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Muchas caras de telenovela se vieron el martes en el preestreno de Música en espera , la ópera prima de Hernán Goldfrid. Y no era para menos: la actriz protagónica es Natalia Oreiro, que estuvo todo el tiempo rodeada de flashes y fans, sin dejar de sonreír y agradecer. Goldfrid, muy espontáneo, le daba una mano para lidiar con la situación, y tranquilizaba a un grupo de fanáticas que querían tener una foto autografiada con su ídola.
Otra de las protagonistas, Norma Aleandro, mucho menos asediada, fue una de las primeras en ubicarse en la sala. La siguió el actor Diego Peretti, galán de Oreiro en la película, que decía a quien quisiera escucharlo que estaba muy contento.
La última en ingresar fue Oreiro, a la que debieron prácticamente arrastrar porque empezaba la proyección. También fue la última en irse, pero esta vez, arrastrada por otras manos, las de su marido, Ricardo Mollo.
Entre las actrices que se acercaron a ver la película y saludar, estaban Laura Azcurra y Virginia Innocenti, quien a la salida le confesó a Peretti que se había reído muy mucho con la comedia romántica.
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Si se hubiera dado un premio al espectador mejor vestido para ver El f antasma de la Ópera, sin duda lo hubiera ganado Mirtha Legrand, porque supo ponerse a tono con la historia de romance y tragedia ambientada en la Opera de París. La conductora de los almuerzos televisivos fue a la avant-première del musical, que se presenta desde ayer en el teatro Opera, con smoking negro, camisa de cuello victoriano y lazo con broche brillante. Algo parecido pensó también Karina Rabolini, de negro total. No así la mayoría de empresarios y periodistas invitados que, con look de oficina, estuvieron presentes. Entre otros, Ricardo y Eduardo Grüneisen, Alejandro Roëmmers, Roberto Devorik, Enrique Llamas de Madariaga, Marcelo Longobardi y Mariano Grondona.
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Actitudes de primera fila. La más común en los minutos previos a los desfiles es la charla con los vecinos de silla. La adoptaron el martes las actrices Julieta Díaz, Lucrecia Blanco y Romina Ricci, mientras esperaban el comienzo de la presentación de Vitamina, ambientada con luces de neón, en el Malba. Leonora Balcarce, en cambio, innovó al pie de la pasarela, mantuvo silencio, sacó su cámara digital y sin mediar palabra empezó a autorretratarse con sus vecinos.
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