En la previa del Lollapalooza, Years & Years calentó la pista en Niceto
En 2015, el año del explosivo arribo de Years & Years en la escena del dance pop británico con el taquillero disco debut Communion, Olly Alexander fue tapa de Attitude: la revista dedicada a la cultura gay más vendida del Reino Unido. El joven, rostro y corazón de un proyecto que nació en la cabeza de dos sagaces productores y multinstrumentistas -Michael Goldsworthy y Emre Türkmen-, aparecía en la foto rodeado de peluches de Spiderman, Bob Esponja, Star Wars, Pokemon y My Little Pony. Esa imagen valía más que mil palabras: sintetizaba con precisión el imaginario de un artista "cachorro" ingenioso y atrevido que se convirtió, en poco tiempo, en un ícono de la sexualidad libre. Es un referente de la comunidad LGBT tan festivo como melodramático, que hoy sigue cautivando con sus destrezas vocales y su charm irresistible sobre el escenario.
En el primer sideshow de la edición 2019 del Lollapalooza , Years & Years se metió en el bolsillo a una audiencia joven y muy aficionada a la aclamación permanente: los gritos agudos fueron moneda corriente en una noche que arrancó bien arriba con Sanctify, el tema de apertura de Palo Santo, el segundo disco de la banda. Este es más ambicioso y variado sonora y estilísticamente que su predecesor. A esta canción, la siguió Shine, hit de Communion en el que el pulso del house se cruza sin culpa con unos sintetizadores heredados de New Order.
La receta de Years & Years tiene referentes bien reconocibles: Britney Spears y Madonna (de hecho, en la segunda mitad del show, hubo una breve suite -protagonizada por la virtuosa pareja de vocalistas negros que apoyó a Alexander- en la que el superhit de Ariana Grande No Tears Left To Cry quedó unido al clásico Like A Prayer). La influencia musical es explícita, pero Alexander también retoma el gusto por la provocación, desde una perspectiva menos agresiva que la de sus modelos. Claramente las cosas le funcionan mejor cuando la mira esta puesta en la pista de baile. En los midtempo (con él sentado al piano), todo sonó mucho más convencional.
Pero no hubo demasiados baches en este debut de los ingleses en Buenos Aires: toda la pompa teatral de Olly estuvo muy bien sostenida por un aluvión de hits bailables (Hallelujah, All For You y el intenso cierre con King) que por lo general esconden debajo de su cáscara hedonista un relleno agridulce. Sus fans lo agradecieron con una lluvia de regalos arrojados sin pausa sobre el escenario: banderas argentinas decoradas con brillantina, muñecas de goma y plástico, ramos de flores y una corona de utilería que Alexander se calzó con gusto, cómodo en su papel de reina kistch con toda una corte a sus pies.
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