La creatividad al servicio de la danza
II Festival Buenos Aires Danza . "El hombre que camina". Coreografía y dirección de Ana Garat y Pilar Beamonte en colaboración con Edgardo Mercado, Patricia Zapata, Fabián Gandini, Cecilia Massa y Dalilah Spritz. Dirección teatral: Omar Pacheco. Centro Cultural Recoleta.
Nuestra opinión: excelente
La frondosa inventiva de Pilar Beamonte y Ana Garat fue volcada por completo a la danza en una régie digna de espectáculos internacionales. Hablar de la pieza significa contar cómo es el espacio y lo que ocurre en él. Se ingresa por una escalera hasta que se terminan los escalones y se tiene idea de estar apoyado sobre un piso, ya que la oscuridad es absoluta. Todo provoca desorientación, como los juegos de los antiguos happenings. Cuando de a poco, en una semipenumbra, se recupera algo de la visión, se cae en la cuenta de que el piso es en realidad una enorme reja en la que cada tanto hay agujeros pequeños. Todo es motivo de shock, ya que luego se comprende que la audiencia está dentro de un cubo de extraordinarias dimensiones (12 por 9 metros). Según como cada cual se pare (no existen asientos) dirá para sí si está a la izquierda o a la derecha. Dos de los lados, enfrentados, son largos y sobreelevados escenarios. En los otros extremos hay extensos pasillos con pasamanos que superan la estatura de una persona. El techo, acrílico transparente. Las paredes laterales son de metal, como la mayoría de la estructura, que incluye la reja del suelo. En total, son ocho los lugares en los que se desarrollará la pieza, otro de los insólitos conceptos. .
Las cabezas giran, intentan descubrir de qué se trata, pero la idea es que cada cual tenga la libertad de tener una imagen diferente y propia. El diseño de luces es soberbio, total partícipe de cada fragmento. Exacerba la iluminación direccional, nunca al unísono y a modo de clip. Asimismo, hay momentos que alumbra la generalidad.
El tiempo de la danza
El inicio es desde un balconcito en lo alto de uno de los muros, donde una mujer lanza suavemente flores de una canasta. Luego, la danza ingresa en uno de los escenarios laterales. Todo es muy breve, no más de diez segundos. Instantes después, ese fragmento quedará en sombras y se ilumina el piso: abajo baila otro grupo. Su danza es más suelta, con aires gimnásticos. En el techo, los cuerpos ruedan y realizan casi todo acostados. En los pasadizos, en cambio, se producen escenas de agresividad, los golpes de los bailarines contra las paredes tienen mucho de impotencia y claustrofobia.
Más adelante, las coreografías en los escenarios serán más largas, con una cualidad aérea, usando bases de contact improvisation y de flowing low. El gran contraste es la suavidad de estas partes con la fuerza de lo que ocurre en los pasadizos; la transparencia de lo que se ve arriba con los semiocultos que danzan abajo. Finalmente, todos se unen en simultáneo en idénticos pasos, que en cada espacio bailan al unísono, sólo que en distintos espacios, direcciones y planos. El final tiene una belleza poética, ya que toda la compañía, sin ropa, se va perdiendo lentamente envuelta en nubes de humo. La fantasía que surge sin cesar, el superior desempeño de los bailarines y la magnitud, inteligencia y vuelo de la puesta, con una dirección ejemplar, hacen de "El hombre que camina" (significa la cotidianidad del ser humano) un hito en la historia de la danza contemporánea.
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