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Rafael Alberti, Manuel Puig, Julio Cortázar, Horacio Guarany, Osvaldo Lamborghini, Mercedes Sosa, Manuel Mujica Lainez... Todos estaban colgados en El Elefante Blanco, la semana última. Las celebrities miraban desde fotos enmarcadas, y el elefante era, en realidad, la librería argentina en Madrid, donde –hasta el 4 de marzo– espera la muestra Autores. Fotografías de José Lamarca. Para inaugurarla, la semana última, se armó un festejo hispanoargentino, con españoles fascinados por los sándwiches de miga. Y por la voz de Cristina Banegas –justo, de vacaciones por España– en una buena versión de Malevaje. Entre muchos, la aplaudían argentinos como la editora y dueña de la librería, Marta Gallardo –hermana de Sara, además–; Lamarca –hermano del diseñador Manuel, además–, y Jorge Soplete Sorondo –padre de Sybilla, la diseñadora española–. Sorondo se había caído y estaba magullado: "No saben cómo quedó el otro", intentaba impresionar. A unos metros, tres colombianos invitados por el poeta Luis Alberto de Villena hacían oír sus ideas revolucionarias: "¡El tango es colombiano y ustedes, los argentinos, lo han vuelto atroz!"
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Es un asunto difícil contener el ánimo consumista de los chicos si se tiene cerca a Diego Dalvia y a Felipe, su hijo de 4 años. "Dejemos el helado para más tarde, porque en un rato tenemos que almorzar", podría explicar uno a su hijo. "¡Pero él tiene!", podría contestar la parte interesada, señalando a Felipe. Que, en una tarde de playa, puede pasar sin problemas del helado a la gaseosa y de los barquillos a lo que ofrezca el próximo vendedor ambulante. Incluso, si no hay nada más tentador a la vista, Felipe puede insistir en probar el café de su padre. Y lo consigue: pero un trago, nada más.
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En tanto, Balthazar, Tiziano y Benicio –los hijos de Valeria Mazza y Alejandro Gravier– tampoco tienen mucho de qué quejarse. Son los únicos chicos en Punta del Este a los que su padre lleva de paseo en un descapotable Jaguar XK 140 Roadster 1957, el mismo que estuvo exhibido, hace poco, en el Conrad, durante la Semana Internacional del Automóvil Sport & Clásico. Y no pasan inadvertidos. Mazza, en cambio, prefiere un modelo más discreto, como en el que llegaron, noches atrás, a la fiesta Batonga, en Budabar. Una de las noches en las que decidieron dejar José Ignacio.
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"La crítica de arte Laura Feinsilver sostiene que mis dibujos están inspirados en el humor ácido del cabaret alemán de los años 20, teoría altamente improbable para un amigo antropólogo que entiende que mis personajes tienen un curioso parecido con los famosos moais de la isla de Pascua. Yo prefiero creer que, por lo menos algunos, fueron vecinos míos en Villa Devoto cuando estudiaba Arquitectura", reflexionaba el pintor Enrique Gorla en la inauguración de su muestra Humor, tango y jazz, en la Sala de Exposiciones Temporarias del Museo Histórico del Banco de la Provincia de Buenos Aires, una extraña reunión donde intiman compadritos de Palermo, músicos del Dreamland Café de la calle 35 de Nueva Orleáns y querandíes amantes del humor patafísico.
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Mientras la mayoría de los porteños se queja de un enero tan frío, Juan Leyrado recordará estos días como los más fríos que le hayan tocado pasar. Pero no es que exagere: es que el actor está en Italia, en Nápoles, filmando La mano de Dios, la película sobre Maradona, en la que Leyrado encarnará a Guillermo Cóppola. Las vacaciones quedarán para más adelante: a su vuelta seguirá con la obra de teatro Ella en mi cabeza.
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Como de porcelana, así asomará Mirtha Legrand pronto, en la campaña gráfica de los anteojos Philippe Rosset. El día del shooting tardó un poco más de lo convenido, pero llegó con todo listo: la seguía un equipo de maquilladora, peinadora y dos asistentes. Para vestuarista, nadie como ella misma: eligió ropa por ropa. Y recurrió a sus propias alhajas. La sorpresa llegó cuando pidió que le compraran "unas pizzas". Es que había llegado directamente de uno de sus almuerzos.
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Ni siquiera la adrenalina del escenario del Festival de Cosquín hizo perder su melancolía a Víctor Heredia: el músico extraña su departamento de Palermo. Tuvo que mudarse a un country, porque el timbre de su casa de la calle Anasagasti no paraba de sonar. Y se presentaba gente con todo tipo de pedidos, incluso laborales y hasta monetarios. Heredia decidió mudarse cuando una noche confundió a una persona que acudía en su ayuda con un invitado, y lo hizo pasar al living como si nada.