La diva dice adiós: Renée Fleming empieza a despedirse de la ópera
La soprano es una de las poquísimas grandes estrellas en actividad y El caballero de la rosa que hace en Nueva York podría ser su último papel en el género; con ella, se cierra una época
El tema de la ópera El caballero de la rosa, de Richard Strauss, es el paso del tiempo, la historia de una rica aristócrata casada, "la Marschallin", que mantiene un romance con un hombre mucho más joven y advierte que está envejeciendo y que tarde o temprano su amante la abandonará para seguir su camino. El aria más famosa de la ópera, al final del primer acto, habla del vano intento de detener el reloj. Hacia el final de la ópera, con una música tan imbuida de sentimientos que Strauss quiso que fuese interpretada en su propio funeral, la protagonista acepta lo inevitable y le cede elegantemente su amante a una mujer más joven.
La nueva puesta en escena de Elcaballero..., a cargo de Robert Carsen, se estrenó en Londres hace unos meses e hizo su debut en el Metropolitan Opera de Nueva York (conocido como "el Met"), el jueves pasado [la versión llegará en julio al Teatro Colón]. Carsen decidió poner el énfasis en el tema del cambio y la revolución que acarrea, trasladando la acción de la Viena del siglo XVIII a la época en que fue compuesta la ópera, en el ocaso del imperio de los Habsburgo y en vísperas de la Primera Guerra Mundial. De ese modo, la convirtió en una ópera sobre el fin de una era, por no decir sobre el fin del mundo. Para Renée Fleming, la soprano superestrella que interpreta a la Marschallin en el Met, y también para la música en general, será realmente el fin de una era: esta versión de El caballero... bien podría ser la despedida de Fleming de la ópera. La soprano dará su última función el sábado 13 de mayo.
Los allegados a Fleming dicen que la cantante de 58 años viene planeando este momento desde hace años. "Desde que conozco a Renée, siempre la escucho hablar de que algún día todo eso iba a terminar. Siempre tuvo esa sensación de ser como un yogur con fecha de vencimiento y de que esa fecha iba a llegar y la iban a desechar", dijo hace poco la novelista Ann Patchett, que se hizo amiga de la cantante después de escribir Bel Canto, sobre una diva con muchos rasgos que recuerdan a Fleming. Así que Fleming parece haber decidido tomar las riendas de su propia despedida. "No quiero que llegue el momento en que la gente diga: «¡Por favor, que se calle!» -dijo en Londres mientras preparaba las funciones finales de El caballero... en esa ciudad-. O que digan: «¡Yo la escuché cuando...!»."
Su despedida marca una divisoria de aguas para ese arte costoso y extravagante que es la ópera, que siempre se siente al borde de la extinción -¿o acaso la ópera no vive en crisis?-, aunque esta vez el peligro podría ser cierto. Actualmente, la ópera no sólo está más divorciada que nunca de las tendencias centrales de la cultura, sino que el núcleo duro de su público, la gente que compra abonos, se está muriendo, literalmente. El Met ha tenido cierto éxito atrayendo nuevos espectadores a través de las redes sociales, relanzando la marca del teatro y con sus producciones en colaboración con artistas plásticos, pero la mejor manera de garantizar la taquilla es contratando a grandes estrellas internacionales, y una diva de la magnitud de Fleming es virtualmente irreemplazable. Plácido Domingo, el único cantante de la altura de Fleming que sigue en actividad, tiene 76 años y, aunque parece desafiar el paso del tiempo, no va a cantar para siempre. Y por más que artistas más jóvenes, como Anna Netrebko y Jonas Kaufmann, sean famosos entre los operómanos, son nombres poco conocidos para el común de la gente.
"Una superestrella tiene algo intangible -dice Mary Lou Falcone, la publicista que en 1998 ayudó a Fleming a superar una crisis de confianza tan profunda que casi se retira del canto tras haber sido abucheada en Milán-. No tiene explicación: más allá de todas las proyecciones que se hagan, el público se engancha o no se engancha."
Seducidos por esa combinación de glamour y cercanía que transmite Fleming -muchos la llaman "la diva del pueblo"-, el público sí se enganchó con ella. Invitada a cantar la lista del Top 10 de David Letterman y a grabar en el idioma élfico original parte de la banda de sonido de la tercera parte de El señor de los anillos, Fleming se ganó a muchos seguidores que, estrictamente hablando, no eran para nada amantes de la ópera, y en muchos casos es la primera y única cantante de ópera que ha concitado su atención. Fleming ha vendido más de 2 millones de discos, una cifra astronómica para la ópera, y ganó cuatro premios Grammy. En 2014, se convirtió en el primer cantante de ópera que cantó el himno nacional de Estados Unidos en la apertura del Super Bowl. En 2015, pegó el salto entre el Lincoln Center y los teatros de Broadway para interpretar a una irascible diva en la obra Living on Love.
"Su gran ambición fue siempre no ser solamente una estrella de la ópera -dice Matthew Epstein, representante de Fleming entre 1995 y 1999-. Ella quería ser Beyoncé. Y todavía quiere eso."
Carsen, que también dirigió a Fleming en algunas de sus producciones más aclamadas, incluidas la Alcina de Händel y el Onegin de Chaikovski, comenta: "Renée ha sido una de las cantantes más bellas y glamorosas. Una hermosa mujer en todos los aspectos. Siempre estuvo descartado que con el paso de los años empezara a interpretar roles de madre de la protagonista".
Fleming cumplió 58 años en febrero. Su amiga y mentora Leontyne Price tenía esa misma edad cuando se retiró de los escenarios de ópera, en 1985, y en YouTube es famoso el video que registró el momento de su despedida, cuando Price apenas puede contener las lágrimas ante una ovación interminable. Es difícil creer que Fleming no vaya a lagrimear un poco en su última función. Fleming insiste en que no piensa dejar de cantar del todo, pero que cambiará el foco de su carrera. Planea dar más recitales (que, aunque ella no lo diga, son mucho menos exigentes y más lucrativos que un escenario de ópera), grabar más discos, buscar música nueva para cantar y pasar más tiempo en el Lyric Opera de Chicago, donde fue nombrada asesora creativa en 2010 (no faltan quienes especulan que ese cargo es apenas el primer paso hacia la dirección de alguna casa de ópera). Fleming incluso dice estar pensando en sumarse a un emprendimiento de transmisiones en vivo por Internet de eventos de arte.
Pero, incluso con su maestría técnica -o tal vez debido a ella-, Fleming fue una flor tardía. Sufrió de pánico escénico, tuvo malas oportunidades para audicionar y hasta la reconfortaba psicológicamente que la eligieran en segundo lugar en las competencias. Durante un tiempo, cantó prácticamente cualquier cosa, como por ejemplo, en 1995, cuando interpretó 10 roles nuevos, no estrenados anteriormente, en el lapso de poco más de un año. Pero después tomó la crucial decisión de ser más selectiva y de enfocarse en papeles especialmente adecuados para su voz. Por suerte, resultaron ser roles en los que no tendría que competir con el pesado legado de Maria Callas y otras grandes divas del pasado: Thaïs y Manon de Massenet, la Desdémona del Otelo de Verdi, la Tatiana del Onegin, la Marschallin de El caballero de al rosa y la Rusalka de la ópera homónima de Dvorak, una pieza prácticamente desconocida hasta que gracias a Fleming volvió a integrar el repertorio clásico.
Su interpretación de Tatiana y de la Marschallin es tan emocionante que no faltan quienes ven profundas conexiones personales con esos papeles: la tímida enamorada rechazada que nunca logra olvidar a su pasión juvenil y la amante que envejece. Fleming ha declarado que le parece improbable que se envenene o la estrangulen en la vida real (o que se convierta en una sirena sin sexo, estilo Rusalka), pero que "interpretar el dolor de la Marschallin, sus temores y finalmente su conmovedora dignidad" son los momentos en los que se siente "más expuesta".
Si Fleming tiene otro modelo, además de Leontyne Price, seguramente sea Beverly Sills. Su popularidad, que en su apogeo fue incluso mayor que la de Fleming, era resultado del mismo cóctel: orígenes humildes, trabajo incansable, una personalidad accesible y poco afectada, y un tipo de voz que cualquiera podía amar sin saber nada de ópera. Tras retirarse de los escenarios, Sills se convirtió en embajadora de las artes y en una gestora cultural sumamente influyente. Tan cómoda sentada para dar una charla como parada sobre el escenario, Fleming suele usar su peso para promover la educación artística en las escuelas y colabora con el Instituto Nacional de Salud de Estados Unidos en un proyecto de estudio sobre los efectos de la música en el cerebro de personas con autismo, Alzheimer, Parkinson y trastorno por estrés postraumático.
A principios de febrero, fue la anfitriona de un evento de dos días llamado Chicago Voice, que incluyó clases para jóvenes cantantes sobre el uso de las redes sociales para la autopromoción y el marketing. Fleming dictó una clase para un grupo de estudiantes secundarios aspirantes a cantantes, y no sólo los alentó, sino que hasta se puso a trabajar físicamente con ellos para indicarles cómo mejorar su respiración. Después, presidió un panel de discusión sobre los pormenores del uso de la laringe, la importancia de la hidratación y hasta detalles sobre la mucosa bucal que incluso quienes no son cantantes tienen que conocer.
Apenas 24 horas después, casi como una demostración de la verdad de sus teorías y de la capacidad de su propio aparato fonador, Fleming participó de un gran concierto dedicado a celebrar el canto de Chicago en todas sus variantes. Fue la única de los participantes que no tenía sus raíces en la ciudad, y también la única -porque eso hacen las divas de ópera- que tuvo tres cambios de vestuario durante su presentación. Fleming cantó una canción de concierto de Debussy, una versión operística a toda voz de "Summertime", una melodía jazzística de Sarah Vaughan en dúo con Kurt Elling, y una sutilmente vibrante versión de la canción de Nashville "We're Not" the Jet Set", en dúo con John Prine.
Fleming tiene poco interés en convertirse en una figura estilo Adelina Patti, la estrella de ópera inmensamente popular de fines del siglo XIX y principios del XX que, como Cher, seguía dando recitales de despedida 20 años después de haberse "retirado". Lo que Fleming quiere es seguir cantando durante un tiempo razonable y con una cantidad de presentaciones razonable, y poder disfrutar de todo lo que venga en su vida a partir de ahora. Si bien la prognosis no suele ser particularmente favorable en el paisaje de la gran ópera sobre el que reinó hasta ahora, Fleming está segura de sus pasos y es muy optimista en cuanto a su futuro. Más de una vez ha expresado su fascinación por el programa televisivo American Idol, que solía mirar con su hija, y dice que le gustaría que también incluyera a cantantes de ópera entre los participantes.
"Siento que nos están dejando fuera de la conversación, pero tenemos mucho que ofrecer desde el punto de vista de la técnica -aseguró Fleming recientemente-. Supongo que tiene que ver con la famosa torre de marfil y todo eso, pero estoy tratando de reabrir esa puerta. Creo que ahora mi aporte tiene que ser en la educación de los espectadores, el apoyo a los talentos jóvenes y en el desarrollo y evolución de esta forma de arte."
Por temperamento, Fleming siempre se siente inclinada a expresar las cosas que lamenta, pero en vísperas de su despedida no parece tener mucho que reprocharse. "Me hubiese encantado cantar mucho más del repertorio más duro -dice-. Una vez un representante me dijo que si no cantaba los grandes papeles, no iba a lograr nada. Los personajes de Mimì, Butterfly, Tosca, Salomé, Electra: me hubiese encantado, pero simplemente no eran papeles para mi voz."
Fleming hizo una breve pausa y cambió rápidamente de tema para hablar de su trabajo en el Lyric Opera. "La propuesta me llegó hace unos siete años y fue como un shock, porque por entonces no estaba pensando en absoluto en bajar el ritmo de mis presentaciones -dice-. Ahora siento que hago de todo: cantar, dar recitales, salir de gira, crear nuevas obras. La verdad es que me está gustando hacer todas esas cosas distintas. El tiempo dirá. Tal vez decida seguir haciendo de todo y no centrarme en una sola cosa nunca más."
Charles McGrath
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