“El piano y también la ciencia”
"Descubrí el piano a los cinco años, casi jugando. Me habían regalo un pequeño teclado y después de disfrutarlo un tiempo, pasada la novedad, empecé a explorar otras posibilidades. ¡Y un día lo vi: era una enorme caja llena de misterios, con unos curiosos pedales que no podía alcanzar con mis pies! Fue un amor a primera vista", recuerda la pianista Patricia Li Ran Ting.
Li comenzó a estudiar en el Conservatorio Fracassi y, cuando cumplió siete años, sus padres le regalaron el primer piano. "A medida que lo fui conociendo me di cuenta de que escondida entre cuerdas y teclas ocultaba toda una gran orquesta. Y que bastaba con buscar y revolver para encontrar todos los sonidos que se me ocurrieran. Incluso, algunos que nunca hubiera imaginando."
Patricia nació en Shanghai el 4 de mayo de 1984 y llegó a la Argentina con sus padres, dos médicos chinos, cuando sólo tenía un año. Dio su primer concierto como solista a los ocho en el Auditorio de la Universidad de Belgrano y su primer concierto con orquesta (la Sinfónica Municipal de Gral. San Martín) a los quince años, interpretando el concierto para piano y orquesta Nº 2 opus 18, de Sergei Rachmaninoff.
Es becaria por el Fondo Nacional de las Artes y la Fundación Antorchas y, además, finalista para la beca Comisión Fulbright-Fundación Antorchas para realizar el Master of Music Degree in Instrumental Performance en la Carnegie Mellon University, Pensilvania, Estados Unidos.
–¿Algún intérprete que admires?
–Martha Argerich...
–¿La conocés?
–Sólo en conciertos, pero este año, en que voy a debutar como solista en la sala principal del Teatro Colón, con su Orquesta Académica, espero poder conocerla personalmente. Por la misma época voy a dar un concierto para Ars Nobilis, en el Auditorio Ameghino, como parte del Quinto Festival Beethoven.
–¿Y compositores?
–Me gustan los impresionistas, como Claude Debussy y Maurice Ravel. También los compositores rusos, sobre todo los dos Sergei: Rachmaninov y Prokofiev. Aunque ahora estoy entusiasmada con Ludwig van Beethoven y algunos compositores argentinos contemporáneos, como Salvador Rainieri y Jorge Arandía Navarro. Pero hay algo que no conté...
–¿Qué?
–Escondo algunos misterios (ríe divertida). Porque paralelamente, y tal vez influenciada por la profesión de mis padres, tengo un gran interés por todo lo que sea ciencia, astronomía, química, física, matemáticas. Cuando tengo algo de tiempo leo mucho, incluso novelas de ciencia ficción, ¡me encantan! El año pasado fui invitada por la Comisión Nacional de Actividades Espaciales, junto con un grupo de jóvenes de entre 15 y 18 años, para hacer un curso de diez días sobre técnicas aeroespaciales en el centro que la NASA tiene en Marshall, Alabama.
–¿Linda la experiencia?
–Interesantísima. Buena parte del curso lo hacíamos dentro de simuladores que reproducían el interior de las naves espaciales. Nos dieron el mismo entrenamiento que se da a los astronautas y nos plantearon algunos de los problemas que pueden producirse en un vuelo en el espacio.
–¿Por ejemplo?
–De pronto nos comunicaban que se había declarado un incendio en una de las secciones de la nave y que teníamos que neutralizar el foco con lo que habíamos aprendido. Me hice de un montón de amigos con los que me escribo regularmente, porque había chicos de todo el mundo. Además, me permite poder recibir muy buena información de la NASA, de sus proyectos y descubrimientos.
–¿Qué pensás de la música china?
–La música china tradicional está basada en las propuestas del filósofo Confucio. Y su misión es restablecer un equilibrio y sintonizarnos con un orden cósmico del cual todos somos parte. Es decir, tiene un carácter religioso. Por eso, en la antigua China, los músicos que hacían música sólo para entretener no eran bien vistos. Con los tiempos modernos las cosas fueron cambiando. Tiene diferencias importantes con la música occidental. Por ejemplo, una escala pentatónica de cinco notas y otra heptatónica, de siete. Además, los intervalos son diferentes.
–¿Algo para recomendar al lector?
–Una película, Un genio en la familia, que no vi en el cine, sino en mi casa, días atrás, por televisión.
–¿De qué trata?
–Es la vida de Jacqueline Du Pré, la famosa violonchelista británica, discípula de Pablo Casals y de Rostropóvich. Tiene versiones inolvidables de conciertos de Antonin Dvorak, Camille Saint-Saëns y Schumann y de cinco sonatas para violonchelo de Beethoven. En 1967, cuando tenía 22 años, se casó con nuestro Daniel Barenboim. Pero en 1971 enfermó y debió dejar de actuar en público. Al año siguiente le diagnosticaron esclerosis múltiple y tuvo que abandonar su carrera para siempre, aunque siguió enseñando durante varios años. Falleció en 1987. Me emocionó mucho.
–¿Alguna otra cosa?
–Si quieren tener una linda experiencia, que escuchen el Concierto Nº 2 opus 18 de Rachmaninov.
–¿Una versión en particular?
–Hay varias... Pero si aceptan un consejo (vuelve a reír divertida), escuchen la mía, ¡que es muy buena!
Shanghai
"Volví a China en dos oportunidades, a los 10 y a los 15 años. Pero no nos detuvimos sólo en Shanghai; visitamos otras ciudades y llegamos hasta Pekín. Shanghai creció mucho entre un viaje y otro. Edificios más modernos y más grandes y (lo que más me interesaba), mayores salas de concierto con adelantos tecnológicos y mejor acústica. Mi reencuentro con la cultura china fue una sensación extraña: como descubrir algo nuevo, pero que siempre estuvo en mí."
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