Cronista de un país nublado
Se presenta como el cronista de un país con más penas que glorias: "Quise contar la historia de estos tiempos nublados, narrar estos tristes años de retroceso", dice Fernando Pino Solanas respecto de "La nube".
Decidido a retratar la debacle, eligió mirarla desde el ángulo de las mayorías castigadas por la crisis. "No quería que la película se centrara en grandes héroes -explica-. Quería hablar de los grises, de los más, de los anónimos, que son muchos millones. En el film los llamo "los esperas", porque es gente que todavía espera resolver sus problemas, espera realizar sus proyectos, espera que se haga justicia, espera poder seguir estudiando, o conseguir un empleo. Es gente que ha sido muy golpeada pero que aún tiene un resto de esperanza. Frente al retroceso, a la impunidad y a la injusticia, saben decir "no". Es gente digna".
De tanto andar de boca en boca, a la dignidad se le han desdibujado los contornos. Puesto a definirla, Solanas entiende que a veces ser digno significa poder decir que "no". Eso es lo que hacen los protagonistas de "La nube":negarse a que las topadoras de la modernidad mercantilista destruyan un teatro construido con esfuerzo y mantenido a pulmón .
"Me impresiona una comunidad donde se puede destruir un lugar de cultura", opina el realizador. "Una de las cosas que más me impactaron en esta década fue cuando se hizo una suerte de fiesta para dinamitar el albergue Warnes -sostiene-. Me pareció una monstruosidad. Se gastaron varios millones de dólares, se pusieron palcos, hubo una banda de música y hasta invitaron a un grupo de diplomáticos para presenciar el acto. Ese edificio tenía todo para ser un hospital, pero se lo fueron rapiñando, lo fueron destruyendo y finalmente terminó dinamitado. No es casual que eso haya sucedido en la misma sociedad donde la irracionalidad ha tirado cincuenta teatros en los últimos diez años. Lo cierto es que como nadie decide ponerle un límite a estas situaciones, algún día voltearán todos los bosques de la Tierra o demolerán toda la arquitectura que es el testimonio del pasado... Hay que decir no".
A pesar de los males, Solanas se niega a convertirse en un profeta del Apocalipsis. "No soy un resignado ni un alegre que anda por la vida con falsas ilusiones. Pero tengo esperanzas de que el país se va a reencauzar", acepta.
Lejos quedó la etapa en la que apostó a cambiar la realidad nacional desde una banca en el Congreso. "Ahora no estoy en actividad político partidaria -asegura-. A pesar de que siguen tirando nubes de ensayo, diciendo que mantengo conversaciones con el gobernador Duhalde, eso no es así. Desde el año pasado golpearon a mi puerta emisarios de todas las corrientes. Pero mi respuesta fue siempre la misma: vuelvo a casa, es decir, a mi profesión. Toda mi vida he tenido opiniones políticas y las seguiré teniendo, pero no participaré en cargos electivos ni públicos en ningún futuro gobierno ni en ninguna lista. En este momento estoy poniendo mi energía en el cine.
"Nunca quise convertirme en un profesional de la política -declara el realizador-. Creo que los referentes sociales y culturales no están exentos de hacer una contribución a lo público. Eso es un compromiso social y ético con la sociedad, pero el objetivo no es convertirse en un profesional de la política. No creo en los profesionales de la política y opino que ése es uno de los grandes temas aún no tratados en las democracias contemporáneas. Uno puede hacer una contribución a lo público sin quemarse como un bonzo. Yo he vuelto a lo mío. No quise rosquear ni crear un poder para mí."
Una vuelta de tuerca
En su regreso al cine, Pino Solanas aborda una serie de conflictos socio-políticos de la Argentina contemporánea. Sin embargo, separa cuidadosamente las aguas. "No creo que la misión del arte sea la de cambiar la realidad. Pero sé que el arte es imprescindible porque es el espejo en el que la sociedad refleja sus memorias, sus angustias y sus inquietudes", dice.
"Como cineasta, uno no puede fallar en el modo en que transmite todo esto en términos sensibles y emotivos -advierte-. Una película es un combate con el espectador que va al cine, ante todo, para ver un buen film. El tema en sí mismo no es lo que los convoca. Eso puede leerlo en los diarios. Yo estoy contando la historia de estos años a través de metáforas, de vías poética." El personaje que interpreta Eduardo Pavlovsky en "La nube" se enfrenta al discurso de los administradores de la cultura. Ellos le piden que haga un teatro destinado al gran público, que apueste al éxito de taquilla antes que a la calidad. Para Solanas, "ése es el gran debate cultural de estos tiempos". "Muchos sostienen la aberración de que lo que no da ganancias, tiene que desaparecer -señala-. Pero, la educación, la salud y el apoyo a la actividad genuinamente cultural no es un gasto, es inversión. Lo que sucede es que el concepto del mercado se ha entronizado como una deidad".
En industria cinematográfica argentina, los directores suelen ser productores de sus propios films. Cabe preguntarse si en la condición de productores no se ven ellos mismos tentados a hacer concesiones al mercado con tal de recuperar en la taquilla el dinero invertido. "La ley de cine se creó para asegurar la libertad de creación. En ella existe la posibilidad de que el autor cinematográfico sea al mismo tiempo productor -responde Solanas-. Pero, en los últimos años hubo una desviación, como consecuencia del enorme encarecimiento de los costos de una película. Ante esa situación, todo productor o realizador pelea para no irse a pique. Muchos recurren a fórmulas que presuntamente aseguran una buena cantidad de espectadores".
Así en el cine como en TV
En esa cacería de recetas con garantía de éxito comercial, hay una que está probada. "En estos tiempos, la fórmula más ganadora ha sido la de tomar personajes actores de la TV y llevarlos al cine, contando, por supuesto, con el enorme apoyo publicitario del canal que produce la película", observa el director de "La nube". "Esas películas -dice-no son un producto genuinamente cinematográfico. Son films con la forma y el lenguaje de un producto televisivo". Solanas es dueño de una certeza que exhibe con orgullo: "Nosotros queremos hacer cine. "El cine tiene una inversión importante, una elaboración más lenta, es una fábrica de imágenes muy profundas. el cine está hecho para que sea visto muchas veces. Un producto televisivo se consume muy rápido. Una película queda".
Cineasta de raza, mira el fenómeno de los largometrajes concebidos con lógica televisiva con un dejo de preocupación. "Este llamado cine del mercado está generando una estética basada en el plano corto -apunta Pino-. Rara vez hay secuencias jugadas en planos grandes. Es la estética del ritmo rápido, el guión muy picado, lleno de condimentos, de gags o con suspenso, y las figuras. Son fórmulas. Pero, en todos estos años, en la vida social del país han ocurrido acontecimientos extraordinarios. Pero, son pocas las películas en las que se alude a la realidad del país. Eso denota la existencia de una fuerte autocensura."