El emotivo concierto de Ángel Mahler en el Colón para recordar a las víctimas del atentado a la AMIA
El 18 de julio de 1994 un atentado terrorista contra la sede de la AMIA terminó con la vida de 85 personas. El rabino Marcelo Polakoff asistía todos los días a la institución pero fue enviado para una convención en el exterior. Se enteró del atentado en una escala del vuelo de regreso. "Tendría que haber estado ahí, por eso digo que soy una especie de sobreviviente", dice en la puerta del Teatro Colón.
Al rabino lo abrazan familiares de las víctimas y parte del público que todavía está conmovido por el estreno de la obra Réquiem/Kadish, una pieza musical de ocho movimientos, compuesta especialmente por Ángel Mahler para recordar a las víctimas de la AMIA. Los textos del réquiem, que incluye relatos bíblicos y creaciones del rabino Polakoff, impactaron especialmente en los miembros de la comunidad. "Gracias por lo que hiciste", le dice un señor entrado en años. "Yo solo hice los textos, la genialidad fue de Mahler", elogia a su compañero musical.
El concierto a sala llena en el Teatro Colón fue organizado por LA NACION, a pocos días del veinticinco aniversario del atentado. El presidente Mauricio Macri, funcionarios del Gobierno actual, embajadores y empresarios, formaron parte de los invitados especiales.
El réquiem, una de las formas tradicionales de la composición del siglo XVIII (una de las más populares fue el Réquiem en Re menor de Wolfgang Amadeus Mozart), funciona en esta versión contemporánea de Mahler y Polakoff como una manera de mantener viva la memoria de las víctimas y el reclamo de pedido de justicia vigente. El director Mahler encaró con esta pieza musical su primer gran desafío, tras su paso por la función pública como ministro de Cultura de la Ciudad, durante 2016 y 2017.
Al frente de una orquesta de ochenta músicos, el Coro Polifónico Nacional y las voces de Daniela Tabernig, Guadalupe Barrientos, Fabián Veloz y Gustavo López Manzitti, el director llevó adelante una obra solvente con elementos clásicos del réquiem litúrgico, que combina textos bíblicos de la tradición judía y líneas originales de Polakoff.
La actriz Norma Aleandro, a cargo de la presentación, abrió el clima ceremonial de la noche y recordó el espíritu del encuentro. "¿Por qué estamos aquí? ¿Se trata solo de un concierto? No. Nos reúne algo más importante (…) los ausentes". Recordó aquellos memorables réquiem de Mozart, Liszt, Schumman, Salieri, Brahms, Haydn, que fueron creados para recordar a sus propios seres queridos. "Hoy vamos a abrazar sus presencias". También habló del atentado "el acto terrorista más sangriento en nuestro país" y se preguntó: "¿Puede haber descanso para las almas con impunidad plena?
Antes de pedir que no aplaudan hasta finalizar la obra, Norma Aleandro, con voz tierna y poética, dijo: "El amor es más fuerte que la muerte y el odio. Que los abogados litiguen, que los fiscales investiguen y que los jueces juzguen. Nosotros vamos por los carriles del amor. Este réquiem aspira a ser testimonio del buen amor, para que no nos gane el odio, para abrazar a los familiares y seres queridos que están aquí".
Apenas una pequeña reverencia del maestro Mahler al público. Luego el silencio y los primeros compases del movimiento en la gravedad del chello. Parece el comienzo del día fatídico. Sonidos de sirenas. El apesadumbrado silencio tras el ataque. "Te hemos fallado Dios", canta el coro y estremece. El sonido épico de la orquesta acompaña ese ruego de clamor. "Danos tu perdón". Las voces se van apagando acompañando el final de la pieza.
Este réquiem, que combina elementos de la misa litúrgica y el Kadish, una de las oraciones más importantes del judaísmo, donde se santifica el nombre de Dios, es como una plegaria dirigida a toda la sociedad. En su primer movimiento las voces declaman: "Todas las promesas/todos los juramentos/todos los votos/y todas las palabras son en vano". Cada movimiento del Réquiem/Kadish está precedido de un versículo en hebreo. Los textos en castellano fueron subtitulados para que no se pierda el sentido espiritual del relato bíblico.
El segundo movimiento rescata el relato de Caín y Abel para mostrar el asesinato entre hermanos: "¿Qué ha hecho el hombre?, se pregunta Dios. La frase dispara una música marcada por el stacatto de las cuerdas. Las voces masculinas suenan dolientes. Sostienen el eco lejano de ese dolor que se apoderó de la calle Pasteur a las 9 de la mañana. "En el centro de Buenos Aires, muchos han sangrado como Abel, como Abel", repiten las cuatro voces solistas, dos femeninas, dos masculinas, que destacan en sus funciones solistas.
En el siguiente tramo es Caín y los asesinos, quienes se apoderan de la voz del réquiem. El componente dramático se expande a todas las filas de instrumentos. Canta el coro: "No existe la hermandad. Solo reina el terror. Nadie hace de guardián. Ni hay lugar para Dios". En el cuarto movimiento se destaca el juego con la palabra AMIA, donde toman la voz los familiares de las víctimas. El coro repite el nombre AMIA como un mantra. Las notas ganan ingravidez y las voces de la soprano corta el aire con esa suplica: "Amiamada, Amiamigo, Amiabrazo, Amiardor, Amialma, Amiamigo, Amiayuda, Amiamor". El tono épico que le imprime Ángel Mahler a la orquesta con su dirección levanta la emotividad del concierto.
La música marca la tensión en el cambio de las voces que dominan el relato, las víctimas, los victimarios y Dios. Los textos del rabino combinan fuerza y espiritualidad: el ojo de Dios que todo lo ve, la conciencia del hombre, las preguntas sin respuesta, el rezo, el enigma y el misterio de la vida. Atraviesa la obra la indiferencia de la sociedad, la política y la justicia que no da respuestas. El Réquiem/Kadish resume la tragedia humana desde tiempos bíblicos.
Al final, luego de un Adagio redentor que deambula musicalmente por ese paraíso perdido de Adán y Eva, llega el capítulo final de la pieza con el Kadish, la oración más importante utilizada para honrar a los muertos en el pueblo judío. En ese diálogo entre el pueblo y Dios se recuerda el sentido colectivo del destino. "Este reino no es solo mío, el reino siempre fue nuestro. Solo así habrá justicia y llegará la paz". El coro canta un salmo en hebreo. Es una plegaria divina que coincide con el éxtasis de la música. Al final con la emoción contenida estalla el aplauso del público que se pone de pie. Por los ausentes y por los presentes. Los que siguen pidiendo justicia.
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