Gala de ballet: un homenaje a Nureyev correcto, pero desangelado
Gala de ballet / Ballet del teatro San Carlo Di Napoli / Dirección: Giuseppe Piccone / Programa: pas de deux Cisne Blanco, Paquita pas de trois, solo Volver, Scheherazade pas de deux, Tchaikowsky Classique, Muerte del Cisne, pas de deux del segundo acto de La bella durmiente, Elegie, Homenaje a Rossini, pas de deux Don Quijote, grand pas Raymonda. teatro coliseo, ciclo italia xxi / Nuestra opinión: bueno.
La gala se presentaba como un tributo a los grandes pas de deux del repertorio de Rudolf Nuréyev, revisitados por coreógrafos actuales, a 80 años del nacimiento y 25 de la muerte de la gran figura de la danza del siglo XX. Pero, en verdad, el programa no le hizo justicia a la ocasión, porque además de que no se montó ni una sola de las creaciones del genial bailarín, tampoco su espíritu disruptivo ni su mirada psicoanalítica aparecieron en escena.
De modo que este carácter de homenaje, preparado por el ballet del teatro San Carlo de Nápoli para su visita a Buenos Aires, básicamente quedó reducido al interesante comentario del programa de mano y un extenso video introductorio al espectáculo. El audiovisual se atiborró de poses en blanco y negro, y primeros planos de su rostro, editados sobre un monólógo autobiográfico de esta gran figura, leído en italiano por un actor, y subtitulado en español.
Uno de los grandes aportes de Nureyev a la danza mundial tuvo que ver con la puesta al frente de los bailarines varones, más allá del rol del partenaire. Pero el programa de esta gala presentada en el marco del ciclo la Forma della Bellezza, insistió en regresar sobre obras de Marius Petipa y Michel Fokine, en las que el lucimiento nunca deja de estar en los desempeños femeninos y su obsesiva búsqueda de equilibrio sobre las puntas. De modo que la única conexión que podría hacerse con la mirada de Nureyev está en la limpieza del movimiento en los varones de la compañía y los dos solos masculinos de coreógrafos contemporáneos.
El primero de ellos comenzó con Edmondo Tucci bailando sobre la letra susurrada de un poema en italiano. Prestando atención a las palabras se descubría la traducción no rimada de la letra de Volver, el inoxidable tango de Gardel y Lepera.
El otro solo masculino llegó a tiempo del segundo homenaje de la noche, dedicado al compositor Gioachino Rossini, a tiempo con el 150 aniversario de su fallecimiento y apoyado en su relación con la tradición lírica del Teatro San Carlo. Sobre la fastuosa obertura de El Barbero de Sevilla, la interpretación estuvo a cargo del experimentado director del cuerpo de baile de la compañía, Guiseppe Piccone.
El resto de la noche transcurrió entre la corrección técnica y el academicismo clásico. No faltaron las torsiones tan propias de Nijinski en el pas de deux de Scheherazade. Y aunque se extrañaron los movimientos zoomórficos del Cisne Blanco, en la segunda parte del programa, una Muerte del Cisne se aproximó más al imaginario aviario, pero careció de la agonía trémula que preludia el final.
En general, la ejecución de los fragmentos fue correcta, aunque desangelada. Ni el gran final de Raymonda, el pas de deux de Don Quijote o el de La Bella Durmiente, o el pas de trois de Paquita, lograron arrancar grandes ovaciones del público presente.
El cuerpo de baile del teatro lírico más antiguo de toda Italia es fiel a sus tradiciones. Al menos en esta etapa se los ve más cerca de conservar y sostener, que de volar lejos y romper esquemas.
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