Cuerdas suizas de intensa expresividad
Presentación exclusiva de la orquesta Festival Strings Lucerna, con la dirección de Achim Fiedler y la participación del flautista Mathie Dufour en calidad de solista, organizada por Festivales de Buenos Aires. Programa: Concierto para flauta y cuerdas en Re menor H. 426, de Carl Philipp Emanuel Bach, Divertimento en Re mayor K. 13, de Mozart; Sinfonía para cuerdas N° 6 en Mi bemol mayor, de Mendelsshon; Concierto para flauta y cuerdas, de André Jolivet, y Sinfonía N° 2 H. 153, de Arthur Honegger. En el Auditorio de Belgrano.
Nuestra opinión: excelente
La presencia del conjunto Festival Strings Lucerna en Buenos Aires fue el testimonio de la alta calidad de un conjunto de cuerdas capaz de abordar las más diversas épocas y estilos musicales con un nivel de eficiencia técnica e interpretativa dignos de admiración. La impresión que produjo esta visita fugaz del juvenil conjunto suizo supera largamente el mérito de un trabajo bien realizado. La orquesta creada por personalidades como Wolfgang Schneiderhan y Rudolf Baumgartner, hoy conducida por el distinguido maestro alemán Achim Fiedler, produjo una impresión óptima. No fue menor la causada por el flautista Mathieu Dufour como solista del Concierto para flauta y cuerdas en Re menor H. 426, de Carl Philipp Emanuel Bach, en el que el elogiable ajuste y afinación del conjunto tuvo en el solista la contraparte de una pureza de sonido que haría de su intervención un hecho memorable. Transpuestos los primeros momentos del Allegro, que evidenciaron cierta tensión y nerviosismo, se impusieron la inventiva y el estilo pujante de Bach al que se sumó la sonoridad orquestal, generosa y profunda. La pulcritud y sonoridad de las cuerdas tornó más nítida y brillante la labor de Dufour con pasajes de marcada emotividad. No faltó la vehemencia en el Allegro di molto final, anticipo de los cambios estilísticos del Sentimentalismo (Empfindsamkeit), sin mengua de la articulación precisa en las rápidas figuraciones y los pasajes virtuosísticos de la flauta.
Una síntesis de gracia y virtuosismo fue la versión del célebre Divertimento en Re mayor K. 136 de Mozart; la consistencia aérea de su imaginativo discurso, vertido con riqueza de detalles en cada sector de las cuerdas, no aminoró la intensa expresividad de cada frase -y su pulcra terminación- indicada por Fiedler, cuya precisa batuta, rápida en reflejos, obtuvo condignas respuestas.
De un rigor contrapuntístico ejemplar, en consonancia con el academicismo que rigió su primera etapa creadora, Mendelssohn, con su relativamente poco difundida Sinfonía para cuerdas N° 6 en Mi bemol mayor hizo evidente el grado de ajuste rítmico y sonoro alcanzado por la orquesta de Lucerna, de la conjunción perfecta de sus sectores instrumentales. En el Menuetto, aflora ya el color romántico que iba a incorporarse en las siguientes cinco sinfonías mayores del compositor. La pujanza sonora y la profundidad orquestal del conjunto, apoyadas por la intervención del contrabajo, dieron al Menuetto un carácter definitorio y al oyente, en el Prestísimo final la impresión de hallarse ante los acostumbrados "scherzos" del compositor, alcanzando aquí la obra una definida dimensión sinfónica.
La inserción de dos obras del siglo XX, fueron otros motivos de interés en este concierto, estableciendo el tipo de diálogo inteligente entre la música antigua y moderna que la orquesta suiza persigue.
El Concierto para flauta y cuerdas (1949) del francés André Jolivet, integrante del grupo Jeune France, que integró junto a Yves Baudrier, Daniel Lesur y Olivier Messiaen, quien tuvo profunda influencia sobre él, fue objeto de una pulcra versión por parte del flautista Dufour. Data de 1936 y manifiesta el declarado intento de su autor de liberarse tanto de las formas académicas cuanto de las revolucionarias. El equilibrio que procura lograr Jolivet genera en él una dicotomía entre lo portentoso y lo modesto que no carece por ello de importancia. Dufour lo interpretó de manera admirable. Su trazo melódico, de gran pureza sonora, fue rico en articulaciones y matices, de alturas e intensidades increíbles.
La culminación de este concierto llegaría con la Sinfonía N° 2 H. 153, (1941) una de las más hermosas obras de Honegger, en la que los músicos suizos alcanzaron un intenso grado de expresividad. Obra densa en su textura y lacerante en su mensaje, que culmina con un amplio coral liberador, fue una interpretación ejemplar.
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