Devenir desesperado de un imbécil medio
I.D.I.O.T.A. / Libro: Jordi Casanovas / Adaptación y dirección: Daniel Veronese / Intérpretes: Luis Machín y María José Gabin / Escenografía: Jorge Ferrari / Iluminación: Marcelo Cuervo / Vestuario: Daniela Dearti / Diseño de video: Maxi Vecco / Asistente de dirección: Gonzalo Martínez / Productor general: Sebastián Blutrach / Sala: El Picadero, Enrique Santos Discépolo 1857 / Funciones: miércoles a domingos, a las 20.30 / Duración: 70 minutos / Nuestra opinión: buena
Carlos Varela se presta a participar de un experimento motivacional sobre la conducta humana (pero él no lo sabe) por el que la Fundación que lo patrocina ofrece una muy buena paga. La desesperante situación económica del hombre lo convierte en un buen ejemplar para analizar. No se sabe bien cuáles son las intenciones finales de la investigación pero a poco de comenzar, sus responsables demuestran tener detallada e inquietante información personal sobre el invitado y su familia, a la par de rigurosas reglas y un altísimo grado de perversión.
Todo comienza como un juego risueño al que el protagonista se entrega encantado. Su interlocutora directa es una psicóloga con aires germánicos que marca un fuerte contrapunto con la candidez del recién llegado.
Adivinanzas, enigmas y acertijos varios con un impiadoso tiempo de fondo –que se acentúa con luces y sonidos– van acercando al hombre a un límite en el que la risa deja de aparecer para dejar sólo lugar al espanto. Pero la plata que le ofrecen está ahí, al alcance de su mano y el monto se ha acrecentado de manera exponencial. Ahí se puede empezar a imaginar hacia dónde va la investigación. ¿Qué seríamos capaces de hacer por tanto dinero?, ¿hasta dónde estaríamos dispuestos a llegar?
El planteo de I.D.I.O.T.A. no por conocido es menos efectivo (hay procedimientos similares en El método Grönholm, en Bajo terapia, algo en Toc Toc, y también en Carmen en la Cruz, de Jorgelina Aruzzi) ya que tanto el protagonista como el espectador desconocen todos los detalles de la cuestión lo que genera una fuerte y sorpresiva alteración del estado con el que se llegó.
A este juego se presta con total convicción, sobre todo, Luis Machín que hace de su Carlos Varela un ser entrañable en su total vulnerabilidad. El despliegue físico y emocional de Machín es para el aplauso. María José Gabin está muy bien en su rol de psicóloga alemana, pero el corset en el que la mete el libro le deja poco espacio al despliegue. Igual, una mirada, una ceja en alto, una gesticulación mínima en la comisura del labio llenan de sentido su decir. En ese trabajo, sobre todo, es donde se intuye la mano de Daniel Veronese como director, en el vínculo y en la conexión de sus dos actores en escena. Como siempre, impecable.
Pero hay algo en el texto, en la idea general que no termina de explotar. La obra va llegando a un clímax que nunca se define y que termina diluyéndose un poco.
Así y todo, se disfruta (si esa es la palabra) ese devenir desesperado en el que el relato va envolviendo al protagonista, que bien podría ser cualquiera en una situación similar. Así, éste podría ser un experimento tanto arriba como abajo del escenario, con largos debates de sobremesa.
Si hay algo que sobresale en I.D.I.O.T.A. por su despliegue, sin discusión, es el diseño de escenografía de Jorge Ferrari, que está basada en el original de Jorge Ballina (España); los detalles de la realización y la prolijidad en el funcionamiento vuelven a ese espacio escénico una verdadera joya.
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