Allegro / Homenajes y vinos. La bodega privada de Richard Wagner
Ya comenzó a rodar el año del bicentenario de Richard Wagner. En todo el planeta se le festejará el aniversario con homenajes que incluirán, entre muchísimas actividades más, nuevas y viejas puestas de sus óperas, ediciones en formatos sonoros y visuales, seminarios y congresos académicos y, por supuesto, artículos, escritos y crónicas periodísticas que darán cuenta, precisamente, de todas esas celebraciones. Todo esto sin dejar de lado los infaltables viajes turísticos y el merchandising que, con el mayor de los respetos, generará el producto Wagner. Es que, dejando de lado las contradicciones y las discusiones que germinaron sus innumerables escritos no musicales y algunas conductas personales, cuanto menos, poco elogiosas, Wagner es uno de los compositores más notables de la historia. Pero cabe preguntarse, en el imaginario terreno de las hipótesis, cómo hubiera festejado el compositor tan magno cumpleaños. A la luz de lo que la Biblioteca de Sajonia está ofreciendo al público a partir de esta semana, es de suponer que brindando. Aunque en el instante de la elección de la botella por descorchar, puede ser que las dudas lo hubieran abrumado ya que su bodega no era lo que se dice pequeña. En Dresde está en exhibición el inventario manuscrito que el propio Wagner hizo de su cava privada. Registrada minuciosamente, la bodega incluía ciento ochenta botellas de vino tinto, ciento cincuenta y cinco de vino blanco, veintisiete blancos de Bordeaux y cuarenta y una de cognac y otros licores. No es dable imaginar que, para apagar las velitas, Wagner se hubiera quedado con un champagne ya que, al parecer, no era lo que más lo atraía. Del delicioso vino espumante francés, apenas si almacenaba siete botellas.
lanacionar