Ultima página / Intimidades: Solidaridad según... Rafael González Moreno. El que quiere, puede
Desde el golf, el artista da ejemplos de cómo ayudar
LA NACION
- Aunque toda la vida se dedicó al arte, con especial atención por estos días al plástico derretido, Rafael González Moreno guarda un tiempo para el trabajo solidario, que mezcla con su pasión por el golf. "No hay que quedarse con los brazos cruzados, siempre hay posibilidades de hacer el bien, y si hay voluntad, las cosas van saliendo", anima a otros a seguirlo. En su caso, hoy González Moreno es un intermediario entre las personas sin recursos y las que pueden dar una mano. Tanto en Chaco como en Palermo ayuda a chicos con aptitudes para el golf a convertirse en profesionales. Un interés que trajo de Suecia, donde vivió y fue asistente social.
- En el pueblo de Oloströrm decidió junto con un amigo británico formar un equipo de rugby con adolescentes. A los seis meses ya contaba con 100 jugadores. "Hasta la selección sueca vino a jugar a nuestro pueblo", recuerda con orgullo. El éxito de este emprendimiento fue tan grande que el gobierno le ofreció trabajar como asistente social con chicos delincuentes. Estuvo a prueba seis meses y, ya aceptado, se quedó siete años, fue entre 1998 y 2005. Le asignaron una casa en uno de los 35 centros de reinserción social para chicos que funcionan en Suecia, generalmente cerca de lagos y bosques. Ahí vivían unos 10 o 15 chicos, la mayoría inmigrantes de países como Irak o los de la ex Yugoslavia. "Tenía algo a favor con ellos, algo en común que me acercaba a los chicos, y es que todos éramos inmigrantes", aclara.
- "Cada seis meses, yo tenía a cargo a dos de ellos. Mi trabajo consistía en despertarlos, ayudarlos a preparar el desayuno, llevarlos al colegio, buscarlos y después motivarlos para que se insertaran en la sociedad. Me comunicaba con ellos a través del arte, pero no era la única vía. Por ejemplo, los martes y jueves tenían fútbol y si había alguno con talento, la idea era que entrara en algún club. Si había alguien con talento musical, encontrar un estudio de grabación. También me encargaba de actividades que vistas desde acá parecen surrealistas, como llevarlos a esquiar durante dos semanas. Aprovechábamos que el pueblo donde vivíamos, donde está la fábrica de Volvo, estaba lleno de empresas que eran buenos patrocinantes", sigue González Moreno, y recuerda con alegría que este trabajo le permitió estudiar psiquiatría Infantil, algo que aplica todos los días, especialmente con su hijo. "Por suerte, puedo decir que el 30 o 40% de los chicos que traté hoy son padres de familia con sus casas y acceso al crédito", cuenta.
- En Suecia también fue concejal durante cuatro años: 20 horas por semana trabajaba ad honórem, no cobraba ni la nafta. Eso sí, le daban bananas y manzanas. Arriba, un folleto con González Moreno en el listado de concejales. A la derecha, sus certificados.
- De regreso en Buenos Aires, desde Suecia lo siguió la satisfacción que le brindó ser solidario con el prójimo y decidió seguir ayudando a través del deporte, pero ahora por medio del golf. "Antes de volver definitivamente a la Argentina, hace cuatro años y medio, conocí a un caddie y a su padre en la cancha de Palermo. No tenían un peso y les prometí que iba a conseguir palos para que el chico jugara. Cuando volví, lo hice y él se anotó en distintos torneos", expresa.
- "Otra vez, en Chaco, salí a jugar con un caddie de 19 años que estaba en patas, lo hice jugar y estuvo bastante bien. Le pregunté entonces si alguien lo ayudaba y respondió que no, que nadie le daba una mano. Entonces hablé con el presidente del club; conseguimos palos, zapatos y ropa, y empezó su carrera golfística", recuerda.
- Y agrega algo que ya es parte de su filosofía de vida: "En Palermo, cada vez que conozco a un caddie él juega y yo llevo los palos. Una vez salí con uno que era tan bueno que se estaba clasificando para el Torneo de la República".
- "El gran problema es que antes había 100 caddies por club y ahora, 20. Esos 80 que quedan afuera antes tenían una contención social, estaban dentro de un sistema que les permitía desarrollarse; ahora están afuera, desempleados", sigue el artista. A los caddies, aclara, "generalmente no soy yo el que les compra los palos. Hago de intermediario entre los caddies que quieren empezar a jugar y mis conocidos, a los que les va bien y pueden comprar lo necesario. Y no sólo de esa forma se los puede ayudar: hay chicos que quieren estudiar otras carreras, como Diseño, por ejemplo, y los padres me consultan", detalla el artista. Todos son ejemplos que cualquiera con ganas puede imitar.
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