En vísperas de Brasil 2014, un documental analiza la materia elemental del negocio: los jugadores profesionales
Vestuario de platense, 7 de junio de 2013. El Calamar está a punto de jugar la semifinal por el ascenso a la B Nacional y el DT del equipo, que no es otro que Pedro Damián Monzón –autor del gol contra Rumania en la primera ronda de Italia 90–, arenga a sus jugadores con una prédica más racional que encendida, como si explicara una regla de tres simple. "La gente nos va a apurar. Nosotros no le hagamos caso. Ellos pagan para entrar a la cancha, nosotros cobramos. ¿Quién es más inteligente acá?"
La escena la captura Martín Farina en Fulboy, un documental estrenado en el Bafici. En vísperas de Brasil 2014, Fulboy es una excursión microscópica a la materia elemental del meganegocio: los futbolistas profesionales, esos tipos de los que creemos saber mucho y desconocemos casi todo. La película enfoca los momentos de hastío, relax, vanidad, risa y dilemas existenciales que se dan en una concentración, y también puede verse como un tratado sobre la sensualidad masculina en cautiverio. En las horas muertas entre los entrenamientos y los partidos, los jugadores de Platense son bailarines tropicales de vestuario, ricoteros sensibles, catadores de perfumes, metrosexuales suburbanos, buscavidas, padres obsesionados con la salvación económica, laburantes privilegiados siempre al borde de perderlo todo.
Muy lejos de ahí, en Génova, el mes pasado se enfrentaron Sampdoria e Inter, donde juegan Maxi López y Mauro Icardi, respectivamente. El duelo fue parte del reality cruel que fogonean Icardi y Wanda Nara desde las redes sociales. Mauro metió dos goles, Maxi erró un penal y al día siguiente el goleador del Inter subió una foto de su mano haciendo cuernitos sobre el volante de un Volvo: "Por qué @wanditanara me hace manejar así??".
Igual que Lionel Messi, Icardi es rosarino, de Newell’s y dejó el país de muy chico. Los dos hicieron las inferiores en La Masía, los dos son estrellas en Europa sin haber jugado acá. Sus perfiles públicos, sin embargo, no podrían ser más diferentes. A los 21, Icardi es este villano carismático indomable, mientras Messi lleva una década arrasando en competencia de máximo nivel con una conducta de boy scout índigo. A punto de ir por la gloria completa en Brasil, Messi sabe que el jugador de fútbol, sea en la Liga de Campeones o en la B Metropolitana, es alguien sometido todos los días al escrutinio popular. Y el éxito es una cosa frágil.
Días antes del estreno de Fulboy, tres jugadores de Platense dejaron el club luego de ser apretados por la barra, acusados de "ir para atrás". Uno de ellos es el Polaco Peralta, un zaguero parecido al Chizzo de La Renga. En una escena se lo ve filosofando en una cama de hotel. Desconfía de la cámara, y lo resume así: "El futbolista tiene prejuicio del prejuicio que nos tienen a nosotros". En 30 años de preguntas, Tití Fernández no obtuvo nada parecido.
Por Pablo Plotkin
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