El esplendor de Bach
Clausura del Festival Bach 2000. Misa en si menor , BWV 232, de Johann Sebastian Bach, por la Gachinger Kantorei y Bach Collegium Stuttgart. Director: Helmuth Rilling. Solistas vocales: Eva Oltiványi (soprano), Birgit Remmert (contralto), James Taylor (tenor) y Christian Gerhaher (barítono).Organizado por Festivales Musicales de Buenos Aires, con auspicio de Visa. Teatro Colón. Nuestra opinión: Excelente
No pudo ser de mayor jerarquía artística la clausura de la temporada de Festivales de Buenos Aires en el Teatro Colón, ofrecer una estupenda versión de la Misa en Si menor, de Johann Sebastian Bach, a cargo de Helmuth Rilling, uno de los más eminentes especialistas en el autor, al frente de las dos agrupaciones, coral e instrumental que fundara en Alemania, ejemplos de idoneidad musical, disciplina e intima comprensión de su visión interpretativa.
Ajustados como un guante a los criterios del maestro, tanto el coro como el conjunto instrumental, plasmaron la idea conductora que no es otra en Rilling de ponerse al servicio de Bach, despojado de toda afectación superficial, con la sencillez de quien busca una relación de intimidad subjetiva, una conmovedora sumisión a la escritura.
Estamos ante la exaltación de la magnificencia de la construcción sonora y proclamar con serena convicción el mensaje de universalidad presentes en los contenidos espirituales que vibran en ella.
De ahí que fuera posible, una vez más, gozar en toda su dimensión la apreciación de una de las cumbres del arte musical de Occidente, que, más allá de los aspectos históricos de su composición, llevados a cabo en diferentes momentos de la vida de Bach presenta, no obstante esa circunstancia, una misteriosa unidad musical y una sabia forma de superar los matices contrastantes entre los dogmas protestante y católico, expresando la grandeza de la religión y de la fe en Dios.
La simetría de la composición, con la alternancia entre fragmentos para voces solistas y corales, veintiséis en total, tiene la característica de jugar con elementos de la música italiana, como arias da capo con la presencia de instrumentos obbligato.
También se incorporan el brillo y la riqueza de la música instrumental alemana (no se circunscribe en su técnica al mero doblar las voces, sino que en varios pasajes ellas se trasforman en el centro que articula el discurso musical) y se mantiene la tradición del contrapunto imitativo, con una construcción polifónica de admirable solidez.
Solistas en perfecto estilo
Fue impecable las intervención del coro, de sonoridad clara y transparente (quizás fuera necesario algunas voces más en el sector de los bajos) y justa afinación.
Así, se alcanzaron pasajes de honda emoción, como por ejemplo durante el Credo, con las melodías gregorianas como cantus firmus o los momentos del núcleo de la fe católica, la encarnación ("Et incarnatus est.."), la muerte ("Crucifixus") y la resurrección de Jesús (Et resurrexit").
Del mismo modo, a partir del primer dúo de voces solistas "Christe eleison...", quedó en evidencia que tanto Birgit Remmert (mezzosoprano), como Eva Oltiványi (soprano), son especialistas de alto rango, capaces de ofrecer una clase magistral de estilo bachiano.
La misma sensación se recibió al escuchar al tenor norteamericano James Taylor, de voz cristalina, sólida escuela e infalible musicalidad a partir de su primera intervención en el dúo del Gloria junto a la soprano, y en su única aria "Benedictus", del Sanctus.
Por su parte, el barítono alemán Christian Gerhaher, exhibió una voz no excesivamente voluminosa pero matizada, y al igual que sus colegas, ajustado al más perfecto estilo del canto barroco.
Ya las tres trompetas y el timbal en el Gloria, habían dado la medida del virtuosismo de los instrumentistas que conforman el conjunto Bach-Collegium Stuttgart, algunos de cuyos solistas, se lucieron en las arias con los cantantes. Así, el violinista Georg Egger, en "Laudamos te..."con su alegre tema y delicados adornos, junto a Birgit Remmert; el flautista Jean-Claude Gérard, de bello sonido y refinado sentido musical para dar la atmósfera pastoral que propone la introducción del dúo "Domine Deus y la alegría del Benedictus; la oboísta Cecilia Margano, de cautivante color, amplio volumen y sensibilidad expresiva, amalgamada con rara perfección a la voz de la mezzosoprano en la hermosa aria "Qui sedes ad dextram patris", cuyas líneas parecen insinuar la ternura de un alma religiosa.
Por su parte fue merecedor de la mayor admiración el trompetista Eckard Schmidt, no solo por su infalibilidad para ejecuta la temible trompeta bachiana aguda, sino en su doble condición de brillante trompista al encarar con el poco frecuente corno da caccia el aria del bajo "Quoniam tu solus"
Concepción lúcida
De todos modos mas allá de la calidad de los músicos y cantantes, el protagonismo estuvo centrado en la concepción del maestro Helmuth Rilling, artífice de una visión de la Misa en Si menor camerística y profundamente íntima, pero que (aquí reside su mayor virtud) sin dejar de remarcar con toda claridad la textura polifónica en sus más mínimos detalles, mostrar en toda su naturalidad la lógica de la arquitectura musical del autor, ni descuidar las variantes del clima de cada pasaje según los momentos del sintético texto, desde la entonación arcaica, a la de resplandeciente majestuosidad sin ningún desborde ni efectismo, tal como surgió de la cumbre sonora del Sanctus.
Es que la versión encarada desde este punto de vista, y tomándola en su totalidad, dejó la vivencia de un misticismo de profunda intensidad espiritual, pocas veces logrado a través de otra composición musical.
Rilling llegó a expresar, en especial con el tranquilo y conmovedor final de la obra, su infinito amor por el pensamiento de Bach para quien el mundo extraterrenal y la vida eterna son un hecho y no una añoranza, que debe manifestarse en los hombres con una súplica permanente por la paz y en un sincero agradecer a Dios.
El público rubricó con un prolongado y cálido aplauso su aprobación por la actuación y presencia del músico y pedagogo alemán y de su equipo, así como su conformidad por el éxito pergeñado por Festivales de Buenos Aires, en el marco irremplazable de la sala del Teatro Colón, para materializar otra noche de superior calidad musical.
Solo quedó flotando la pena que provoca una única noche en momentos de profunda zozobra y cuando cada día se hace más necesario estar en contacto con obras de arte capaces de provoca en el hombre un estado de reflexión sobre la vida y la muerte, la guerra y la paz, el materialismo y la espiritualidad, la irracionalidad y la lógica. Quizás, de ese modo se pudieran evitar males mayores.