del canto amplio y orgánico. Preciso en la afinación, fue un compañero muy valioso que agregó su propia entonación y contribuyó con nobleza y rigor musical, a resolver el difícil problema interpretativo que plantea este Schubert.
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