El festival de jazz se consolida como un clásico porteño
La ciudad vibró con este género que tuvo grandes figuras y una buena organización
Si en primera instancia la idea de un concierto de piano y trompeta puede despertar el prejuicio de que se convertirá en una propuesta solemne y apacible, la hipótesis quedó desterrada en manos de TerraMondo, el dúo conformado por Jacky Terrasson y Stéphane Belmondo. Con pasajes de un lirismo excepcional y otros de humor y regocijo, el acto que sirvió como cierre de una nueva edición del festival dejó al público con una sonrisa, incluso cuando se trataba de un feriado lluvioso.
Capaces de revisitar tanto a Dave Brubeck como a Stevie Wonder, Belmondo y -especialmente- Terrasson, cuyo dominio total del piano lo tuvo en el rol de guía, no sólo de su compañero sino también de la audiencia, reflejaron una alquimia total a la hora de armar un repertorio que tuvo el foco puesto en mantener la atención del público. Así, una pieza que arrancó con el pianista ofreciendo su lectura de la "Gimnopedia Nº 1", de Erik Satie, terminó con ambos citando la melodía de "La Marsellesa". Acto seguido, el guiño al público argentino (aunque la referencia sea de conocimiento internacional) llegó con un pasaje de "Mission: Impossible", el tema que Lalo Schifrin compuso hace 50 años para la serie de televisión del mismo nombre y aún hoy se utiliza en todas las películas de la saga.
Esa combinación entre la calidad de exportación y el anclaje local, que no funcionan como opuestos sino que se retroalimentan, definió la décima entrega, y una de las más sólidas de los últimos años, del Festival Internacional Buenos Aires Jazz. Porque aunque los atractivos principales sean, lógicamente, las figuras extranjeras (que este año tuvieron como destacados al legendario Gary Peacock, a Mathew Shipp y a los mencionados Jacky Terrasson y Stéphane Belmondo), los artistas argentinos funcionaron no como complemento, sino como sustento. Por el lado de los consagrados, Sergio Verdinelli, Ernesto Jodos, Jorge López Ruiz y Mariano Loiácono fueron algunos de los que tuvieron sus momentos en el festival, sea liderando sus proyectos o en los denominados Cruces, que son ya una marca registrada del festival. Es que es allí donde no sólo la paridad de los músicos locales con los internacionales se hace explícita, sino también donde se toman más riesgos y libertades. Como ejemplo, que Fermín Merlo haya compartido escenario con la baterista alemana Eva Klesee no hizo más que confirmarlo como uno de los percusionistas con más proyección de la escena.
Para acentuar el sincretismo de una música que siempre debe pensarse cosmopolita y global, la celebración del 100º aniversario del nacimiento de Thelonious Monk también fue un acierto. Lejos de quedarse con la proyección del documental Thelonious Monk: Straight, No Chaser, la programación de las visiones locales sobre el genial pianista del bebop tuvo a formaciones lideradas por el contrabajista Hernán Merlo y también a los pianistas Pepe Angelillo, Pablo Fraguela y Pablo Estigarribia con sus lecturas desde el jazz, el folklore y el tango.
También Piazzolla, a 25 años de su muerte, tuvo su merecido homenaje con la propuesta de Roxana Amed, el pianista brasileño André Mehmari y orquesta, comisionado especialmente para el festival. Otros que aportaron al crossover entre el jazz y otras músicas fueron el guitarrista Baltazar Comotto (Luis Alberto Spinetta, Indio Solari), que el año pasado había liderado un tributo a Hendrix en el festival, y Juliana Gattas (Miranda!), ambos sumándose en los shows al aire libre. Entre las propuestas más tradicionales, el clásico micro del ciclo Jazzología puso sobre el escenario big bands locales como la Creole, la Sotavento y la Caoba, en lo que se ha convertido en una suerte de minifestival dentro del festival. También las clínicas con artistas internacionales volvieron a poner el foco en la enseñanza y la formación de músicos jóvenes, que de a poco se hacen un lugar en la escena local durante el año.
Por el lado de los haberes, entre la gran oferta de jazz argentino esta edición tal vez se quedó corta a la hora de mostrar propuestas más vanguardistas. Queda pendiente, más para la escena que como ítem que le competa exclusivamente al festival, reflejar todo este flujo de información, músicos y público en el día a día de los clubes de jazz y las agendas porteñas. Por todo lo demás, el Festival Internacional Buenos Aires Jazz volvió a dar otro paso firme en la consolidación como uno de los eventos culturales más esperados por melómanos de cualquier tipo en Capital Federal.
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