El off Broadway se burla de Trump, un regalo del cielo para los comediantes
Me The People prueba, aun con sus límites, que si el presidente de Estados Unidos no es bueno para la democracia sí lo es para los autores que cultivan la sátira
NUEVA YORK.- ¿Donald Trump es bueno para la democracia? Tal vez, no. Pero su campaña electoral y los pocos meses que lleva en el gobierno han sido un regalo del cielo para los comediantes, especialmente cuando los guionistas y escritores dejaron de llorar para ponerse a escribir chistes sobre su persona. Ahora, con Me the People: The Trump America Musical, que se estrenó en el teatro Triad, las lentejuelas del vodevil se suman a la oleada satírica.
Pero las lentejuelas de Me the People brillan sin lustre. La escritora Nancy Holson (The News in Revue) y el director Jay Falzone se limitaron a reescribir las letras y ensamblar una seguidilla de viejas canciones buenas, y no tan buenas, en una serie de cuadros de tinte político al estilo de Forbidden Broadway. El día del estreno, un público alegre que había tomado por lo menos dos tragos antes de entrar pudo escuchar "How Do You Solve a Problem Like Korea" ("Cómo resolver un problema como Corea") y "Welcome to the Hotel Mar-a-Lago" ("Bienvenidos al Hotel Mar-a-Lago"), por más que las letras no regalaban demasiadas sutilezas y las melodías, la menor sorpresa.
Tras una introducción estilo Hamilton, en la que cuatro actores vestidos como próceres hacen muñecas de papel con el texto de la Constitución, el elenco navega entre el Rusiagate, las amenazas contra los derechos consagrados en la Primera Enmienda y el famoso "revocar y reemplazar". En uno de los gags recurrentes en la obra, un actor vestido de loro canta una versión de "Rockin' Robin" mientras revisa los mensajes en su teléfono. Ni siquiera tuvieron que cambiar el estribillo: "Tuit, tuit, tuit".
Pero esos tuits son justamente parte del problema. ¿Cómo podría una sátira ser más farsesca, bizarra o indignante que las propias palabras y acciones del presidente Trump? Alerta de spoiler: no puede. La mayoría de los chistes son malos, y los remates son obvios. Gran parte del presupuesto de producción y una generosa porción de la energía creativa parece haber sido invertidos en decenas de pelucas y accesorios para el pelo. Para ser justos, el sombrero de copa de Paul Ryan es una obra de horror y genio a la vez.
Además, hay muchas maneras peores de pasar un sábado a la noche que riendo y lamentándose al mismo tiempo. Los intérpretes -Aiesha Dukes, Mitchel Kawash, Ricard Spitaletta y Mia Weinberger- son excelentes cantantes que aportan frescura, y Spinaletta y Weinberg se destacan como imitadores particularmente eficaces. También merece un elogio el director musical y pianista acompañante, Jame Higgins.
Terminada la función, después de que la Hillary Clinton interpretada por Weinberger canturreara el estribillo de una versión poco radiofónica de "Forget You", de CeeLo Green, el público se puso de pie y salió entonando la picante letra de la canción, mientras enarbolaban azucarados martinis. No será un juicio político, pero tampoco está tan mal.
Traducción de Jaime Arrambide
Alexis Soloski
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