Teatro. Cristina Lobaiza, una dramaturga feminista
Su hija Mercedes Arce adaptó su soliloquio Estamos bien y lo convirtió en el unipersonal Soñar con cocodrilos
Muchos músicos y compositores dicen que ellos escuchan cosas que la gente común no puede, que su imaginación y sensibilidad artística los hace llegar a lugares que no cualquier persona llega y que por eso nacen esas canciones históricas que logran poner la piel de gallina a todo el que la escucha. Al parecer, en el caso de los escritores y poetas es igual. Todo empieza ahí, con una voz. Cada artista tiene su propia sensibilidad, algunos con música, otros con imágenes, cada uno tiene su estilo propio de poner en acción lo que imagina. "En mi caso, son voces, y a veces están identificadas y son familiares, otras son desconocidas que me llenan de intriga y sospecha de quiénes serán. Llegar ahí es ir a un lugar en donde uno escucha voces, eso es muy fácil porque solamente es escuchar, el problema y lo difícil es llegar a ese lugar. Es como escuchar lo que no escuchan los demás. Para mí, todo es poesía, y después esa poesía va tomando forma y cuerpo", dice Cristina Lobaiza, que más allá de tener varios títulos en su haber licenciada en psicología, poeta, dramaturga, escritora y artista visual es una fuerte representante del género femenino en el ámbito artístico.
Tiene seis libros publicados en España y la Argentina, más de siete premios y seis muestras individuales en ambos países y tres videopoemas que realizó en los últimos años. Destacada por una escritura muy ligada a la mujer, Lobaiza cuenta cómo comenzó su camino en el mundo literario y de la poesía. "Escribí toda la vida, pero recién a los 42 años, en 2002, tuve mi primer poemario del que dije: «De esto me puedo hacer cargo». Tuve mucha suerte porque fue premiado en España y de un momento a otro estaba allá, con toda la prensa a mi alrededor que me preguntaban cosas, y yo decía: «Esta gente no está bien». Recién ahí me entero que soy escritora", confiesa. Sin embargo, Lobaiza plantea que sus trabajos relacionados con el feminismo no fueron planeados con anticipación, que en realidad todo surge cuando comienza a escribir un libro de relatos cortos que se llamó Locas y fuertes: relatos de mujeres junto con su amiga Adriana Arias. "En principio nos planteamos la idea de hacer un libro sobre nuestra relación, nuestro vínculo, pero Adriana no estaba pasando un buen momento sentimental y hablábamos sólo de eso; así que nos rendimos y salió ese libro de relatos femeninos. A partir de ahí, nació esa aventura que duró un tiempo hasta que nos dimos cuenta de que el vínculo productivo ya había terminado, así que yo seguí produciendo con esa perspectiva", relata la escritora.
Fue así como, a causa de sus propias experiencias y de las mujeres que eran parte de su vida desde sus familiares hasta sus pacientes del consultorio, la intriga por el género aumentaba cada vez más. "Cuando empecé en el año 84, la mayor cantidad de mis pacientes eran mujeres porque en esa época muy pocos hombres creían en esto de la psicología. Hoy tengo un consultorio muy equilibrado entre hombres y mujeres, pero me parece que en su momento me saturé de historias femeninas y fui haciéndome cuerpo y voz de muchas de esas voces, por eso empezaron a aparecer en relatos y en artes plásticas los temas femeninos", afirma la escritora. Con el objetivo de hacerse visible, Lobaiza empezó a estudiar, a leer y formarse en todo lo relacionado a la mujer, conceptualizando qué les pasa, qué dicen, qué escriben, entre otras cosas.
Más allá de los relatos que pudo haber escrito sobre otras mujeres que confiaron en ella para ser el canal de transmisión, Lobaiza no podía quedar exenta de contar sus propios sentimientos y momentos dolorosos, por lo que decide darle a su hija Mercedes Arce, joven actriz, un soliloquio llamado Estamos bien, en el que cuenta el duro proceso que vivió tras la muerte de su madre enferma, para que lo adapte para teatro.
Estamos bien finalmente se convirtió en un unipersonal llamado Soñar con cocodrilos, en el que todo queda en familia: fue escrito por la madre, es interpretado por la hija y dirigido por el yerno. Al ser un caso muy cercano para la actriz, no quería dejarlo en manos de cualquier director y ahí surge la idea de que su esposo Javier Pistani, director cinematográfico, tome el mando de la puesta, ya que conocía la historia a la perfección y además entendía cada palabra y silencio a los que hacía referencia el texto.
Con el argumento de buscar una agenda para concentrarse en la tarea de avisar a los familiares, una mujer joven llega a la casa de su madre, recién muerta. En esa estancia previa al velorio, y afectada transitoriamente por una dislexia postraumática que le imposibilita leer, merodea alrededor de objetos y fragmentos evocados en los que deja ver historias de vida plenas de ambivalencia, conflicto, ternura y resentimiento. Eso es Soñar con cocodrilos, donde Lobaiza explica que no expone su caso solamente, sino el de muchas mujeres que pasaron por lo mismo.
El problema para la joven actriz surge a la hora de encarar el personaje, ya que no es cualquiera, sino que debe ponerse en la piel de su madre y contar un cuento que ella vivió muy de cerca. "No preparé el personaje, me asaltó esa noche cuando ella me leía el texto por primera vez. Se me metió en el cuerpo, y no lo pude abandonar. Lo que más me costó al principio fue contener las emociones porque lloraba todo el tiempo, después empecé a contener y empezar a explorar más la entrada y salida de los estados de ánimo", explica Arce. Además cuenta que muchas personas salen pensando en la relación que tienen con sus madres. "Varios me dijeron: «Llego a mi casa y llamo a mi mamá para ver cómo está» y eso es lo que provoca la obra. Es muy bueno que no pase de largo y que deje algo en el espectador", agrega.
Para Lobaiza, es una experiencia distinta porque ve en acción todo lo que ella escribió y encima interpretada por su propia hija. Sin embargo, asegura que al mirar la obra lo que menos le hace ruido es que esa mujer que está arriba del escenario es su hija. "Recién cuando termina la obra ocurre ese momento feliz de encontrarme con mi hija y Javi y decirles: «Qué genial lo que hicieron, chicos» como mi familia. Cuando yo veo el texto puesto en escena, no veo nada mío ahí. Yo me doy cuenta de lo que quise decir cuando lo dice ella", confiesa.
Además agrega que nunca se le hubiera ocurrido hacer lo que ellos hicieron en el escenario, desde cómo se posiciona ella, cómo maneja las voces, la vestimenta, hasta el recurso de ir desapareciendo elementos en cada apagón que se hace en la obra. "Te hacen vivir ese desconsuelo sin hablarlo, te hacen vivir el dolor sin decirlo", finaliza la dramaturga.
Soñar con cocodrilos
Dirigida por Javier Pistani
Viernes, a las 21.
El Túnel, Bonpland 2050.
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