Gran apuesta por el rock
Sangre, fiebre, pasión -esos elementos que no deberían faltar en ninguna música que aspire a definirse como rock- son las estrellas indiscutidas de Hijos del pueblo, el CD que acaba de editar Warner Music y que registra parte de uno de los conciertos que realizaron juntos en tierras mexicanas Andrés Calamaro y Enrique Bunbury, hace pocos meses, en una suerte de alto o confluencia de sus respectivas giras.
Una parte, bien decimos, porque en esa gira de no tantos shows (y que ahora, escuchando, deseamos con fuerza que alguna vez se repita por aquí) tocaba Andrés con su grupo y Bunbury con el suyo y, en el final, se reunían para estos cuarenta minutos que son un homenaje al rock. Es que, hay que decirlo, pocas veces las duplas o los encuentros funcionan tan bien como en este caso, sobre todo en estas épocas de rock precavido, calculador y falto de energía sincera.
Es cierto también que el repertorio es casi inmejorable y que atiende especialmente al público al que iba dirigido; otra ventaja en estos tiempos de rock adaptable a cualquier geografía. Hay energía del rock y más allá en esos compañeros generacionales que son "Sin documentos" y "Apuesta por el rock and roll", de Los Rodríguez y Héroes del Silencio, respectivamente. En otros temas son sus voces las que brillan, alternándose estrofa a estrofa para dar lo mejor de cada una, como en "Copa rota" o "Crimen", el tema que sirvió para rendirle homenaje al recordado Gustavo Cerati (foto).
Lo que une a estos dos músicos es, claro, el rock, pero también el recorrido que ambos han ido haciendo, yendo de la banda al solista, y del rock hacia otras músicas. Así, el fraseo coplero, a veces gitano de Bunbury o la pulsión tanguera de Calamaro suman sin necesidad de hacer planteos ni declaraciones altisonantes. Es la música que los llama; y ambos responden al llamado poniéndose a disposición.
Y aunque la semana pasada Calamaro le haya dicho al diario español El País que sus olvidos son mejores que sus recuerdos (en una entrevista a propósito de la edición allá de su libro Paracaídas y vueltas, que a las librerías argentinas llegará el mes próximo), no hay dudas de que no ha perdido la memoria de lo que es hacer rock. El disco y el socio lo demuestran. Esperemos ahora que sus botas los traigan hasta aquí.
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