Exito del Tantanakuy infantil
QUEBRADA DE HUMAHUACA (Jujuy).- "Mi avión de juguete es un cuervo viejo, mi camión un burro de trotar muy lento, mi amigo es el zorro que roba mis cabras y es todo mi consuelo de poder ser un niño" , recita un alumno de la escuela albergue del Chorcán, ubicada a cuatro mil metros de altura, donde se generó uno de los climas más emotivos del Tantanakuy (encuentro, en quichua) infantil, en el que participaron más de 400 chicos de escuelas rurales de la Puna y la quebrada jujeña, movilizados por el entusiasmo hacia la música.
El encuentro, que como todos los años se lleva adelante con más voluntad que presupuesto, se realizó en Tilcara, Chorcán y la Casa del Tantanakuy en Humahuaca, y sirvió no sólo para mostrar el silencioso trabajo de los maestros rurales, sino también las distintas realidades de los alumnos, la natural relación con la música de la región y la revalorización de la cultura colla.
En esta decimoctava edición, apuntalada como siempre por el charanguista Jaime Torres (más todos los integrantes de su familia), y artistas de la zona como Tukuta Gordillo, Tomás Lipán, El Coya Mercado y las Hermanas Cari, se sumó una delegación porteña integrada por los legendarios Hermanos Videla, el Circo Chico, Caloi, Paco Hasse (autor de "La bonita página"), Tati Lazo y el charanguista Miguel Pérez, que con sólo 11 años, deslumbró a esa cofradía de trashumantes norteños que abonaron con su presencia la importancia de toda esta movida.
Primer día . Bajo el azote del sol, los chicos se agrupan con sus trajes multicolores y rompen la monotonía habitual de la siesta tilcareña. La calle está cortada por el escenario, los niños sentados en la vereda de tierra ensayan con sus sikus, quenas y charangos, los huaynos, bailecitos y carnavalitos que practicaron todo el año para mostrarlo ante una exigente audiencia de su misma edad.
"Para ellos es muy importante este momento, porque es una forma de sentir que lo que tienen y lo que pueden tocar es tan válido como lo de cualquiera", cuenta uno de los maestros purmamarqueños que acompañan el entusiasmo de los chicos.
La música, esta vez, la pone un cuarteto de sikuris con la participación de algunos grandes como el cantor Tomás Lipán, que avala con su presencia la propuesta de los más pequeños. También pasan menudos bailarines que se trenzan en chacareras y carnavalitos, o "maduros" copleros, con versos que suenan contundentes para un chico de siete años: "La plata me gusta, la plata me horada, lo que no me gusta, es la vida que mama" .
Los grandes también viven su encuentro paralelo en lo del artesano, pintor y viñatero Emilio Haro Galli, donde el patero y las coplas populares, abundan, tanto como en el cafecito de Tukuta Gordillo, o en el bar de El Diablero Arias, donde las voces y las guitarras no se acallan hasta cerca del alba.
Segundo día. Desde Humahuaca parten varias camionetas y autos particulares que transportan a músicos, artistas y alumnos de escuelas de otras zonas, que tienen que trepar durante dos horas y media por un zigzagueante camino de ripio para llegar al destino final la escuela Nº 186 del Chorcán. Antes, una parada estratégica en la escuela de Alparzo, permite que los chicos tengan un recreo de clases animado con Lipán, que les canta "Soy de la Puna".
Finalmente, en Chorcán, el paraje donde se filmó "La deuda interna" (dirigida por Miguel Pereyra) y viven unas 19 familias -cuyo mundo son los cerros, el cultivo y las cabras-, la Puna y la emotividad es grande. Caras redondas, como tinajas de barro, salen a recibir a la delegación "oficial" del Tantanakuy. Los 50 alumnos de la escuela albergue -en la que aprenden, comen y duermen de lunes a viernes- están preparados para la fiesta, quizá la primera y última que tengan en el año. Formados en fila cantan "Aurora", con instrumentos andinos y después una versión del Himno Nacional en violín, a cargo de Jorge Gordillo, de la banda de Jaime Torres, que provoca en esa latitud olvidada un nudo en la garganta: la Bandera argentina flamea junto a la Wiphala (la bandera del pueblo andino).
Antes que comience la muestra, un cordero calma el hambre de los chicos y un picado de fútbol la ansiedad. La canchita de tierra queda al lado de la escuela. Unos metros más allá, la capilla, el puesto sanitario, el cementerio y unas cinco casas de adobe completan el paisaje del Chorcán, que pronto tendrá luz, pero sus habitantes no saben cómo pagarla. "Nosotros no manejamos plata. Vivimos de lo que cultivamos y criamos", dice Don Zerpa, representante aborigen de esta comunidad.
En el escenario, los alumnos de la escuela bilingüe (quechua y castellano) de El Angosto deslumbran por su sencillez y una festiva muestra de ritmos andinos. "Es la primera vez que salen de su lugar. Algunos tuvieron que caminar dos horas para llegar hasta la escuela y de ahí recorrer unos 400 kilómetros para estar acá. Pero es bueno que se junten con otros chicos", subraya el maestro.
Muy distinto es lo que ofrecen dos alumnos locales, de 6 y 7 años, que eligen para recitar el poema "No tengo suerti pa nada", de Fortunato Ramos (escritor y protagonista de la película que se filmó en ese pueblo): " ¡Nada mi puedu comprar, nadita puedu tener. Pa azúcar no tengo plata, ni un pocu i maíz pa moler, charqui nadita me queda ni leña pa hacer cocer. No tengo suerti pa nada, más vale prontu morer !". Inés, maestra de los chicos, cuenta: "La música en este sentido funciona como un recreo a su vida diaria y una forma de revalorizar lo suyo". Más tarde, chicos y grandes se divierten con los malabares del Circo Chico y del oficio de los payasos criollos Luisito y Pacusito (los Videla). La gente de la zona mantiene una prudente distancia y miran con asombro y recelo a esos seres con la cara pintarrajeada que vuelan por los aires y ven por primera vez en sus vidas. Antes de la proyección de Caloi, el dibujante presentado como el "papá de Clemente", no para de dibujar y, al final, después del mate cocido, la caravana parte. En Chorcán, las necesidades siguen siendo las mismas: una ambulancia, que no funciona porque no hay plata para ponerle nafta, y una radio para comunicarse con el exterior cuando la crecida del río los deja aislados.
Tercer día: "Las coplas las aprenden de sus tatas, es algo natural en ellos. Los maestros incentivan eso", cuenta Lipán, conocedor a fondo de la región, mientras observa a esos maestros tozudos que acompañan a sus alumnos llegados desde Santa Catalina, que hacen sonar esos sikus en la casa del Tantanakuy.
En la sede humahuaqueña, Apu Condorí, instrumentista de 26 años, ensaya con sus alumnos de El Aguilar y causa revuelo. "Les enseño que existe la bossa nova, el rock y el jazz, pero que esas músicas son tan importantes como la de ellos. A los padres no les gustaba que les enseñara a tocar las cañas, pero ahora los mismos chicos perdieron la vergüenza y van a ofrecerse para tocar en las fiestas."
Un arco iris doble cae sobre el cordón quebradeño y corona la jornada que cierran Jaime Torres y su grupo en un recital vibrante, con varios invitados de lujo. El clima se pone festivo y las lágrimas ganan al músico que recuerda a todos los músicos y poetas como Jaime Dávalos, que pasaron por el encuentro.
Los chicos pasan felices con sus sikus en una mano y los juguetes en la otra. "Mientras un chico toque su música hay futuro", arriesga Jaime Torres. Entonces, cobra más sentido lo que canta Gordillo: " Rescatar la memoria, para ser dignos de nuestra historia ".
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