La procacidad exacta de Copi
Cachafaz, tragedia bárbara / Música: Oscar Strasnoy / Texto: Copi / Dirección musical: Pierre Roullier / Dirección del coro: Mariano Moruja / Dirección de escena: Pablo Maritano / Escenografía: Andrea Mercado / Iluminación: Gonzalo Córdova / Vestuario: María Emilia Tambutti / Intérpretes: Pol González (Cachafaz), Víctor Torres (La Raulito), Alejandra Flechner (Policía), y el Ensemble 2E2M / Sala: Casacuberta del Teatro San Martín.
Nuestra opinión: excelente
La delimitación de las fronteras -siempre inestables, siempre móviles- entre la ópera, el teatro musical y otras variedades de la música para la escena implica la adopción o el desdén de una cadena de convenciones. Oscar Strasnoy, compositor argentino radicado en Europa hace años, se dio su propia regla: ópera es teatro cantado; o incluso, con menor énfasis programático, ópera es todo aquello que el compositor decida que es ópera. Cachafaz. Tragedia bárbara , su ópera sobre la pieza homónima de Copi, que se estrenó localmente en el Ciclo de Música Contemporánea del San Martín, es un caso extremo, y no lo es, podría decirse, por su tema, sino más bien por su forma.
Todo Cachafaz está escrito en octosílabos, el metro de la poesía gauchesca y de la payada. El primer problema musical es cómo desasirse del traqueteo del ritmo octosilábico. El trabajo del compositor resulta aquí admirable, sobre todo por la manera en que entra y sale de ese ritmo. En general, la ópera transcurre en una especie de canto hablado con secciones más ariosas y dos arias (llamémoslas así): la milonga que empieza con las palabras de Cachafaz "Yo no sé qué es el destino" y un tango, desplazado aunque reconocible. Ya el orgánico del ensamble resulta significativo: violín, clarinete, trompeta, trombón, contrabajo, percusión, guitarra (eléctrica y española) y órgano. La refinada escritura de Strasnoy dosifica los instrumentos, y los súbitos cambios de color parecen propiciar asimismo transformaciones temáticas, o, en todo caso, esas transformaciones se proyectaron sobre la conformación del orgánico.
En una ocasión, el compositor dijo que nuestra época era irónica, "incluso cínica". No hay cinismo en el Cachafaz de Copi, pero sí ironía, y sobre todo parodia. El filósofo Adorno había observado que cuanto más cerca estaba de su propia parodia, más se aproximaba la ópera a su elemento primigenio. El golpe de genio de Strasnoy consiste en haber llevado la parodia de Copi al terreno propio de la ópera. A partir de semejante reformulación, su música puede contener muchas músicas, pero nada parece en ella venido desde afuera. Las citas están siempre muy filtradas. Pertinentemente, escuchamos la obertura desgarrada de La forza del destino de Verdi, y la enumeración de las partes comestibles de un policía carneado se resuelve (en la sustitución de una carne por otra) a la manera del aria del catálogo en Don Giovanni . Pero Strasnoy no hace subrayados; deja al desnudo la procacidad exacta de Copi. Debe de haber actualmente muy pocos compositores con semejante instinto teatral. Rara vez en un concierto de música contemporánea se aplaude en mitad de una obra y, sin embargo, Strasnoy provocó (después del interludio y en otros pasajes) que los aplausos irrumpieran en la acción como ocurre en la ópera tradicional.
La teatralidad de Strasnoy se advierte ya en la nítida caracterización vocal de La Raulito y de Cachafaz. Sería imposible exagerar el trabajo antológico de Víctor Torres y Pol González. El peor error en el que se podría incurrir en esta ópera es en el desborde. Torres se mantuvo, al margen de su voz formidable, en ese instante que precede a la exageración. González por su parte, partenaire ideal, compuso su personaje con pudor rioplatense. Lo mismo que Alejandra Flechner en el papel del policía. Una línea aparte merece Mariano Moruja en la precisa preparación de los coros masculino y femenino, verdaderos personajes. Dirigidos por Pierre Roullier, viejo conocido del compositor, los intérpretes del Ensemble 2E2M cumplieron su parte con extrema concentración. El conventillo montevideano recreado por la puesta de Pablo Maritano parece a la vez realista y fantástico, como si perteneciera a un sueño, y el vestuario de María Emilia Tambutti, muy años cuarenta, se ajusta como un guante a la idea escénica de Maritano.
La pieza de Copi tiene un filo político; no sólo de la política entendida en sentido general sino sobre todo de una política de la lengua. La de Strasnoy también: más que en cualquier otra obra del compositor conocida hasta el momento, en Cachafaz se puede encontrar una evidencia de su política estética.