El santo de la bronca
Regresa el mes próximo a la TV con "El santo diablo" y viajó a Madrid para filmar con Carmen Maura, pero Luppi prefiere hablar de las taras de los argentinos
Estoy bien. Todavía estoy bien". Federico Luppi es de las personas que se indignan. Quizá por eso usa esa muletilla para relativizar su estado de tiempo personal. A Luppi lo indigna la dueña del almacén de la esquina que tiene dos cajas para cobrar, "pero ahorra pagándole a una sola cajera, a expensas del tiempo de los compradores". Y se lo dice. Lo indignan las facturas del gas, que suben de veinte a doscientos pesos sin mediar calefones ni estufas encendidas a full. Y se toma dos horas de su mañana para ir a quejarse a la oficina de pago. Lo indigna el país, la hipocresía y la charlatanería. Y, por supuesto, lo dice también.
"La pregunta es por qué seguimos alimentado sátrapas, burladores, chamanes de la palabras. Por qué seguimos apostando al trujamán. Por qué no elegimos la vida más digna. Me enoja porque estoy harto de que la gente se deje humillar. Seguramente es un signo evidente de intolerancia. Pero cada vez me cuesta más ver que un tipo se deja ningunear. El otro día viajé a Perú y la tasa de embarque había subido de 13 a 23 pesos. "¿Por qué?", le pregunté a la azafata.Y ella, en ese tono impersonal que usan todas las azafatas, me dijo: "Política de la compañía". ¿Cómo que política de la compañía? ¡Política de los chorros!!. ¿Por qué tengo que aceptar ese eufemismo como una explicación tonta del aumento de la tasa?", se indigna Luppi, claro.
Son apenas las diez de la mañana y el actor ya está hilvanando ese rosario de "endemias argentinas" que lo tiene a maltraer. Ni su viaje a Madrid, donde fue a filmar "Lisboa", del joven director AntonioHernández, con Carmen Maura y Antonio Birabent como compañeros de reparto; ni el próximo estreno de "El santo diablo", el tercer especial de Alejandro Doria, que protagonizará por Canal 13 el próximo mes, alcanzan para distraerlo lo suficiente.
El dice que siempre fue intolerante, pero que la "vejez" le debe haber acentuado ese rasgo nacido en sus genes italianos.
Puede ser. En todo caso, no deja de parecerse mucho a esos personajes apasionados que compuso en "El arreglo", "Un lugar en el mundo", o en "Martín (Hache)". Sobre todo mientras exhibe tota su "gringada", como le gusta apodar a su indignación. Después, en un tono más calmo, puede acercarse un poco a aquel señor de "Sol de otoño" que tantos premios le dio.
Pero la verdad es que le cuesta desempolvar la bronca matutina. Sin preguntas de por medio, se despacha de un solo y larguísimo trago, sin sacarse siquiera la campera que lleva puesta. Va de su luminoso living al escritorio, y casi sin apoyarse en la silla vuelve a levantarse para ir a la cocina a calentar el agua del mate que ya se le enfrió.
Y mientras tanto, monologa. Como si llevara años recalentando el motor de la bronca: "Me parece que tenemos que hacer un esfuerzo serio para salir de esta cápsula de mentiras. Quizás soy injusto diciendo esto, porque la cosa es más grave de lo que yo creo. Pero me parece que tenemos que votar y monitorear después. Es un esfuerzo, pero hay que hacerlo. Si no, nos sentamos y decimos esa vieja frase: "Eh...Así es la vida". Yo no quiero decir eso".
De vagancia y militancia
Así y todo, nunca se le dio por la militancia en una partido político. "No, uno pierde la independencia", murmura para sí mismo, inmóvil ahora en la silla de su escritorio. En cambio sí forma parte de la junta vecinal de su barrio, y sale a pelear para que un hipermercado no se instale en el terreno del ferrocarril que tiene frente a su ventana. "La única solución, me parece, van a ser los famosos núcleos intermedios que monitorean para arriba y para abajo, los centros vecinales... Y eso que no es un trabajo que me guste. La verdad es que yo soy un haragán. Soy un vago...A mí me gusta estar en mi casa, leer libros, subrayar cosas. Eso te encadena. Es como sentarse a hablar con amigos. Entrás a hablar de las cosas que pasan en la vida. Sentís como si te pusieran aceite santo en la oreja".
Pese a esa vagancia declarada, Luppi no es de los que se dejan estar. Quizá porque estar sobre tablas o frente a una cámara, le ayuda a entender. De hecho, en su larga carrera se ha movido en el cine, el teatro y la TV con la misma facilidad. Y con continuidad.
Pasos breves
Aunque no esté especialmente ligado a la pantalla chica, a fin de este año habrá pasado por tres canales de aire. En pasos breves. Tuvo su parte en la siempre cambiante telenovela de Canal 9, "Ricos y famosos"; interpretó un pequeño papel en "Casa natal", por América, y a principios de octubre protagonizará el especial de Doria, por el 13.
En realidad, en sus planes figuraba quedarse un poco más en la telenovela del 9.Pero el prefiere argumentar que su aparición fue un "enroque que salió mal".
Fue Alberto de Mendoza el que lo convenció para incorporarse a esa historia que ideó Alejandro Romay, cuando todavía comandaba la emisora. "Hubiera sido muy bueno porque con Alberto teníamos pendiente una tira en Canal 9, llamada "Viejos amigos", que hablaba sobre dos compañeros que pelean por coqueterías pasadas. Un libro muy bueno que nunca hicimos y que pensábamos revivir en esos capítulos de "Ricos y famosos". La cuestión es que cuando yo dije que sí, él no pudo hacerlo porque tuvo problemas de salud. Entonces me di cuenta de que estar injertado ahí no iba. Lo mío era realmente un injerto", dice el actor, en un tono menos combativo que su anterior diatriba sobre el país.
En el especial que grabó con Doria, evidentemente se sintió mejor. Ahí le tocó representar al padre Julián, del cuento "El campo de los Olivos", de Guy de Maupassant. Un hombre de unos cincuenta años que pensaba que ya nada podría alterar su vida. Al menos hasta que llega al pueblito donde vive un joven que dice ser su hijo.
"En el racconto , la historia cuenta que el cura estuvo enamorado de una actriz. Una mujer bastante liviana e insegura; alguien que fluctúa entre un amor, que es el mío, y otro que tuvo hasta su muerte. Pasan veinte años y ese chico aparece en mi pueblo. Ese chico, que es mi hijo, está teñido de toda la estructura de quien fue maltratado, carenciado de amor. Entonces, es un pequeño monstruito. Y el cura no puede dejar de hacerse cargo de ese chico, pese a todo", cuenta apenas Luppi que no quiere develar el trágico final de esta historia que también protagonizan Gastón Pauls, Graciela Duffau, Belén Blanco y Rita Cortese, entre otros.
Fin del recreo
La impasse de la tranquilidad le dura unos minutos. El tiempo exacto que tarda en contar su paso por la TV. Después confiesa que está nervioso por el viaje a Madrid, que los aviones no le gustan y que preferiría no alejarse de la tierra. De la de Buenos Aires o de la de Ramallo, donde nació.
Y entonces, casi inmediatamente, retoma su indignación. De la nada, o más bien de esa mente que parece no tomarse descanso, vuelve a remontar su bronca: "Como yo soy de los que durante muchísimo tiempo compré todos los buzones del mundo, y ayudé a venderlos, pensé que algún día iba a vivir en un país, si no perfecto, por lo menos armónico. Pero resulta que envejezco en un mundo donde el ladrón y el mentiroso, son más. De todos modos creo, todavía creo, que vale la pena hacer el esfuerzo para cambiar. Y, sobre todo, evitar todas esas frases hechas que nos marcan como argentinos: "Así son las cosas", "qué le vas a hacer". Esa porteñada infame y degradante, me enferma", vuelve a engranar.
Ya es el mediodía del viernes. A Luppi le quedan pocas horas en Buenos Aires antes de partir hacia Madrid. Tiene que hacer las valijas, organizar su departamento, quejarse en algún lugar, indignarse otra vez. Para que las frases hechas no entren en su ámbito. Y, sobre todo, para que pueda seguir diciendo que todavía está bien.