Dos grandes para chicos
Con "Stan y Oliver", que se estrena hoy en el Paseo La Plaza, Hugo Midón rinde homenaje al dúo más famoso del cine y marca el comienzo de la temporada de teatro infantil para este año
¿Qué padre de esta ciudad no tuvo que ir más de una vez con sus hijos a ver "El salpicón", "Locos ReCuerdos" o, más atrás en el tiempo, "Vivitos y coleando", por ejemplo? Su creador, Hugo Midón, casi un pope del teatro para chicos, arremete con una nueva historia. Pero esta vez, cualquiera de estos padres, sometidos a la repetición por el frecuente vicio infantil de escuchar el mismo cuento una y mil veces o ver la misma historia hasta saberla de memoria, tendrán un motivo para pedir ellos un "bis" de la función.
El gordo y el flaco, o Laurel y Hardy, o, como tituló Midón a su espectáculo, "Stan y Oliver", reaparecerán en la piel de los actores-cantantes-bailarines Omar Calicchio y Gustavo "Twity" Monje -que ya trabajaron con Hugo Midón en "El Salpicón"-, con la música de Carlos Gianni y las coreografías de Ricky Pashkus.
El espectáculo que ideó Midón combinará imágenes de las antológicas películas mudas con el lenguaje teatral. Por eso, como en el filme "La rosa púrpura del Cairo", de Woody Allen, los dos personajes cobrarán vida desde la pantalla gigante.
En una mañana lluviosa, sentados a la mesa de un bar, un poquito dormidos y con un café humeante entre las manos, Hugo Midón, Omar Calicchio y Gustavo Monje, le contaron a La Nación cómo es esto de convertirse en dos personajes que ya pertenecen al imaginario del mundo.
"El gordo y el flaco ya son parte de la historia de todos nosotros, y lo seguirán siendo -comenta Midón-. Porque así como me impactaron a mí las películas de estos dos personajes cuando era chiquito, seguirán impactando. Creo que tienen una enorme síntesis argumental, ellos son capaces de contar historias con muy pocos recursos. Me gustó mucho la idea de la complementación en el trabajo que hubo siempre entre el gordo y el flaco -puntualiza-. El flaco escribía, ideaba los argumentos y los gags, y el gordo se iba a jugar al golf. (Bromea) Es una complementación ideal. Pero después volvía y ponía lo que tenía que poner".
- Esta complementación era entonces tanto en la vida real como en la ficción.
- Eran los roles. Pero se juntaron porque quisieron, porque se gustaron mutuamente y se aceptaron. Más allá del éxito o el fracaso, fueron amigos hasta que se murieron. Al final de sus vidas quedaron viejitos, solos y hambrientos, como tantos artistas. Esa solidaridad, esa amistad que mezcla la realidad de las relaciones con el teatro era lo que quería reflejar, como un homenaje a ellos.
Además lo veo cercano a la relación que yo tengo con Carlos Gianni, con quien seguimos trabajando juntos, creo que cada vez más cerca. Otra cosa que me llevó a "Stan y Oliver" fue que cuando hacíamos "El salpicón", con Gustavo Monje y Omar Calicchio, los veía en el escenario y me parecía verlos al gordo y al flaco. Después hubo una serie de coincidencias más; Mario Grasso hizo en La Plaza una especie de retrospectiva sobre el material fílmico de ellos que yo vi. Es decir, cuando se empiezan a unir una serie de cosas, te van empujando a llevar adelante la idea.
- Sin embargo, en tus espectáculos el tema de la solidaridad y la complementación es bastante frecuente.
-Sí, si se analiza un poco, es así. Para mí siempre ha sido fundamental el tema de la conformación del equipo de trabajo y el respeto al aporte de cada uno. En especial este espectáculo habla de eso.
- Para los grandes va a tener un toque de nostalgia reencontrarse con el gordo y el flaco.
- Sí, pienso que sí, pero el espectáculo es muy vital, no es nostálgico. No nos hemos arragado de la nostalgia sino justamente de lo más vital que ellos nos legaron.
- ¿Qué clase de personas son Monje y Calicchio?
- (Los mira un rato y ellos se sonríen) Como personas son divinos los dos: son gente muy sensible, trabajores, talentosos...
- Pero entonces no tienen defectos.
- Casi no tienen defectos. Por lo menos yo no se los noto.(Piensa y los sigue mirando) Por ahí Twity (Monje) se dispersa un poco cuando no lo veo. Pero juegan, y eso es saludable porque baja el nivel de exigencia que impone el trabajo.
Gustavo "Twity" Monje tiene un rostro alargado y delgado como su cuerpo. Omar Calicchio, en cambio, tiene los ojos chiquititos y vivaces, la cara redonda y tiene los ojos chiquititos y vivaces, la cara redonda y rellenita. Así, sin vestuario, se parecen bastante a los personajes de la historia que van a contar.
Para cualquiera que los haya visto trabajar juntos en "El salpicón", el juego entre ellos al que hacía referencia Midón no es una novedad. Y se les refleja en la expresión de niños traviesos que ponen cuando el director habla sobre ellos, tanto como cuando ellos cuentan cosas de "Stan y Oliver". El entusiasmo los desborda y hacen un relato encadenado, casi coreográfico, como si se hubiesen puesto de acuerdo con anticipación.
"Fue algo muy extraño -cuenta Calicchio-, porque mirando las películas me di cuenta de que ya había visto casi todas. Hacía mucho que no las veía. Además. con Gustavo (Monje) es nuestro octavo espectáculo juntos, y hay cosas de la relación que existía entre el gordo y el flaco que ya están instauradas en nuestra relación. Por ejemplo, yo ya sé qué va a hacer él sólo con mirarlo, y él sabe qué voy a hacer yo. (Se entusiasma) Es muy lindo trabajar así".
"Hacer esto te lleva a tu infancia todo el tiempo -agrega Monje, el futuro Stan-. Cada película que ves, cada gesto que repetís, te trae imágenes de lo que estabas haciendo en el momento en que la veías. Es una vorágine constante de recuerdos propios que están vinculados a los personajes. La historia personal entre ellos también es impresionante. Y lo que decía Omar es cierto: desde hace ocho años nosotros coincidimos en laburos, así que nos conocemos arriba y abajo del escenario. (Riéndose) Otra cosa de la que me di cuenta es de que Omar siempre me pegó, igual que ellos".
"El otro día -interviene Calicchio- estaba viendo un video en el que al final había una entrevista al gordo y el flaco, cuando ya no trabajaban. Me quedé helado por un instante, mirándolos, y me dije: voy a ser el gordo, no lo puedo creer, es una sensación súper fuerte".
"Sí... yo todavía no caigo mucho -interrumpe Monje-. Hace poco me preguntaba por qué no estaba tan nervioso: el flaco, la obra, Midón, digamos que tendría motivos para estarlo. Me parece que es porque me siento muy seguro con Hugo (Midón) y con Omar (Calicchio). Tal vez, si hubiese tenido que hacerlo con alguien a quien no conociera, tendría más miedo".
-¿Qué les pasa cuando están en el camarín, vestidos del gordo y el flaco, y se miran al espejo?
Calicchio: -Yo me miro mucho de perfil, a ver si mi panza se va para adelante. A esta altura ya estamos bastante acostumbrados a estar frente al espejo y ver cómo nos ponemos el sombrero, a hacer gestos... pero sí, da un poco de "cosa".
Monje: (Se agarra la cabeza ) -A mí me preocupa mi pelo: me lo aclaro, me lo oscurezco, ya no sé qué hacer. Así que mi atención va siempre hacia la cabeza. Ayer me lo aclaré, pero se me oscureció. Tengo un gran conflicto existencial. Espero que no se me caiga.
-¿Qué imaginan que les va a suceder en el momento de salir a escena con semejantes personajes?
Calicchio: - Yo ya me imaginé todo. El espectáculo comienza con una obertura, que es toda una filmación, hay una coreografía del gordo y el flaco, en un momento se detiene, y nosotros seguimos la coreografía en vivo. No sé por qué, pero yo ya me lo imaginé. Pienso que vamos a saltar por la pantalla y el pùblico...(hace ruido de ovación) nos va a ovacionar.
Monje: (se ríe) -Yo lo único que espero es no caerme y quebrarme un brazo como en el estreno de "El salpicón".
A esta altura de la charla, el reloj ya marcó el mediodía. Y los futuros "Stan y Oliver" se ponen a cantar, a capella, por supuesto, una de las canciones del espectáculo, que se llama "Sombrero por sombrero": Sombrero por sombrero/ me cuesta, pero creo/ que un cambio nunca viene nada mal./ Si yo me quedo/ aferrado a mi sombrero/ qué puedo luego esperar de los demás./ Ponete mi sombrero/ usalo por favor/ y que haya un intercambio/ de pájaros diversos.
Gianni, el socio musical de Midón
Pentagrama: como en casi todos los espectáculos de Midón, el compositor se encarga de musicalizar las escenas, esta vez con color localista.
Su especialidad es la música para teatro. Desde hace muchos años comparte su trabajo con Hugo Midón y es el responsable de que los niños se aprendan al dedillo las canciones de los espectáculos. Sus melodías acompañan las letras, casi poemas, de Midón y terminan de darle vida a la totalidad del show.
A pesar de que algunas veces han trabajado por separado, a los espectadores les debe resultar difícil imaginarlos en solitario. Usualmente se piensa en Gianni-Midón como en una maquinaria indivisible.
A la hora de dibujar los pentagramas para que estén al servicio de dos personajes como Stan y Oliver, Gianni explica que "lo primero que hay que hacer es conocer muy bien a esos personajes, meterse en la nueva historia que se construye a partir de ellos, y después jugar a tener este privilegio de acompañar musicalmente a dos genios como el gordo y el flaco".
Desde el punto de vista puramente técnico, Carlos Gianni debió estudiarse casi de memoria las películas de Stan y Oliver, para descubrir de qué manera una música podía acompañar el filme, que, según sus propias palabras, "ya mudo era fantástico".
"Una de las películas -explica Gianni- tenía una música que ellos bailaban. Entonces nosotros le sacamos esa melodía y le pusimos nuestra composición, que es el leit motiv de la obra. O sea que en lugar de bailar aquéllo bailan nuestra música, que tiene ciertas características locales; es decir, se nota que es argentina".
-Generalmente siempre intentás que las melodías de los espectáculos tengan referencias nacionales. ¿Cómo hiciste, en este caso, para mezclar un material más bien hollywoodense con nuestras raíces?
-Si uno no escucha la música y atiende sólo al movimiento, hay ciertos ritmos que se prestaron para eso. Y hay un instante en el que se pudo hacer; por supuesto, no en todos los momentos. El trabajo consistió en dar un clima distinto, desde la orquestación, a los filmes y a la actuación en vivo. De ahí en más, lo acostumbrado en nuestro trabajo: la relación de la música con el texto, con las ideas y con la acción. A partir de eso salió un musical, que tiene como ramas, que son las películas. Esto fue lo más nuevo, lo más excitante para mí; incluir el cine dentro de nuestro conocido teatro.
-Siempre te referís a "nosotros". ¿En qué se parece la relación del gordo y el flaco a la que tienen Midón y vos?
-(Se ríe) En bastantes cosas. Nosotros podríamos ser el alto y el bajo. Fundamentalmente, en que somos socios en el complemento, en la volarización de lo que hace cada uno, en el reconocimiento de los valores del otro. Creo que Midón reconoce mi trabajo y él sabe que yo reconozco mucho el suyo. No lo digo muy fuerte porque anda cerca y se va a agrandar. También creo que nos parecemos en que esta relación de tanto tiempo permite, más allá de la relación amistosa, trabajar de memoria. Cuando yo empiezo a hacer una crítica, o cuando la empieza a hacer él, el otro ya la reconoció y ya sabe que estamos hablando de lo mismo; y cuando hay algo que pegó, nos pegó a los dos. Esto es muy grato. Cuando nos va bien o cuando nos va mal, estamos hablando de lo mismo. Y esto se va construyendo en el tiempo.
lanacionar