Habilidad y virtuosismo colectivo
Atos trío / Integrado por: Annette von Hehm, violín; Stefan Heinemeyer, violonchelo, y Thomas Hoppe, piano / Obras: Tríos de Haydn, Dvorak y Shostakovich / Mozarteum argentino, en el colón / Nuestra opinión: excelente.
Cada vez que hay ocasión de disfrutar un muy buen sonido en el Colón, se extraña la falta de la caja acústica que, hasta no hace mucho, se instalaba en el escenario cuando actuaba un solista, una orquesta o un conjunto de cámara. Aunque la superficie escénica está ocupada por la escenografía de las óperas, sería bueno prever una parcela destinada a ese útil envoltorio de contención. A nadie se le ocurrió medir cuánto le resta al sonido, el hecho de que los ejecutantes toquen de espaldas y pegados al pesado cortinado que funciona como telón. Pero lo cierto es que se trata de un material que obra como aspiradora de la percepción sónica.
Esto viene al caso, porque el Trío Atos, que el lunes volvió a actuar en el Colón por segunda vez con el auspicio del Mozarteum (la visita anterior fue hace dos años), hace gala de un sonido con excepcional riqueza de matices y refinamiento, además de su trascendente vibración interna y su limpidez de emisión. El sonido de Atos causa un particular bienestar, pero no es el único de los placeres que depara la audición de este conjunto.
Las mezclas de sonoridades que consiguen los tres ejecutantes, tanto en el Trío Gitano, de Haydn, como en el Dumky, de Dvorak, son resultado de que logran voces instrumentales bien reales, que los diseños de los formatos de cada movimiento tienen absoluta definición y que la consistencia rítmica que mantienen es inobjetable. El aplomo alcanzado por estos intérpretes es algo que impresiona de entrada y, seguramente, es lo que les permite apoderarse de la atención, apenas empiezan a tocar.
El delirante efecto que producen las seis danzas del Trío Op. 90, llamado "Dumky", cada una en distinta tonalidad, cada una con su particular carácter, no es algo que se consigue con la simple lectura. Combinar, sin exageraciones, la expresión lírica con el arrebato apasionado no es algo fácil de hacer con naturalidad y corre el riesgo de resultar forzado.
Por cierto, no sucedió en ningún momento con Atos. Por eso, los oyentes pudieron dedicarse a apreciar la manera en que frasean, cómo se expresan, con qué claridad desarrollan la narración. Esto no tiene nada que ver con las particulares cualidades técnicas de cada integrante. Los tres son espléndidos ejecutantes, pero durante todo su recital, no hubo un solo momento de exhibicionismo individual. Tanto la violinista Annette von Hehm, como el brillante chelista Stefan Heinemeyer o el cabal pianista Thomas Hoppe, tienen las condiciones para poner de relieve su habilidad y virtuosismo personal. Pero tienen la suficiente discreción para no cometer ese pecado.
La segunda parte de este memorable recital estuvo ocupada por la versión del Trío Nº 2, Op. 67, de Dmitri Shostakovich. Como siempre que se lo escucha, la obra es un festín de ideas. Las tres cuartas partes de su material no ha dejado de impresionar como nuevo. El resto no es relleno. Es tejido de fusión para asegurar la continuidad de las ideas. Por momentos, la variedad de sus planteos musicales parece sobreestimar la capacidad de absorción del oyente. Pero todo se entiende y se siente bien, especialmente el sentimiento de dolor que circula por su desarrollo.
Se trata de una obra (como algunas de Béla Bartók) que pone a prueba la capacidad de síntesis expresiva de la música. Mientras desplegaban este absorbente montaje de ideas, los tres músicos de Atos consiguieron tener en vilo al público. Por suerte, no hubo ningún bis después de tan fuerte final.
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