Con fervor y sin rutina
Mónica Cosachov, clave, y el Argentrío con Gabriela Bacchela en violín, Patricia Pasmanter en violoncello y Adrián Altamura en flauta. Obras de Quantz, Couperín y Johann Sebastian Bach. Ciclo Conciertos en el Bosque. Hotel Alvear Palace. Miércoles 25 del actual. Nuestra opinión: bueno.
Estos días que obligaron a posponer el Colón como sitio habitual para casi toda la actividad musical de Buenos Aires permitieron revalorizar algunas salas injustamente ubicadas en el banco de suplentes, y hasta conocer nuevas. El recital realizado anteayer en un subsuelo del Hotel Alvear descubrió la existencia de un ámbito propicio para la música de cámara, con excelente respuesta acústica y capacidad ideal para este tipo de audiciones.
La experiencia indica que las salas teatrales o cinematográficas que se usan como sustitutas son muy poco aptas para la música, sobre todo si se trata de formatos instrumentales reducidos. De manera que el hallazgo de un sitio con reales aptitudes, pequeño, totalmente aislado de los ruidos exteriores, debería registrarse como una interesante incorporación al circuito de la creciente actividad musical ciudadana. Aunque lamentablemente, salvo para este ciclo de conciertos, auspiciado por el mismo hotel, parecería que tal posibilidad no es inmediata.
El recital también tuvo que ver con el ámbito, porque sin ningún tipo de decoración especial, el sitio se identifica con los lugares originales en que se interpretaban las composiciones durante el siglo XVIII. El Argentrío es un conjunto con las ventajas de los grupos aún no contaminados por el profesionalismo, lo que les permite desplegar una intimidad camarística que suena auténtica y la cuota de fervor de los que, todavía, no están neutralizados por la rutina.
Tal vez les falte la porción de aplomo que tienen los experimentados profesionales, pero ya lograron cierta cohesión rítmica y frasean con espontánea musicalidad. Los tres instrumentistas son muy jóvenes y exhiben una formación pareja. Es posible que se mantuvieran en una actitud nada competitiva, por la presencia junto a ellos de la clavecinista Mónica Cosachov, capaz de absorber siempre el interés de la audiencia con sus convincentes interpretaciones. Tocaron una Sonata Trío del flautista alemán Quantz, otra Sonata del parisino François Couperin, una especie de "Collage Bach" (muestrario de algunos muy populares momentos como la "Badienerie" de la Suite Nº 2, para flauta y cuerdas) y, finalmente, la Sonata en Sol Mayor, también de Bach, lo más logrado de la noche, cuando clavecinista y trío lograron comunicativa vitalidad.
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