
La cinematografía más vanguardista también tiene lugar en el Bafici
En la competencia Vanguardia y Género existen joyas únicas experimentales que difícilmente podrán verse en otro espacio
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Es la competencia más amplia del Bafici (23 títulos), es la más ecléctica en formatos y duraciones (conviven cortos, medios y largometrajes), es la más diversa en cuanto a temáticas (como su nombre lo indica van desde lo más experimental y extremo hasta exponentes de género) y, por lo tanto, la más laberíntica e indescifrable incluso para el cinéfilo más curtido.
En la cosecha 2019 de Vanguardia y Género hay, como siempre, propuestas capaces de escandalizar al espectador desprevenido. Así, por ejemplo, el doble programa integrado por el corto español Analóxica, de Anxos Efe (una camarógrafa filma en Súper 8 escenas de sexo explícito de una pareja en una playa) y el largo francés Ma nudité ne sert à rien (un diario íntimo y autorretrato de la también directora Marina de Van sobre la desnudez, la soledad, el encierro, las aplicaciones para citas y los vericuetos del deseo cuando una mujer se acerca a los 50 años) puede fascinar o irritar según las distintas sensibilidades.
Como todos los años la presencia nacional en esta competencia es muy amplia (ahí están desde Ceniza verde, de Pablo Mazzolo, hasta Ojo de mar, de Pavel Tavares y Benjamín Garay, pasando por El diablo blanco, de Ignacio Rogers), pero probablemente el título más importante sea Shakti, corto que marca el regreso de ese patriarca del nuevo cine argentino que es Martín Rejtman, quien narra las desventuras de Federico (Ignacio Solmonese), un veinteañero judío golpeado por la reciente muerte de su abuela y el final de la relación con su novia. Una tragicomedia con ese humor asordinado y absurdo que son el sello del director de Rapado, Silvia Prieto, Los guantes mágicos y Dos disparos.
Españoles y portugueses
¿Y qué más ofrece VyG? Por ejemplo, un amplio panorama del "otro" cine español: desde el corto Leyenda dorada, de Chema García Ibarra e Ion de Sosa, que llega fresquito desde la Berlinale; hasta la notable Apuntes para una película de atracos, mezcla de documental sobre un ladrón de bancos que se hacía llamar "el Robin Hood de Vallecas" con ensayo cinéfilo sobre el género de películas de robos a cargo de León Siminiani, pasando por Letters to Paul Morrissey, de Armand Rovira, sobre el director de culto de títulos como Trash y Heat, que se articula a través de cinco episodios de homenaje video-epistolar; o Cantares de una revolución, de Ramón Lluís Bande, sobre la revuelta asturiana de 1934 con canciones populares de la época en versiones actuales del gran Nacho Vegas.
Y dos propuestas de otro cine de moda como el portugués (Anteu, de João Vladimiro, sobre un adolescente de 17 años que se va quedando solo en un pueblo perdido y diseña un curioso sistema para ser enterrado sin ayuda externa cuando muera; y Fordlandia malaise, de Susana de Sousa Dias, sobre el pueblo fantasma que quedó tras el fracaso de la compañía gigantesca fundada en 1928 -pleno auge del caucho- por Henry Ford en medio de la selva amazónica); y tres del canadiense (Danny, de Lewis Bennett y Aaron Zeghers; Instructions on How to Make a Film, de Nazli Dinçel, y Mangoshake, de Terry Chiu), entre muchas otras. Es que VyG es el reino de lo imprevisible, donde todo (absolutamente todo) es posible.Lo interesante de este tipo de películas es que difícilmente puedan hallarse luego en otros espacios o plataformas. Por eso, para quienes quieren disfrutar del cine en los márgenes, estos títulos sirven como una guía posible.
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