Esplendor y derrota de Cameron Crowe
Llega Bajo el mismo cielo, el nuevo film del director, otrora celebrado y hoy blanco de munición de grueso calibre en Hollywood
Primero la derrota: Bajo el mismo cielo, uno de los estrenos del próximo jueves, fue dirigida por Cameron Crowe, el otrora celebrado director de Digan lo que quieran, Singles, Jerry Maguire y Casi famosos. También fue el responsable de Vanilla Sky, Todo sucede en Elizabethtown y Un zoológico en casa. Un director con muchos éxitos en su carrera se enfrenta ahora a un fracaso económico: la película viene luchando por arañar una recaudación en los Estados Unidos que cubra, aunque sea, la mitad de lo que costó. Por otro lado, su estreno se atrasó mucho. La película se filmó en 2013 y a principios de 2014 se anunció que se programaba para diciembre de ese año, pero luego se volvió a atrasar hasta ahora, mediados de 2015. Por otra parte, la inmensa mayoría de las críticas en los Estados Unidos han sido negativas, algunas muy negativas, en esa especie de contagio que se produce allí -y en otros lugares- cuando se empieza a decir que una película es mala: después de los primeros dardos, cada crítico intenta ser aún más agresivo que el anterior.
La película, además, no tiene ninguna de las ventajas que venden bien hoy en día: no es una secuela ni una precuela, no es un reboot, no es una remake, no hay marca previa que la haga inmediatamente reconocible para sus potenciales espectadores. Y, además, su osadía argumental: un especialista ex militar en cohetes y satélites que tiene un pasado de esplendor y posterior derrota, vuelve a Hawai y se reencuentra con un viejo amor y conoce una chica nueva y además trabaja para un millonario que? Es cierto que es difícil contar el argumento, pero son las películas las que se encargan de tal cosa, no debería preocupar a los críticos si pueden reproducirlo con facilidad de forma escrita y resumida.
Y Bajo el mismo cielo (Aloha, en el original) se encarga de forma inusual de contarlo. Es decir, de una manera que hoy en día es inusual, pero que Crowe ya había utilizado en Un zoológico en casa y en menor medida en Elizabethtown, que es una vuelta -con resolución- al Hollywood de otras décadas: una mezcla de componentes narrativos de los ochenta con otros del período del esplendor clásico. No por nada la película comienza mediante imágenes con aspecto de fílmico antiguo, incluso con los logos (el de 20th Century Fox que la distribuirá aquí; el de Columbia-Sony que la coprodujo y distribuyó en los EE.UU.). Después de eso, la película adquiere rápidamente imagen actual, sin las "rayas" del fílmico.
Pero ese look actual en la imagen deja ver una narrativa y unos personajes que no son los del cine de hoy, sino deliciosamente demodés y lunáticos. Ninguno de ellos apela a los modos de moverse de las películas que tienen éxito hoy en día. No hay referencias cargadas de cinismo, no hay guiños por fuera del relato; hay calidez, ternura, amor en los ojos de estas criaturas de comedia romántica. Hay una película entrañable que apuesta fuerte a sus personajes y a una llamativa organización del guión: hasta bien entrada la película no sabemos bien qué es lo que va a hacer el protagonista, cuál es su misión, y lo que parece ser una falla del relato es en realidad una manera de pedirnos confianza en el narrador, de llevarnos de forma placentera y sin apuros informativos. Y hay un elenco al que llamar extraordinario es quedarse corto. Son estos nombres, nada menos: Bradley Cooper, Emma Stone, Rachel McAdams, Bill Murray, Alec Baldwin, John Krasinski y Danny McBride.
Un verdadero seleccionado que interactúa de formas que son pura química (hay una línea de chistes sobre cómo hablar sin palabras que, seguramente, sería muy celebrada si Crowe no estuviera ahora del lado de los directores caídos en desgracia). Además, como siempre en sus películas -como cuando se lo celebraba-, hay un despliegue de numerosas canciones que suelen generar esos momentos musicales que logran segmentos encantados.
Crowe, desde Un zoológico en casa (o desde Elizabethtown), ha sido acusado de cursi, esa palabra que se suele emplear actualmente como defensa emocional, para no aceptar que hay directores que pueden volver a emocionar mediante un cine que se extraña, que se añora, que queremos atesorar cuando reaparece.
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