Encierros (2x2+1): Tres postales postmodernas de Susana Torres Molina
La propuesta consta de tres obras breves de la autora con un concepto en común y los brillantes trabajos de Silvia Dietrich y Emiliano Díaz
Libro y dirección: Susana Torres Molina. Intérpretes: Silvia Dietrich y Emiliano Díaz. Voces en off: Santiago Schefer y S. Torres Molina. Música: Carmen Baliero. Luces: Luciana Giacobbe. Escenografía y vestuario: 2x2+1. Nexos poéticos: María Mascheroni. Sala: Teatro del Pueblo, Lavalle 3636. Funciones: jueves, a las 21. Duración: 50 minutos.
Ganadora del Premio Nacional, en 2019, por Ya vas a ver; del Municipal, otorgado por la Ciudad de Buenos Aires en 2012, por Manifiesto vs Manifiesto; y, entre otros, del Konex 2014, Susana Torres Molina ocupa un lugar central en nuestra dramaturgia desde el estreno de su primera obra, Extraño juguete, en 1977. No siempre pero, en general, es directora de sus propios textos como en esta vez, en el primer piso del Teatro del Pueblo donde presenta Encierros, en cuyo subtítulo (2x2+1) se resume la fórmula del espectáculo integrado por tres obras cortas con un recorrido anterior: dos monólogos, Hurlingham, interpretado por Silvia Dietrich, y Nada entre los dientes, por Emiliano Díaz, más Le Privé, adaptación de Privacidad (2013), con ambos protagonistas. “Fetiches” o no, a Torres Molina le gusta repetir equipos artísticos: con Dietrich y Díaz, sólidos y muy potentes intérpretes, trabajó no sólo en Privacidad sino también en Esa extraña forma de pasión (2010) y Estática (2011).
Un cuadrado delineado por luces marca el encierro, un lugar despojado, con muy pocos objetos, de donde no se sale, un límite que hoy resuena de modo global. Pero hay otros encierros, en plural, impuestos o aceptados en distintos contextos: el de una madre en un geriátrico, internada por la hija, la misma que pasó su infancia pupila en, según la madre, el mejor colegio. El de un hombre en un mundo distópico, imposibilitado de cualquier contacto “presencial”, atado a las pantallas y unas pastillas que lo alimentan, perdido en un espacio sin tiempo. El de dos seres insatisfechos que, en tono de comedia irónica, buscan vitalidad en la seducción compulsiva de la que no pueden escapar.
Desde el prólogo, cada pieza está anudada a la siguiente por los nexos poéticos escritos por María Mascheroni, enunciados por las voces en off de Santiago Schefer y de Torres Molina, con un compás de reiteración y cierto agobio que marca la música de Carmen Baliero y los cambios lumínicos de Luciana Giacobbe, todos usuales colaboradores de la directora, un grupo de artistas que se conoce. No es una coincidencia al pasar sino que en escena se nota la fluidez del conjunto, donde hay lugar para cada uno, con materiales muy distintos, pero al unísono, sin desafinar, sin perder el concepto que la autora y directora se propuso al reunir estas postales del encierro.
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