"El gran debate", un periodístico con respeto y sin violencia verbal
"El gran debate", programa periodístico con la conducción de Néstor Machiavelli. Productor ejecutivo: Alonso González Calderón. Producción periodística: Ariel Judas y Luis Soto. Escenografía: Gustavo Pomes. Dirección periodística: Ricardo Cámara. Director: Renato Kahn. Domingos, a las 23, por Azul TV.
Nuestra opinión: bueno.
Ha llegado la ocasión de que los actores sociales argentinos demuestren su grado de madurez para debatir ideas. La oportunidad la brinda "El gran debate", ciclo periodístico de Azul TV que se propone como un espacio de discusión donde unos seis o siete invitados reconocidos exponen sus puntos de vista acerca de diversos temas de la actualidad nacional.
Personalidades de la política, la economía, las artes, la religión, el deporte, los organismos no gubernamentales e intelectuales son convocados para intercambiar opiniones ante la prolija coordinación del periodista Néstor Machiavelli. Y justamente en función de un cierto estilo para ese flujo de ideas ha sido diseñada la escenografía.
Todos los invitados están sentados algo espaciados uno al lado del otro en semicírculo y todos miran hacia el punto central, donde se encuentra el conductor. De este modo, el decorado no sólo determina que Machiavelli sea el primer interlocutor válido sino también que el roce entre invitados se reduzca al mínimo. Digamos que se cumple aquí una regla deportiva: cuanto menor contacto entre los jugadores, menor riesgo de violencia.
Claro que, al menos por ahora, si bien "El gran debate" no cae en grandes exabruptos, tampoco llega a generar un pensamiento progresivo entre quienes participan. Lo que suele suceder a lo largo de la hora de emisión es que cada uno de los personajes convocados dé su punto de vista -coincida o no con los ya expuestos-, pero de ninguna manera construyen entre varios instancias superadoras de sus convicciones iniciales.
Quién es quién
Como cierre de la noche del domingo, este programa tiene la ventaja de ofrecer al espectador diversidad de reflexiones sin que ello implique el grado de violencia verbal habitual en la pantalla chica de estos días.
Sin embargo, el ciclo tiene sus excepciones. En su última emisión, hubo un fuerte cruce entre dos invitados, presentados como economistas. Uno le dijo al otro que decía "pavadas". Néstor Machiavelli intervino, entonces, para recordar que hay formas de disentir sin perder el respeto.
No obstante, sin ánimo de justificar ninguna clase de actitud destemplada, sería bueno indagar en la raíz del problema. Para ello habría que remitirse a los dos protagonistas del duro roce. Quien dijo estar cansado de escuchar pavadas de un "importador de automóviles" es profesor de Economía de la Universidad de Buenos Aires y sostenía la idea de que el modelo económico debía cambiarse en su totalidad, incluida la convertibilidad. El otro, el agredido, fue descripto simplemente como "economista" y sostenía la idea de que la convertibilidad era magnífica. Ambas posturas eran contrapuestas. Pero lo que aparentemente causó el exabrupto de parte del catedrático fue verse en la obligación de aclarar quién era quién para poder continuar con el debate. Así, no de muy buenas maneras, optó por "desenmascarar" a su oponente.
Ahora bien: si se está dispuesto a postularse como espacio para la discusión de ideas, también debe asumirse la responsabilidad de presentar a cada invitado de forma exhaustiva. Porque cada actor social tiene tanto derecho a expresarse públicamente como obligación de definir cuál es su lugar de pertenencia.
Por supuesto que no es un delito ser importador de autos, pero ciertamente implica un universo particular de intereses tan legítimos como los de otros sectores de la economía. Y si "El gran debate" tiene su eje central precisamente en la confrontación de ideas, debe esperarse, en favor de la transparencia intelectual del programa, que se deje bien en claro desde qué sector habla y qué intereses representa cada actor social.
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