Caso testigo. El cierre de un videoclub abre interrogantes
El allanamiento de un negocio por supuesta venta ilegal que moviliza a los vecinos del barrio de Caballito
"Esta semana recién me pude levantar un poco porque estaba sin poder salir de la cama de la depresión que tengo -cuenta Angélica-. Desde el año 67 que estoy en este local, sacá la cuenta vos de los años que llevo acá adentro porque a mí no me da la cabeza." El "acá" es el videoclub Master, ubicado a pocas cuadras del parque Rivadavia. A raíz de una denuncia por supuesta venta ilegal, fue allanado el 23 de diciembre. El operativo demandó 8 horas. En 38 bolsas de consorcio, la policía incautó unas 50.000 copias. Algunas de ellas, de valor histórico.
De detener el relato aquí podría ser una nota sobre venta ilegal. Sin embargo, es posible pensar que alrededor del caso se concentran y expanden cuestiones vinculadas a la defensa de la propiedad intelectual, el consumo de material audiovisual en tiempos de avances tecnológicos, la práctica comercial de un rubro en franca caída, sospechas varias y -ante el hecho consumado- en la preservación del material incautado.
En 2011 se abrió el expediente. Un año después, se hizo el primer allanamiento. "Por consejo de mi abogado seguimos trabajando porque es nuestra fuente de ingreso", cuenta como parte de un relato que, desde el 23 de diciembre, repite varias veces. Ese día, mientras buena parte de la ciudad estaba sin luz, Angélica no. Sin embargo, se le vino la oscuridad. "Esa mañana, desde las 11.30, nos vaciaron el negocio. Se llevaron todo, lo podés ver...", apunta mirando el vacío de las góndolas.
Angélica intenta llamar las cosas por su nombre. "Nosotros no vendíamos una copia por original, cosa que para mí sí sería una estafa. Nuestro negocio estaba volcado al cine de arte más que al comercial. Del comercial, la calle está inundada. Con la venta ilegal fuimos perdiendo clientes y así fue como comenzó la decadencia del videoclub. La calle desmereció nuestro trabajo. Dejame que te explique otra cosa: desde hace un tiempo hay editoras que no existen más. Antes eran unas 20 y ahora quedan 6. Esto significa que si no hacía una copia para mantener esa película, se perdía. Todo esto sucede al mismo tiempo que cualquiera, salvo un viejito que no sabe hacerlo, se baja la película por Internet. Entonces, ¿dónde está el límite de lo legal y lo ilegal?"
En la búsqueda de su lugar en el mundo, a la fuerza, Angélica se hizo cómplice del cine indie y de autor. Fue su manera de subsistir. Fue, en varios sentidos, como un marketing casero de necesidad y urgencia. Y como no todo el cine se encuentra en la Red, el fuerte de Master fue dedicarse a la filmografía de menos salida. Así les hicieron frente a la calle, a Internet y los deliveries de películas. En esa pelea desigual, Master sobrevivió al Blockbuster que tenían a 4 cuadras. "Como los chicos que atendían ahí eran clientes, cuando iba alguien buscando algo que no tenían lo mandaban para acá", recuerda.
La transformación
Ella alquila el mismo local desde hace 38 años. En un principio, fue una disquería. Cuando empezaron las copias callejeras de discos, se pasó al videoclub cuando ese negocio estaba en su época de oro. Master tenía 50.000 títulos y 27.000 socios. Ahora ni Mario, su empleado de toda la vida, ni Angélica, de 67 años, pueden dar con esa base de datos porque está en la computadora retenida. Algunos de esos socios son los que organizaron ya dos manifestaciones en la puerta de Rivadavia 4654 para apoyar al histórico videoclub. Se juntan, hablan, discuten, armaron una página en Facebook, se mueven buscando una salida.
"Yo nunca me imaginé tanto cariño de la gente, pero eso a mí me supera; no sé qué hacer... Yo, en verdad te lo digo, tengo miedo porque no sé contra quién estoy luchando. Yo no les vendo a los manteros, ¿me entendés?", repite frente a un grabador como frente a los vecinos que le tocan la puerta del negocio llena de papelitos de apoyo. Uno de esos carteles, dice: "Cuando lo legal no es legítimo se convierte en injusticia".
"No puedo entender todo esto -dice mirando a su alrededor y se quiebra-. Si vendiera droga, te lo entiendo. ¿Sabés lo que es ver tiradas en el piso todas mis películas? Es mi vida... Acá venían los chicos del colegio secundario del barrio, los estudiantes de Puán, del IUNA, de las otras escuelas de cine. También las productoras de televisión y de ministerios porque sabían que teníamos un material único. A veces ese material era copiado porque yo no te voy a decir una cosa por otra... ¿pero un allanamiento un 23 de diciembre?"
Ella asegura que la gran mayoría del material que alquilaba o vendía estaba en regla. También dice que había películas que ya no se pueden reponer y que, en bolsas cerradas, ahora corren peligro. Una de sus clientas, vía la plataforma change.org , está juntando firmas para que el videoclub sea declarado bien cultural.
Angélica no tomó contacto con la Cámara Argentina de Videoclubes. "No sé desde qué punto analizarían el caso... Quizá me digan que como vendía copias caseras, lo mío era ilegal. Yo no digo que no, pero quiero que entiendan toda la situación." Angélica es fanática del cine. De todos modos, hace años que no entra a una sala porque no tenía tiempo. "Me pasaba todos los días acá adentro...", cuenta. Desde el 23 de diciembre, el tiempo le sobra.
Marchas y contramarchas del caso
Según consta en el expediente, en 2011 pasó por el negocio un oficial de la policía. Fue él quien hizo la denuncia por supuesta venta de material audiovisual no original. La causa se radicó en el Juzgado Federal N° 10 por tratarse de una aparente infracción a la ley de propiedad intelectual. El juez se declaró incompetente y remitió la causa a un juzgado nacional por considerar que podría tratarse de un delito de estafa.
Entre esas ideas y venidas entre diversos despachos fue pasando el tiempo. Otro juzgado fue el que dispuso el allanamiento que tuvo lugar hace dos años. Esa vez, se llevaron 2000 copias y la computadora de Master, el histórico videoclub de Caballito.
En aquella pericia se verificó que existía material copiado, cosa que Angélica, la dueña del negocio, no niega. Claro que, según ella misma afirma, no vendía como si fuera material original ("si te los estoy cobrando a 15 pesos, no hay forma de pensar que es original"). Eso, según entiende el equipo legal que la asesora, aleja la sospecha de estar frente a un caso de estafa.
Cosa de los vericuetos judiciales, la causa volvió a cambiar de despachos en varias y nuevas oportunidades hasta que se produjo el allanamiento del 23 de diciembre a un videoclub habilitado por el gobierno municipal. Desde que se produjo ese hecho, el 27 del mes pasado, fue el único día hábil para tratar de avanzar en la defensa (accionar que no se pudo concretar) hasta que comenzó la ferial judicial que culminará el primer día hábil de febrero.
A Angélica no le dejaron una copia de la constancia de la diligencia realizada durante esa larga jornada prenavideña en la que se llevaron hasta los papelitos que tenía en el mostrador en la que clientes suyos ofrecían clases particulares y servicios varios para el hogar. Su situación procesal no está clara. La denuncia realizada por el comisario no es contra ella, el imputado es Master. En estos años, afirma su abogado, nunca la llamaron para ejercer su derecho a la defensa.
Mientras tanto, desde el 23 de diciembre, si bien el negocio no fue clausurado, está vacío. El paso siguiente es lograr tener acceso al expediente. A casi un mes del allanamiento, a Angélica no le queda otra cosa que esperar.
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