La banda de Julián Kartún repasó sus 14 años de trayectoria en su primera vez en el templo del rock, el sábado a la noche
“Como se darán cuenta, estamos very emotional”, decía Julián Kartún el sábado a la noche en la mitad del show que El Kuelgue dio en su debut en Obras. “Apostamos a ver quién lloraba primero.” Lo cierto es que si bien hubo varios abrazos a lo largo del setlist, nadie lloró en esta fecha histórica para sus 14 años de trayectoria. Los once músicos en escena se mimetizaron con el sonido para justificar el ascenso que los paseó victoriosos por todos los boliches techados y abiertos de Buenos Aires, hasta llegar al templo del rock en modo sold out.
En poco más de veinte temas, El Kuelgue presentó una lectura destilada de la tradición vernácula que en los 90 y en los 2000 pre-Cromañón supo llenar este mismo lugar. Pero hoy el barrio es otro: entre chupines, camperas Uniqlo y smartphones, un manso público entonó los versos de las canciones y celebró ese carácter bipolar entre joda y musicalidad, que funciona gracias al diálogo entre Kartún y el tecladista Santiago Martínez con el resto del grupo. La sinergia les permitió sonar ajustados en cualquiera de sus capacidades. Desde el reggae blanco de “Circunvalación” al muy brasileño “Bossa & People” (donde el guiño a “Rebel Pose” de Fun People resulta orgánico), pasando por el ragtime cachondo de “Se va a warnes”, el candombe rioplatense-spinetteano en “Si no te vas” (con un Pablo Vidal entonando cómodo los fraseos del saxo de Sergio Dawi) y el punk rock en “Sueño con Ovnis”, todo encaja en un dialecto unificado.
Pero es sin dudas la teatralidad y el absurdismo lo que componen el gen central del ADN Kuelgue. En ese plano, Kartún desplegó todo su histrionismo: canta, rapea, grita, baila y patina sobre las tablas, frena de golpe, saluda a la popular, sacude las luces y la escenografía, se cambia de remera al menos cuatro veces, se sube a correr a una cinta de gimnasio para el diálogo de levante en “Milanesa” o se pone una máscara de calavera para el inspirado en un viral de youtube “Amor, comprension y ternura”. También hubo una canción especial para aquellos que están desde los comienzos primarios cuando tocaban en La Castorera (“Lucho Gorrión”) y luego de “Planeta Numir”, junto a Martínez se manifestaron en contra del gobierno de turno y a favor de la legalización del aborto, porque -después de todo- puede que este haya sido un recital a gran escala pero se sigue sintiendo como una celebración íntima.
Ya hacia el cierre, sin pausas ni bises y con una cruz de neón arriba del escenario, el cantante se transformó en un predicador pesificado en “Cristo es Marquitos Di Palma” y volvió a ser él mismo con el tándem de “Clonasepan” y “Cariño reptil”. “Atrapen las canciones, y que no vuelvan más”, le dice a todos los que estaban del otro lado antes de fundirse con sus compañeros para la foto final.
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