El delito de envejecer
"Abue, doble historia de amor", de Carlos Gorostiza. Intérpretes: Osvaldo Bonet, Ana Yovino y Sergio Surraco. Diseño de iluminación: Roberto Traferri. Diseño de escenografía y vestuario: María Julia Bertotto. Dirección: Daniel Marcove. Duración: 76 minutos. En el Teatro del Pueblo. Nuestra opinión: buena.
"Y los sueños, sueños son." De esto habla la última obra de Carlos Gorostiza. De los sueños -por no decir fantasías- de Esteban, un septuagenario viudo y muy solo en la vida, a pesar de contar con familia. A través de este micromundo que rodea al protagonista, el autor remarca las carencias, sobre todo afectivas, que padecen generalmente las personas mayores.
Esteban tiene conciencia de su edad, pero aún se siente joven, y ese estado de ánimo lo impulsa a intentar seducir a Zu, una joven amiga de su nieto.
La comparación entre el joven y el viejo pone sobre el tapete los pros y los contras de las dos generaciones: la poesía del diálogo amoroso y la experiencia que sólo dan los años frente al ímpetu juvenil, despojado de romanticismo, en el que prima la atracción física. Es decir, el espíritu frente a la materia.
Pero es necesario conocer un poco la historia. Puchi, tal el nombre del nieto, tiene una aventurita, y el Abue, hombre con experiencia, decide prestarle su hogar, como un nidito de amor temporario. Lo que nadie podía llegar a suponer era que Tebi, tal el apodo cariñoso del abuelo, se iba a sentir atraído por la sensual Zu. Su corazoncito, en busca de la seducción, lo va a iluminar en la invención de excusas que elucubra para no abandonar el dormitorio.
Como contrapartida, esa jovencita, alejada, no por su voluntad, del mundo espiritual, se siente atraída por ese anciano que revive, incluso físicamente. Es una cuestión de simpatía recíproca que envuelve a los dos en una relación sobre todo poética.
Claro que el desenlace lo va colocar nuevamente en una realidad que resulta cruel y desolada. Los sueños, sueños son, y no logran paliar la angustia de un hombre a quien insisten en tratar como un ser que ya no tiene derecho de disfrutar lo que le queda de vida.
Con esta pieza, Gorostiza vuelve a demostrar una vez más su habilidad para extraer del grupo familiar un conflicto humano de valor universal, con precisas definiciones de personajes y diálogos fluidos que suenan muy naturales.
El único reparo que se puede realizar a esta pieza es el exceso de entradas y salidas del protagonista, algunas forzadas y otras con excusas demasiado infantiles para ser verosímiles. En ambos casos provocan morosidad en el ritmo y alargan las secuencias, defectos que la puesta no logra suprimir.
Entre dos códigos
Daniel Marcove se asienta en el estilo realista del texto, muy marcado por otra parte; pero trata de innovar a partir de una escenografía netamente surrealista, con una perspectiva ficticia. Y aquí se produce un empaste que rompe los códigos.
Aunque la obra se desarrolla en dos niveles, uno realista y otro onírico, una escenografía ilustrativa, que se mantiene inamovible durante toda la obra, en el primero de los niveles suena falsa. Así, se pierde la perspectiva de dónde están instalados realmente los personajes. Si la intención del director es innovar y despegar a la pieza del tono eminentemente realista, el resultado no queda claro y se presenta, en este caso, arbitrario.
En cuanto a la actuación, Osvaldo Bonet juega a la picardía, aunque insiste mucho en parecerlo, probablemente por la exigencia de justificar sus constantes entradas. Su mejor momento lo comparte con Ana Yovino en las escenas románticas.
La actriz de "Cocinando con Elisa" logra una convincente interpretación de Zu; por un lado, es una joven con experiencias de vida, pero, a la vez luce, ingenua y sorprendida ante la existencia de la poesía.
Sergio Surraco, en el papel del nieto, se suma acertadamente a los requerimientos de un personaje que no le brinda demasiada oportunidad de elaborar matices.
La pieza, por exigencias del texto, necesita un timing casi de vodevil, de mucha precisión, que se podrá alcanzar a medida que las acciones se aceiten con el ejercicio escénico.