Waterwall sorprende por su técnica
El agua es protagonista de esta intensa y acrobática propuesta, coreografiada por el italiano Ivan Manzoni
Waterwall. Un espectáculo líquido. Coreografía: Ivan Manzoni. Intérpretes: Luis Mangini Dos Reis, Mónica Vallini, Elena Annovi, María Carmela Gangemi, María Ametrano, Anja Kursawe, Michaela Canecka, Serena Ferri, Irene Tavassi, Micaela Lancione, Marco Gerace, Gabriel Zappa, Simone Fusco, Fabio D Argenio y Marco Bebbu. Director técnico: Giovanni Melis. Técnica: Antonio Grandi, Alessandro Andreoli, Fabrizio Pezzotti. En el Opera (Corrientes 860). Jueves y viernes, a las 20.30; sábados, a las 21,30; domingo, a las 19; y martes y miércoles, a las 20.30. Duración 70 minutos.
Nuestra opinión: buena
El coreógrafo italiano Iván Manzoni concibe a partir de Waterwall una propuesta que podría dividirse en dos aspectos. En el primero, es notorio que apunta directamente a la sensibilidad del espectador. En el segundo, hace que sus bailarines -acróbatas y gimnastas- entren en fricción con el agua y desde ahí se carguen de una energía particular a la hora de danzar o trabajar con arneses en el espacio aéreo, o se deslicen de cuerpo entero por una superficie plana que el líquido ha invadido.
Sobre una fuerte e imponente estructura metálica, el grupo comenzará a realizar pequeñas exploraciones espaciales, y mientras una cortina de agua comienza a caer, esas exploraciones se irán concretando en movimientos individuales más intensos y en pequeñas coreografías grupales que, más que nada, mostrarán instantes, reacciones, marcas. El agua operará sobre el físico y éste promoverá respuestas.
Ese juego se repetirá en las más diversas zonas del espacio escénico: sobre el piso, una estructura metálica o en altura. La luz será un elemento fundamental a la hora de apreciar mejor esas rutinas corporales. Su discurso tiene mucha riqueza, por momentos y, en esos momentos, cierta fascinación por la imagen movilizará al espectador.
Artistas magníficos
Técnicamente, Waterwall es impecable. Su dispositivo escénico da múltiples posibilidades de investigación a los intérpretes y estos se destacan sobremanera porque se imponen con mucho rigor. Buenos bailarines, buenos acróbatas, buenos gimnastas. Se mueven con una fuerte energía y son capaces de llenar el espacio con sus presencias, tanto o más que esa agua que los moviliza y que impacta en tanto fenómeno natural puesto en situación de espectacularidad.
La única objeción es que a lo largo de los 70 minutos que dura el espectáculo la experiencia se torna un tanto reiterativa y la atención comienza a decaer. Es que la sorpresa no se sostiene todo el tiempo. Y después de reconocer una buena técnica, después de comprobar que estamos frente a magníficos intérpretes y, luego de comprobar que el agua nos ha impactado tal y como está utilizada, si en cada nuevo cuadro que se construye no se suman renovadas intencionalidades, el deslumbramiento del comienzo se irá empequeñeciendo.
Aun así, vale la pena ver Waterwall porque propone tomar contacto con la creación de un artista sumamente potente e inquietante, interesado en tocar y movilizar el interior del público.
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