Erwin Schrott: "Si pudiera elegir, pasaría una época de mi vida con Mozart"
El barítono uruguayo se mete en la piel del libertino protagonista de Don Giovanni, una puesta emotiva de la ópera, que había ideado Sergio Renán
El bajo-barítono uruguayo Erwin Schrott, considerado el mayor exponente en la actualidad de los grandes papeles mozartianos (Don Giovanni, Leporello y Figaro) sube a escena en el Teatro Colón. Siempre quiso ser cantante, y su lugar de juegos en su infancia era el Teatro Solís de Montevideo. A los 8, casi sin darse cuenta, debutó en su primera ópera, La Bohème. Aprendió a tocar piano..., sin contar con uno. "Nunca tuve piano en mi casa. Mi madre pintó un teclado de piano en la mesa de la cocina. Me creó una independencia auditiva bastante importante, porque tenía que imaginarme las notas. Es un ejercicio espectacular", dirá con convicción quien en 1998 ganó el concurso Operalia.
Desde hoy, y por seis funciones, Schrott vuelve a meterse en la piel de Don Juan, esta vez en el Teatro Colón, con puesta en escena de Emilio Sagi y dirección musical de Marc Piollet. El diseño de escenografía es de Daniel Bianco; el de vestuario, de Renata Schussheim, y el de iluminación, de José Luis Fiorruccio. Acompañarán al cantante en los principales roles Paula Almerares, María Bayo, Jonathan Boyd, Simón Orfila, Jaquelina Livieri, Mario De Salvo y Lucas Debevec.
-Ha interpretado a Don Giovanni en los teatros más importantes del mundo. ¿Qué tiene de nuevo cada vez?
-Hace ya unos cuantos años y cientos de funciones... Con cada una de las producciones es como si fuera la primera vez que me estoy enfrentando a la partitura. La música es siempre la misma, pero si venís a dos funciones de corrido te vas a dar cuenta de que lo voy a hacer completamente diferente. No soy una máquina, lo que hago en el escenario implica muchísimo amor. Emocionalmente estoy totalmente ligado a Don Giovanni y a Mozart. En ningún momento me podría presentar a dar algo solamente técnico. Necesito dar el 150 por ciento de lo que tengo adentro. Yo adoro mi trabajo porque es una de las artes más completas que tenemos, si no es la más completa de todas: en la ópera hay danza, música, actuación.
-¿Cuánto tiempo esperó para su primer Don Giovanni?
-Esperé durante muchísimos años. La primera oferta la tuve a los 24 años, para grabar un disco sin haber debutado jamás en el rol. Creo que Mirella Freni, Renato Sassone y Ricardo Yost fueron algunos de los maestros que me dejaron una impronta indeleble. Me enseñaron a decir que no, y eso es lo más importante de una carrera lírica.
-¿Cuáles son las claves de esta producción?
-Esta producción tiene una carga muy emocional. Inicialmente la puesta en escena iba a estar a cargo de Sergio Renán. Después pasó lo que pasó [murió el 13 de junio último]. Para mí es rendirle un humilde homenaje. Espero que lo esté disfrutando. La clave de este Don Juan, aparte de que es muy emocionante para mí estar haciéndolo en la Argentina con la idea de Sergio y trabajando con mi queridísimo Emilio Sagi (a cargo de la puesta), creo que es ver que también se pueden llegar a hacer las cosas con buen gusto y con mucho compromiso de absolutamente todos. Lo que hacen personas como Emilio es limpiar detalles. Es un tipo de laboratorio. Le encanta que pruebes cosas continuamente y que todos los días vayas cambiando para encontrar puntos de referencia y, sobre la base de lo que vas eligiendo, vas creando el espectáculo. O sea que, básicamente, siempre es nuevo.
-Está en contacto con la música de Mozart desde muy chico. ¿Qué significa él en su vida?
-Si me dieran la oportunidad de elegir con quién pasar una época de mi vida, sería definitivamente con él. No como amigo, como espectador, me hubiese encantado ser su chef, a esa clase de intimidad me refiero. Conocer lo que es su esencia, me habría encantado conocer un poco más de su parte creativa.
-¿Qué diferencia encuentra a la hora de trabajar en la Argentina con respecto a otros países?
-Somos diferentes en todos lados, pero nuestras reacciones son siempre humanas. Me impresiona muchísimo cuando hago conciertos en lugares donde jamás habría pensado que la ópera pudiera llegar a ser tan relevante, como en Japón, China, Corea, Vietnam. En Omán acaban de hacer uno de los teatros más maravillosos del mundo, porque al príncipe le encanta la ópera, y empecé a recibir invitaciones para ir a cantar allá. Te los encontrás con sus turbantes, fascinados por el hecho de que un ser humano pueda emitir los sonidos en la manera en que nosotros lo hacemos, que es una maestría. Es algo muy difícil de hacer. Si no fuera difícil, yo no lo haría.
-¿Por qué?
-Porque ésa es la parte que más me motiva. Por eso siempre digo que la voz humana es como una mujer: es súper cambiante, depende del clima, si llueve o no llueve, depende de tantos pequeños factores, y no te podés estar preguntando todo el tiempo qué es lo que pasa. Hay que descifrarlo y reaccionar inmediatamente in situ porque si no el hecho de que estés mal te puede generar muchísima infelicidad y el canto es algo que viene de la palabra encanto, encantar. Por lo tanto, no tiene que ser un trabajo, tiene que ser un proceso energético que te hace bien a ti y supuestamente a todos los que te están escuchando. Si lo pensás así, estás en continua evolución. Yo lo único que sé es que no sé absolutamente nada.
-¿Cómo es su vínculo con lo social, con la Fundación La Muralla?
-Es otra de las cosas que me tienen felizmente ocupado. Estoy apadrinando esa fundación, aportando lo máximo que puedo para seguir manteniendo la esperanza de estos 1200 chicos. Es todo parte de un sueño. En Italia estoy empezando a hacer algunos eventos para cárceles de mujeres. Creo que es una responsabilidad muy grande la que tenemos los artistas.
-¿Qué significa para usted el Teatro Colón?
-Nací con alas en Uruguay y el Teatro Colón me las abrió.
Don Giovanni
De Mozart y Da Ponte
Teatro Colón, Cerrito 618
Funciones, hoy y mañana, el 8, el 9 y el 12, a las 20; el domingo 10, a las 17.
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