Experiencia escénica que juega con los límites del sexo
Actor, pedagogo, director y gestor cultural, Alejandro Casavalle cuenta con una extensa y prestigiosa carrera como profesor y puestista, especialmente en los circuitos alternativos. Pero sin dudas el trabajo que más ha dado que hablar de su currículum se llama Pornodrama, un novedoso género donde los actores juegan supuestas escenas de sexo explícito atravesados por soluciones teatrales.
En esa línea, por estos días acaba de estrenarse Pornodrama 3.0 El borde del deseo, una obra con desnudos y escenas de sexo que viene a completar la experiencia que el director viene transitando desde 2003 con Punto genital: Pornodrama I y Pornodrama II: un esquimal; el advenimiento de un mundo sin polos fijos.
"Es una obra que aborda la privacidad e intimidad de una pareja en un espacio público que podemos observar y ver el reflejo de otros en nosotros mismos", señala Casavalle, aunque es preciso aclarar que no es exactamente una obra pornográfica, sino que las escenas de sexo están atravesadas por una situación dramática que pone al público en diálogo y tensión con lo porno, enfrentándolo desde el hecho social. Como decía Peter Brooks, el teatro como cerebro compartido.
"No me interesa llevar la pornografía a escena, pero sí trabajar sobre los bordes y los límites, porque me parece que en esa frontera es donde se generan las tensiones dramáticas. Lo interesante es cómo se llega al beso, la tensión que se produce hasta llegar ahí. El beso en sí es la descarga", advierte el director, que además tiene una extensa trayectoria en la gestión pública, desde sus inicios en el Adán Buenos Ayres, como director del Teatro 25 de Mayo, gestor de contenidos del Cultural San Martín y el Centro Cultural Recoleta hasta la dirección del Consejo de Teatro Independiente en la provincia de Buenos Aires.
De esta manera, Pornodrama 3 se introduce en la intimidad de una joven pareja, Maxi (Andrés Pabón Koch) y Maia (Candelaria Gauffin), recostados en la cama de un hotel alojamiento, y en 30 minutos saca a relucir uno de los mayores tabúes masculinos, los deseos más privados, casi inconfesables, de esta pareja. Para poner en marcha este dispositivo, Casavalle diseñó una serie de reglas que atañen a él y a sus actores, como evitar el vínculo entre ellos más allá de los ensayos, preservar su mundo privado y llegar a un acuerdo común sobre qué parte del cuerpo pondrían en juego. "Generalmente ensayamos de noche, muchos días, durante seis meses. Tratamos de no desgastar la situación, tratamos de no cotidianizarla. El cuerpo es privado, entonces hay que cuidarlo. Lo ponemos en función de la expresividad, y después cuidamos nuestras relaciones", señala.
Respecto del público, diseñó dos espacios para ver el espectáculo, que sin dudas pone al espectador/voyeur en un lugar de cierto riesgo e incertidumbre que, además, debe trasladarse hasta la sala de Villa Crespo después de medianoche. El primero, más íntimo y reducido, para vivir la experiencia desde un lateral del escenario más cercano a los actores, donde se "espía" la habitación a través de unas cortinas. El segundo, más teatral, desde el patio convencional de butacas, un punto de vista completamente diferente donde casi todo queda expuesto, pero se establece una mayor distancia con los actores. "Generalmente la función comienza con una tensión enorme en la platea. Cuando el espectador toma la decisión de venir a ver la obra, ya empieza a hacerse la cabeza, incluso viajar hasta acá, el tránsito y el trabajo mental que se hace hasta llegar a la sala son parte de la teatralidad. Si bien cuido que no haya ningún desprevenido, en alguna función se han ido dos o tres, pero no en silencio, sino haciendo bastante ruido, haciéndose notar. Al meternos en lugares íntimos y un poco vedados, el voyeurismo genera expresiones diferentes. Y está bien que así sea, es parte de la experiencia teatral".
Para Casavalle, la intención de Pornodrama es reflexionar sobre las relaciones humanas, cómo nos encontramos como pareja y cómo podemos enfrentarnos a la verdad de nuestros deseos, y ser conscientes de cuáles podemos pasar al acto y cuáles son una fantasía. "Esto nos confronta y nos hace preguntas. La tensión entre la sexualidad como un patrimonio íntimo y privado y el teatro como un acontecimiento público iluminan así cuestiones de género, el lugar del porno, o el del erotismo, que, en definitiva, son preguntas sobre las relaciones entre los seres humanos, su privacidad, deseos y puesta en acto de la intimidad. El sexo es un espacio oculto, tapado, y yo lo quiero iluminar, que se vea, sacarlo de esa zona oscura para que nos hagamos cargo de lo que está pasando ahí. O sea, que nos saquemos las caretas No hay soluciones en esta obra", concluye el director.
Pornodrama 3.0 El borde del deseo.
Sábados, en la trasnoche de la 0.30.
Nün Teatro Bar, J. Ramírez de Velazco 419 (recomendada para mayores de 18 años), $150 y $200.
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