Enrique Piñeyro vuelve a volar, pero en un escenario
El director, piloto y documentalista, en un unipersonal con simulador incluido
"El secreto de hacer muchas cosas a la vez es hacerlas todas mal", comenta Enrique Piñeyro, tal vez, para explicar la particular convivencia de sus múltiples facetas. Médico especializado en Medicina Aeronáutica, investigador de accidentes de aviación, piloto, actor, productor y director, se prepara para el reestreno de su obra Volar es humano, aterrizar es divino, en el Maipo.
"La obra es un combo rarísimo, como un stand up, pero con producción y con mucho material audiovisual. También tenemos un simulador de vuelo en escala real, un mamotreto de dos toneladas." Con él reproducen, para empezar el espectáculo, un accidente del Avianca 052, en Nueva York, que se quedó sin combustible básicamente por una falla de comunicación.
Este error le hizo pensar que si nos comportáramos en tierra de la misma manera que lo hacemos en los aviones, nuestra vida sería infinitamente más amable y nuestro mundo sería un lugar mucho más acogedor. Entonces, Piñeyro armó un espectáculo en el que la base es la mirada que tienen los pilotos sobre la seguridad, pero aplicada a la superficie. "Si usás ese estándar te das cuenta de que la mayoría de las cosas son ridículas. Por ejemplo, en la ruta dice curva muy peligrosa. No hagan una curva muy peligrosa", reclama el documentalista de la década, que ganó el Premio Konex Platino en 2011.
Risas, reflexiones, realidad y tecnología están presentes en este espectáculo que no se puede definir fácilmente. No es una charla TED ni una sátira de la realidad, tampoco es netamente un stand up, pero tiene algunos de sus elementos, y un entrecruzamiento de lenguaje teatral y cinematográfico. La tecnología es otra de las cuestiones que atraen a Piñeyro. "Me alucina cómo te simplifica la vida. Si tengo que apagar todas las luces de mi casa siento que no voy a poder. Son cincuenta bombitas. Lo tengo acá en el reloj -un Apple Watch que muestra con orgullo- y se apaga todo. Tengo todo inteligente en casa: la temperatura, las luces, la puerta."
Fanático de los aviones desde chico, a los tres años ya distinguía los diferentes modelos desde la terraza del aeropuerto de Ezeiza. Hasta tiene una anécdota de aquella época en la que corrigió a un señor que confundió un avión con otro. El hombre miró para abajo y se sorprendió al ver quién le estaba marcando su error. "Yo sabía cinco millas antes qué avión era por los colores de la compañía. Sabía que esa compañía tenía DC-8 y no 707. Había un señor ahí diciendo mirá el 707 y yo fui indignado a interpelarlo. No podía creer la ignorancia. Obviamente él se rió. Pero cuando el avión llegó, se disculpó."
La aviación es su gran pasión, aunque dice que subirse al escenario se parece bastante porque tiene adrenalina. "Lo que pasa es que la adrenalina en tierra es una adrenalina medio «trucha». Son temores un poco abstractos: a hacer un papelón, a que la obra salga mal."
El teatro está presente en su vida también desde hace muchos años. Fue a un colegio en Olivos en el que la actuación no era una asignatura menor. Estudió durante toda la secundaria, y junto con los deportes, la actuación fue su ámbito preferido. Aunque terminó primaria con notas excelentes gracias a su memoria prodigiosa, en la etapa siguiente decidió aprobar con lo justo y dedicarse a lo que más le interesaba. "Había un escenario fabuloso, y los profesores de inglés se tomaban en serio el teatro, entonces estábamos todo el año preparando la obra de veinte o treinta actores, todos vestidos, maquillados, se hacía de un modo superprofesional. Ése era mi lugar." Y fue escalando de a poco. En primer año pasó con una bandeja en Macbeth y, después, cruzó como fantasma y ésa fue toda su actuación. Y en quinto año lo eligieron para el protagónico. "Era una gran pasión de adolescencia el teatro", recuerda mientras almuerza castañas de cajú en su productora del barrio de Palermo.
Formó parte de las clases de Lito Cruz algo más de tres años. Y le fueron muy útiles. "Aprendí mucho, aprendí a manejar la intimidación que te genera el público." Ese aprendizaje será puesto muy especialmente en juego cada vez que se sube al escenario para una obra como Volar es humano? Una obra que siempre es distinta porque no tiene guión. Es una improvisación gigante sobre pautas concretas que son las imágenes y textos de la caja negra en el caso del vuelo de Avianca.
"La sensación es que siempre es distinto. El público se ríe de algunas cosas, de otras no, a veces el público es muy jocoso, otras veces me encuentro con un público más reflexivo. Igual, siempre sentí la respuesta muy fuerte. Es raro, yo nunca había hecho teatro. En cine sale mal y hacés otra toma y otra toma, hasta que sale bien. El vivo es otra cosa."
Volar es humano, aterrizar es divino
De Enrique Piñeyro
Maipo, Esmeralda 443.
Martes de agosto y septiembre, a las 20.30.
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