Play. El juego de la mirada, el punto y el viento: cuestiones que son de todos y de ninguno
Idea y dramaturgia: Ernesto Pombo / Coreografía: David Señoran / Asistencia coreográfica: Virginia Rossi / Performers: Lautaro Cianci, Luis Garbossa, Sara Mabbi, Martina Malano / Video y música: Ernesto Pombo / Iluminación: Ernesto Pombo / Vestuario: Laura Sol Torrecilla / Fotografía: Adrián Arellano / Dirección general: David Señoran, Ernesto Pombo / Funciones: sábados, 23.30, hasta el 28 de septiembre, en Hasta Trilce, Maza 177
Fuimos convocados a ser testigos de esos últimos minutos en que todos los recuerdos se agolpan en la retina. A ver pasar una vida rebobinada en 50 minutos.
Hay un texto en el inicio que hace un poético juego de palabras sobre el punto y el viento que se nombran en el título de la obra. Todo lo demás será una detallada exposición de algunas cuestiones existenciales, tan universales que son de todos y de ninguno. Y aunque título de la obra también remite al juego, no se experimenta ningún tipo de diversión: solamente una descripción algo distante de una vida.
Es realmente muy valorable que la sala realiza en esta obra una adecuada selección de las butacas disponibles, para no entorpecer la percepción visual de los espectadores. Incluso se insiste antes del comienzo de la función en la necesidad de apagar los teléfonos celulares, ya que el más mínimo resplandor podría desarmar el artificio. Se trata de una obra muy exigente para la vista de los espectadores, con varios momentos de oscuridad absoluta y muchos otros de luces centelleantes.
La coreografía de Señoran se ve dinámica y actual y complementa adecuadamente la creación de Pombo, que es, en definitiva, el autor de la idea, la dramaturgia, el video, la música y el diseño de iluminación. Y la coordinación de todos esos elementos es sorprendente.
Para que la integración de las imágenes con el movimiento sea posible, la boca del escenario está cubierta en su totalidad por una teleta translúcida que se convierte en una cuarta pared totalmente infranqueable. Y es ese dispositivo escénico imposible de obviar a nivel técnico el que convierte esta performance en vivo en algo más cercano a una producción audiovisual totalmente disfrutable en HD.
Como los performers bailan detrás de esa teleta, la interacción con la platea es imposible. Y aunque su performance es correcta y aceitada, las emociones nunca logran traspasar la pantalla.
Un espectáculo asombroso pero poco conmovedor. Como si estuviera dirigido a la mitad más racional de nuestro cerebro.
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